zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 30 de septiembre de 2010

Una flor desgarbada (por Williams Carlos Williams)

Una flor desgarbada
e impropia
del clima;
¿cómo es que ha
conseguido tenerme
aquí, boquiabierto,
inmóvil frente a esta ventana,
en medio del frío,
sin más
voluntad, sin ojos
para nada que no sean
sus torcidos
pétalos amarillos?

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ábrete paso con ella (por Álvaro Mutis)

Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.
Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,
la singular agudeza de sus bordes.
Ampárate en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada,
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.
Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.
Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.
Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu más certero abandono.
Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por distracción o engaño.
Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.
No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.

martes, 28 de septiembre de 2010

Y él tocaba su violín (por Charles Bukowsky)

Estaba en tribuna alta
al final
donde hacían sus estiramientos
después de salir de las curvas.
era un hombre pequeño
rosado, calvo, gordo
es sus sesenta.
estaba tocando violín
estaba tocando música clásica en
su violín
y los apostadores de caballos lo ignoraban.
Banker Agent ganó la primera carrera
y él tocaba su violín.
Can Fly ganó la tercera carrera y
él continuaba tocando su violín.
fui por un café y cuando regresé
seguía tocando, y aún seguía tocando
después de que Boomerang ganara la cuarta.
nadie lo paraba
nadie le preguntaba por lo que hacía
nadie aplaudía.
luego de que Pawee ganó la quinta
él continuó
la música cayendo por el borde de la
tribuna y más allá del
viento y el sol.
Stars and Stripes ganó la sexta
y él tocó algo más
y Staunch Hope se metió por el interior
para tomar la séptima
y el violinista tocaba de nuevo
y cuando Lucky Mike ganó 4 a 5 en la octava
él seguía haciendo música.
luego de que Dumpty’s Goddess tomara la última
y todos empezaran a caminar el largo y lento camino hacia sus coches
derrotados y en la ruina de nuevo
el violinista continuaba
mandando su música tras ellos
y me senté a escuchar
ambos estábamos solos allí y
cuando acabó aplaudí.
el violinista se paró
me miró y se inclinó.
luego puso su violín en la caja
se irguió y bajó por las gradas.
le dejé unos pocos minutos
y luego me paré
y empecé el largo y lento camino hacia mi coche.
estaba anocheciendo.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Digamos que ganaste (por Blanca Varela)

digamos que ganaste la carrera
y que el premio
era otra carrera
que no bebiste el vino de la victoria
sino tu propia sal
que jamás escuchaste vítores
sino ladridos de perros
y que tu sombra
tu propia sombra
fue tu única
y desleal competidora.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Por una vez (por Saiz de Marco)

Por una vez la alegría
del perro jugando con la nieve
en esta mañana que amaneció blanca

Por una vez la alegría
así sin prenostalgias
sin sombras de antepérdida
sin alertas que avisen de su caducidad

Por una vez así
en el siempreahora
animalmente así
para nosotros también así por una vez
la alegría

sábado, 25 de septiembre de 2010

Tres fósforos (por Jacques Prévert)

Tres fósforos encendidos uno tras otro en la noche
el primero para ver tu cuerpo entero
el segundo para ver tus ojos
el tercero para ver tu boca
y la oscuridad para recordarlo todo
abrazándote

viernes, 24 de septiembre de 2010

Aguacero (por Aimé Césaire)

Aguacero
bello músico
al pie de un árbol desvestido
entre las armonías perdidas
cerca de nuestras desencuadernadas memorias
entre nuestras manos de derrota
y pueblos de extraña fuerza
dejamos colgar nuestros ojos
y naciente
desenrollando el cordón de un dolor
sollozamos.

jueves, 23 de septiembre de 2010

¿Qué es lo que amamos? (por Djuna Barnes)

¡Ah, Dios mío, qué es lo que amamos!
¿Esta carne puesta en nosotros como un guante arrugado?
Huesos tomados deprisa de alguna lujuriosa cama,
y por ímpetu, el empujón del diablo.


Qué es lo que besamos con prisa,
¿esta boca que busca la nuestra, o aún más ese
pequeño ojo lastimoso en la engañada cabeza,
como si lamentara aquello que a nosotros nos falta?


¿Este pálido, este más que anhelante oído atento
que oye de la lastimosa boca la suave queja,
para marcar la silenciosa y la angustiada caída
de aún otra caliente y deformada lágrima?


Brazos cortos y magullados, pies muy separados
para caminar eternamente con nosotros desde la salida.
¿Ay, Dios, es ésta la razón que amamos,
no son tales cosas golpes mortales al corazón?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Ven y mécenos (por Fernando Pessoa)

Nuestra Señora
de las causas imposibles que buscamos en vano,
de los sueños que nos llegan al atardecer
por la ventana,
de los propósitos que nos acarician
y que nos duelen
porque sabemos que nunca seran realidad.

Ven y mécenos,
ven y acarícianos
besándonos silenciosamente en la frente,
tan levemente que no sepamos que nos besan,
salvo por una cierta alteración del alma.

Ven solemnisima,
solemnísima y plena.

martes, 21 de septiembre de 2010

Mi manera de amarte (por Antonio Gamoneda)

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos,
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Di, silencio (por José Saramago)

El de hoy no era un día de palabras,
de poemas intentados o discursos.
De los caminos, ninguno era el nuestro.
Para decirnos bastaba un acto sólo,
y ya que en las palabras no me salvo,
di, silencio, por mí lo que no puedo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Pero ya qué he de ser (por Eunice Odio)

Yo quisiera ser niña
para acoplar las nubes a distancia
(claudicadoras altas de la forma),
Para ir a la alegría por lo pequeño
y preguntar,
como quien no lo sabe,
el color de las hojas
¿Cómo era?
Para ignorar lo verde,
el verde mar,
La respuesta salobre del ocaso en retirada,
el tímido gotear de los luceros
en el muro vecino.
Ser niña
que cayera de pronto
dentro de un tren con ángeles,
que llegaban así, de vacaciones
a correr un poquito por las uvas,
o por nocturnos
fugados de otras noches
de geometrías más altas.
Pero ya, ¿qué he de ser?
Si me han nacido estos ojos tan grandes,
y esos rubios quereres de soslayo.
Cómo voy a ser ya
esa que quiero yo
niña de verdes,
niña vencida de contemplaciones,
cayendo de sí misma sonrosada,
… si me dolió muchísimo decir
para alcanzar de nuevo la palabra
que se iba,
escapada saeta de mi carne,
y me ha dolido mucho amar a trechos
impenitente y sola,
y hablar de cosas inacabadas,
tinas, cosas de niños,
de candor disimulado,
o de simples abejas,
enyugadas a rosarios tristes.
O estar llena de esos repentes
que me cambian el mundo a gran distancia.
Cómo voy a ser ya
niña en tumulto,
forma mudable y pura,
o simplemente, niña a la ligera,
divergente en colores
y apta para el adiós
a toda hora.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Laberinto hijo mío (por Blanca Varela)

porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío

no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie

aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme -nada infinita-
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver

viernes, 17 de septiembre de 2010

Me la tragué despacio (por Consuelo Tomas)

Yo había llegado tarde al reparto de los dorados dones
Alguien que tenía prisa
olvidó una carcajada que me movió su cola
Lástima me daba verla sin boca ni motivo
La recogí aquel día memorable con cuidado
de madre
me la tragué despacio como quien traga espuma

Desde entonces la risa me acompaña
me preserva del miedo a lo que se me esconde
de la vida sin abrazos
de sendero de ausencias adentro de mi pecho
y los cuchillos que clavan los formales

No me permite distraerme en el lamento
ni autoidolatrarme
Me mantiene alerta contra los infames
los que mintiendo humanidad destilan sombra
en jardines de hierro y fraude

La risa recoge para mí
las flores que no alcanzo
y me ayuda a entender
la eterna vacuidad de aquellos que no ríen
por temor a que una carcajada enorme
se los trague

jueves, 16 de septiembre de 2010

Y la tierra siguió en su silencio (por Jules Laforgue)

Como necio parásito de un planeta oscuro,
en la infinidad sonora de clamores eternos,
aquí, lugar cualquiera, he nacido y vivo,
y sólo es mi deseo que se sepa y se detenga todo.
Que por un grito perdido en la tormenta
los océanos callen de pronto el aullido de sus olas,
que por traer flores a mi tumbra
los soles en masa dejen su verbena.
¡Pobre corazón ingenuo! Rómpete, no eres nada.
Muchos otros murieron con ansias iguales
y la tierra siguió en su silencio.
Todo es duro, descorazonado, superior a ti.
Sufre, ama, espera siempre y baila
sin nunca exigir ese Porqué universal.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El mundo de los demás (por Miguel Hernández)

El mundo es como aparece
ante mis cinco sentidos,
y ante los tuyos que son
las orillas de los míos.
El mundo de los demás
no es el nuestro: no es el mismo.
Lecho de agua que soy,
tú, los dos, somos el río
donde cuando más profundo
se ve más despacio y límpido.
Imágenes de la vida:
a la vez que recibimos,
nos reciben entregadas
más unidamente a un ritmo.
Pero las cosas se forman
con nuestros propios delirios.
El aire tiene el tamaño
del corazón que respiro
y el sol es como la luz
con que yo le desafío.
Ciegos para los demás,
oscuros, siempre remisos,
miramos siempre hacia adentro,
vemos desde lo más íntimo.
Trabajo y amor me cuesta
conmigo así, ver contigo;
aparecer, como el agua
con la arena, siempre unidos.
Nadie me verá del todo
ni es nadie como lo miro.
Somos algo más que vemos,
algo menos que inquirimos.
Algún suceso de todos
pasa desapercibido.
Nadie nos ha visto. A nadie,
ciegos de ver, hemos visto.

martes, 14 de septiembre de 2010

Adolescente (por Wislawa Szymborska)

¿Yo, adolescente?
Si de repente, aquí, ahora, se plantara ante mí,
¿tendría que saludarla como a una persona próxima,
a pesar de que es para mí extraña y lejana?

¿Soltar una lágrima, besarla en la frente
por el mero hecho
de que tenemos la misma fecha de nacimiento?

Hay tantas diferencias entre nosotras
que probablemente sólo los huesos son los mismos,
la bóveda del cráneo, las cuencas de los ojos.

Porque ya sus ojos son como un poco más grandes,
sus pestañas más largas, su estatura mayor
y todo el cuerpo recubierto de una piel
ceñida y tersa, sin defectos.

Nos unen, es cierto, familiares y conocidos,
pero casi todos están vivos en su mundo
y en el mío prácticamente nadie
de ese círculo común.

Somos tan diferentes,
pensamos y decimos cosas tan distintas...

Ella sabe poco,
pero con una obstinación digna de mejores causas.

Yo sé mucho más,
pero, a cambio, sin ninguna seguridad.

Me muestra unos poemas
escritos con una letra cuidada, clara,
que no tengo ya desde hace tiempo.

Leo y leo esos poemas.
A lo mejor este de aquí,
si lo acortáramos
y lo corrigiéramos en un par de lugares.
El resto no augura nada bueno.

La conversación no fluye.
En su pobre reloj
el tiempo es barato e impreciso.
En el mío mucho más caro y exacto.

Al despedirnos nada, una especie de sonrisa
y ninguna emoción.

Sólo cuando desaparece
y olvida con las prisas la bufanda.

Una bufanda de pura lana virgen,
a rayas de colores,
hecha a ganchillo
por nuestra madre para ella.

Todavía la conservo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Antes que nosotros (por Fernando Pessoa)

Antes que nosotros por las mismas arboledas
pasaba el viento, cuando había viento,
y las hojas no se movían
de modo diferente al de hoy.

En vano nos agitamos y pasamos.
No hacemos más ruido en lo que existe
que las hojas de los árboles
o los pasos del viento.

Tratemos pues con abandono asiduo
de entregar nuestro esfuerzo a la Naturaleza
y no querer más vida
que la de los verdes árboles.

Inútilmente parecemos grandes.
Excepto nosotros, nada en el mundo
saluda nuestra grandeza
ni sin querer nos sirve.

Si aquí, junto al mar, mi huella en la arena
el mar con tres olas la borra,
¿qué hará en la otra playa
donde el mar es el Tiempo?

domingo, 12 de septiembre de 2010

Como todos (por Saiz de Marco)

Como todos
ellos cruzaron por el sitio
donde las palabras tienen prohibido el tránsito
vedado el acceso
por el lugar donde habita todo eso que no puede ser dicho con los labios
que no puede escribirse en un papel

Como todos
ellos también pisaron el amplio espacio de lo impalabrable
la avenida de todo lo que no cabe en la parquedad de las palabras
(tan deficientes
tan defectuosas)
en la estrechura de los adjetivos
en la insignificancia de los verbos
en el espectro breve del lenguaje

Como todos
cruzaron esa zona
(aunque ahora estén vendiendo en un mercado
midiendo la presión de los neumáticos
o dando sepultura a algún cadáver)

Como todos
ellos han deambulado
han marchado también alguna vez
sobre el dintel de todos los idiomas
bajo el umbral de todos los hablares
por encima o debajo del Decir

Como todos
ellos también viajaron por los dominios de lo no lenguable
por el territorio de lo sin nombre
por la demarcación de lo indecible

Como todos
ellos también pasaron
ellos también cruzaron por ahí

sábado, 11 de septiembre de 2010

En el corazón del nacimiento (por Sam Hamill)

En el instante en que me pregunto
si la orquídea va a morir
ella florece
y no puedo explicar la emoción
en mi corazón, ni por qué tanto placer
proviene de ese pequeño capullo
en el extremo de un delgado tallo,
de esa pequeña flor
sanguínea roja dorada
abriéndose en el apogeo del verano
pequeña, perfecta en su plenitud.
Incluso para un poeta
de cabellos blancos y rostro curtido,
ella es en su pureza, erótica,
pistilo y estambre, polen,
rocío del mundo, una cucharada
de tierra y de agua.
Ella es erótica
porque en el corazón del nacimiento
la muerte afirma su existencia,
y el efecto dramático de los viejos prismas luminosos
del alba, allí en las húmedas ramas del cedro,
profundísimo misterio
mientras lavo la vajilla al atardecer
o bromeo con mi esposa,
quien a cada momento se vuelve más bella
simplemente porque uno de nosotros ha de morir.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Cada minuto (por Sarah Manguso)

¿Quién dice que es tan fácil salvar vidas?
En mitad de una entrevista de trabajo puede
que veas al gato desde la ventana en el piso diecisiete
cuando cruza la calle contra el tráfico,
cuando vas a responder una pregunta
acerca de tu peor rasgo de carácter
y mientes al decir que eres demasiado cuidadosa.
¿Y qué si sigues viendo al gato en todo momento y no puedes salvarlo?
El fracaso se parece más a esto que a duelos o maratones.
Todo se puede salvar, y no llegar a tiempo lo evita.
A cada minuto, respondes a la pregunta
y miras por la ventana de la iglesia para ver
a tu gran amor cegado por el resplandor, cruzando la calle, solo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Aún no sé qué cargos se me imputan (por Françoise Roy)

El tribunal tiene asientos de terciopelo rojo. Han invitado al juicio a todos mis conocidos, que serán llamados a atestiguar en mi contra. Me llaman, esposada y amordazada, a la barra de los acusados. Los cargos son recitados por el juez en alejandrinos polirrítmicos: 'Por los cisnes sedosos que acarician las cañas / con sus quillas de plumas a medio luminosas / una rosa de nieve deshoja ella infinita / cuyos pétalos forman círculos en las aguas'.

¿Qué será el cisne? ¿Serán mis últimas palabras como el 'padre, padre, ¿por qué me has abandonado?' ¿El don de profecía, el anunciador de fallecimientos? Pienso en la rosa de nieve, y en qué dádiva del invierno podría significar esa copa de pétalos en la blancura de un prado. El fiscal se da cuenta que no entendí nada y repite la misma acusación en endecasílabos: 'Para el cisne sedoso entre las cañas / con su quilla de plumas luminosas / deshoja sin cesar la rosa nívea / y turba con sus pétalos el agua'. Menos entiendo. Ahora el agua se turba como se arrugaría un espejo viejo: no sé si se trata del estanque que llevo dentro y donde un lapidador invisible arroja piedras. El rojo de la rosa, tal vez, es la tintura de cinabrio que pinta mi corazón (pobre, se ha hecho tan pálido, tal vez ni a rosado llegue).

El tiempo corre, gacela fantasmal en el sombrajo del monte. Aún no sé qué cargos se me imputan. El cisne nada en círculos en mi mente. Trae en el pico una rosa de hielo con escarcha en las espinas. Volteo hacia el jurado, buscando en la negra profundidad de los ojos que me acribillan una estrella de clemencia, una mínima estrella, una pupila de luz en la oscura bóveda. Veo una guillotina.


miércoles, 8 de septiembre de 2010

Octava elegía (por Rainer Mª Rilke)

Con todos los ojos ve la criatura
lo abierto. Pero nuestros ojos están
como al revés, y completamente en torno suyo
cercan como trampas, alrededor de su libre salida.
Sólo sabemos lo que hay fuera por la cara del animal,
pues ya desde el principio volteamos al niño
y lo forzamos a que vea de espaldas la creación,
no lo abierto, que en la mirada animal es tan profundo.
Libre de la muerte. Sólo nosotros la vemos;
el libre animal tiene su final siempre detrás
y delante de sí a Dios, y cuando anda, anda
en la eternidad, como andan las fuentes.
Nunca tenemos, ni siquiera un solo día, el espacio puro
delante de nosotros, donde las flores se abren
interminablemente. Siempre está el mundo,
y nunca ninguna parte sin no: la pura, la no vigilada,
la que uno respira e interminablemente conoce y no
anhela. De niño se pierde uno tranquilamente en ella
y nos despiertan a sacudidas. O alguien muere y ya.
Porque cerca de la muerte uno ya no ve a la muerte,
y mira fijamente hacia afuera, quizá con gran mirada
animal. Los amantes -si no estuviera el otro,
que obstruye la vista- se acercan y se asombran…
Como por equivocación, está abierto para ellos detrás
del otro… Pero ninguno avanza y el mundo se queda
de nuevo para él. Siempre vueltos hacia la creación,
vemos solamente sobre ella el reflejo de lo libre,
oscurecido por nosotros. O que un animal, mudo, alza
los ojos tranquilamente y ve al través y a través de nosotros.
Esto se llama destino. Estar enfrente y nada más que eso,
siempre enfrente.
Si existiera una conciencia como la nuestra en el seguro
animal que viene hacia nosotros en otra dirección,
nos volcaría con su paso. Pero su ser es para él
infinito, inasible, no tiene vista hacia su condición; es
puro, tal como su mirada abierta hacia delante. Y donde
nosotros vemos el futuro, ahí ve él el todo, y a sí mismo
en el todo, y salvado para siempre.

Y sin embargo hay en el vigilante, cálido animal
el peso y la inquietud de una gran melancolía.
Pues él también siempre lleva consigo lo que a nosotros
con frecuencia nos abruma, el recuerdo,
como si el sitio hacia donde corremos como impelidos
alguna vez hubiera estado más cerca, hubiese sido más
leal, su contacto infinitamente tierno. Aquí todo
es distancia, allá todo era aliento. Después
de su primer hogar el segundo es para él híbrido
y mudable. Oh, santidad de la criatura pequeña,
que permanece siempre en el vientre que la parió.
Oh, suerte del mosquito, que aun adentro retoza,
incluso en sus bodas: pues el vientre es todo.
Y mira, la media seguridad del pájaro que, desde
su origen, casi conoce ambas cosas, como si fuera un alma
de los etruscos, salida de un muerto, a quien
un espacio acogió, pero con la figura yacente como tapa.
Y qué perplejo está quien debe volar, y proviene
de un vientre. Como espantado de sí mismo, zigzaguea
en el aire, como cuando una grieta se abre en una taza.
Así cruza el rastro del murciélago la porcelana del anochecer.

Y nosotros: siempre espectadores, en todas partes,
¡vueltos hacia el todo, nunca hacia afuera! El todo
nos colma. Lo ordenamos. Se desintegra. Lo volvemos
a ordenar y nos desintegramos nosotros mismos.

¿Quién nos ha volteado así, que hagamos lo que hagamos
mantenemos la actitud de alguien que se va? Como quien,
desde la última colina, que le muestra una vez más todo
su valle, se vuelve, se detiene, permanece un momento,
así vivimos nosotros, y siempre nos estamos despidiendo.

martes, 7 de septiembre de 2010

Nocturno (por Caballero Bonald)

Por las ventanas, por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.
Entra la noche como un trueno
por los rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozos,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.
Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos,
y en la blancura de las páginas
entra también la noche.
Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.
Entra la noche como un grito
por el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre los últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Pausa (por Octavio Paz)

Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.

Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.

Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Ayer me porté mal (por Wislawa Szymborska)

Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntar por nada,
sin sorprenderme de nada.

Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.

Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.

El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.

Ningún cómo, ningún por qué,
o de dónde ha salido éste,
o para qué quiere tantos impacientes detalles.

Fui como un clavo superficialmente clavado a la pared,
o
(aquí una comparación que no se me ha ocurrido).

Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.

En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había pan de ayer cortado de forma distinta.

Las nubes como nunca y la lluvia como nunca,
porque era con otras gotas que llovía.

La Tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.

Duró sus buenas 24 horas.
1.440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.

El cósmico savoir-vivre
aunque calla sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas.



sábado, 4 de septiembre de 2010

Ése es el momento (por Sáez de Ibarra)

Mirándose a los ojos en un espejo
sin desviarlos
durante ocho o diez minutos
-según los casos-
antes de que resulte aburrido, tonto o fastidioso
hay un instante
en que uno puede descubrir si es feliz.
Ése es el momento del cataclismo.
Luego
años más tarde
o un solo segundo después
podemos:
sostener la mirada
o
caer en el olvido.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Quién taladró mi sueño (por Federico Gª Lorca)

¡Me habéis dejado sobre una flor
de oscuros sollozos de agua!


El llanto que aprendí
se podrá viejecito
arrastrando su cola
de suspiros y lágrimas.


Sin brazos, ¿cómo empujo
la puerta de la Luz?
Sirvieron a otro niño
de remos en su barca.


Yo dormía tranquilo.
¿Quién taladró mi sueño?
Mi madre tiene ya
la cabellera blanca.


¡Me habéis dejado sobre una flor
de oscuros sollozos de agua!

jueves, 2 de septiembre de 2010

El bisonte (por Jorge Luis Borges)

Montañoso, abrumado, indescifrable,
rojo como la brasa que se apaga,
anda fornido y lento por la vaga
soledad de su páramo incansable.
El armado testuz levanta. En este
antiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia
de su decurso, tan variable y vano.
Intemporal, innumerable, cero,
es el postrer bisonte y el primero.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Porque no abrigo esperanzas de volver (por T. S. Eliot)

Porque no abrigo esperanzas de volver otra vez
porque no abrigo esperanzas
porque no abrigo esperanzas de volver
ansiando el donde este hombre de este otro sus andanzas
no lucho por llegar hacia esas cosas
(¿Por qué no ha de abrir el halcón sus alas ya andrajosas?)
¿Por qué he de lamentar
el perdido poder del reino usual ?

Porque no abrigo esperanzas de conocer otra vez
la cierta hora de tan incierta gloria
porque no pienso así
y porque sé que no conoceré
la única veraz potencia transitoria
puesto que he de beber, ahí,
donde florecen los árboles y las vertientes fluyen,
porque otra vez no hay nada.
Porque yo sé que el tiempo es siempre tiempo
y que el lugar es siempre y solamente un lugar
y que lo que es actual lo es sólo en cierto tiempo
y para un solo lugar
me alegro que sean así las cosas
y renuncio a la vez
a la sagrada faz y también a la voz
entonces, como no me es posible pensar que he de volver
me regocijo al tener que construir algo que me proporcione regocijo

Y ruego a Dios que nos tenga misericordia
ruego que nos haga olvidar
estos asuntos que originan en mí tanta discordia
ya que los he discutido y me los he explicado demasiado
porque no abrigo esperanzas de volver otra vez
que estas palabras respondan
por lo que ya se ha hecho que no se hará otra vez
y que se nos juzgue con misericordia
porque con estas alas no es posible volar
son simples abanicos y para abanicar
un aire seco ya y muy reducido
más seco, más reducido que la voluntad
enséñanos a sentir y a prescindir,
danos tranquilidad.

Ora por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Ora por nosotros por ahora y en la hora de nuestra muerte.