zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 31 de diciembre de 2012

Se apagan dulcemente (por Ángel González)



Entonces,
en los atardeceres de verano,
el viento
traía desde el campo hasta mi calle
un inestable olor a establo

y a hierba susurrante como un río

que entraba con su canto y con su aroma
en las riberas pálidas del sueño.

Ecos remotos,
sones desprendidos
de aquel rumor,
hilos de una esperanza
poco a poco deshecha,
se apagan dulcemente en la distancia:

ya ayer va susurrante como un río

llevando lo soñado aguas abajo,
hacia la blanca orilla del olvido...


domingo, 30 de diciembre de 2012

Tener que elegir (por Philip Larkin)

No, nunca he encontrado un lugar
del que pudiera decir
Esta tierra es mía,
Aquí debería quedarme;
Tampoco he conocido a ese alguien especial
que de inmediato me exigiera
todo lo que es mío
hasta mi nombre.

Encontrar algo así parece probar
que no quieres tener que elegir dónde
echar raíces, o a quién amar;
Les pides que te echen fuera
irrevocablemente,
de modo que no sea tu culpa
si la ciudad se vuelve monótona
y la muchacha una estúpida.

Con todo, incluso perdiéndolas
quedas obligado a actuar
como si lo que te tranquilizara
de hecho, te destrozara.
Así que será más sabio que dejes
de pensar que aún podrías hallar
lo que hasta ahora no has llamado
tu mujer, tu lugar.


sábado, 29 de diciembre de 2012

Insomnio (por Fernando Pessoa)

No duermo, ni espero dormir.
Ni en la muerte espero dormir.

Me espera un insomnio de la largura de los astros,
y un bostezo inútil de la extensión del mundo.

No duermo; no puedo leer cuando despierto de noche,
no puedo escribir cuando despierto de noche,
no puedo pensar cuando despierto de noche
–¡Dios mío, ni soñar puedo cuando despierto de noche!–.

¡Ah, el opio de ser otra persona cualquiera!

No duermo, yazco, cadáver despierto, sintiendo,
Y mi sentimiento es un pensamiento vacío.
Pasan por mí, trastornadas, cosas que me sucedieron
–todas aquellas de las que me arrepiento y culpo–;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no me sucedieron
–todas aquellas de las que me arrepiento y culpo–;
pasan por mí, trastornadas, cosas que no son nada,
e incluso por ésas me arrepiento, me culpo y no duermo.

No tengo fuerzas para tener la energía para encender un cigarro.
Observo la pared frontera de mi cuarto como si fuese el universo.
Allá fuera está el silencio de esa cosa toda.
Un gran silencio atemorizante en otra ocasión cualquiera,
en otra ocasión cualquiera en que yo pudiera sentir.

Estoy escribiendo versos realmente simpáticos
–versos diciendo que no tengo nada que decir,
versos que insisten en decir eso,
versos, versos, versos, versos, versos–...
Tantos versos...
¡Y la verdad toda, y la vida toda fuera de ellos y de mí!

Tengo sueño, no duermo, siento y no sé en qué sentir.
Soy una sensación sin persona correspondiente,
una abstracción de autoconsciencia sin de qué,
salvo lo necesario para sentir consciencia,
salvo –vaya a saber salvo qué...

No duermo. No duermo. No duermo.
¡Qué gran sueño en toda la cabeza y encima de los ojos y en el alma!
¡Qué gran sueño en todo salvo en el poder dormir!

¡Oh madrugada, tardas tanto... Ven...
Ven, inútilmente,
a traerme otro día igual a éste, que será seguido por una noche igual a ésta...

Ven a traerme la alegría de esta esperanza triste,
porque siempre eres alegre, y siempre traes esperanzas,
según la vieja literatura de las sensaciones.

Ven, trae la esperanza, ven, trae la esperanza.
Mi cansancio entra dentro del colchón.
Me duele la espalda por no estar acostado de lado.
Si estuviera acostado de lado me dolería la espalda por estar acostado de lado.

¡Ven, madrugada, llega!

¿Qué hora es? No lo sé.
No tengo energía para extender una mano hasta el reloj,
no tengo energía para nada, para nada más...
Solo para estos versos, escritos al día siguiente.
Sí, escritos al día siguiente.
Todos los versos son siempre escritos al día siguiente.

Noche absoluta, sosiego absoluto, allá fuera.
Paz en toda la Naturaleza.
La Humanidad reposa y olvida sus amarguras.
Exactamente.
La Humanidad olvida sus alegrías y amarguras,
se acostumbra decir esto.
La Humanidad olvida, sí, la Humanidad olvida,
pero incluso despierta la Humanidad olvida.
Exactamente, pero no duermo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Suma de la voz aislada (por Enriqueta Arvelo)



Gracias a los que se fueron por la vereda oscura
moliendo las hojas tostadas.
A los que me dijeron: espéranos bajo ese árbol.

Gracias a los que se fueron a buscar fuego para sus cigarrillos
y me dejaron sola,
enredada en los soles pequeños de una sombra olorosa.
Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed
y me dejaron ahí
bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido.
Gracias a los que me dejaron oyendo un canto enselvado
y viendo soñolienta los troncos bordados de lianas marchitas.
Ahora voy indemne entre las gentes.

Toda la mañana ha hablado el viento

Toda la mañana ha hablado el viento
una lengua extraordinaria.

He ido hoy en el viento.
Estremecí los árboles.
Hice pliegues en el río.
Alboroté la arena.
Entré por las más finas rendijas.
Y soné largamente en los alambres.

Antes -¿recuerdas?-
pasaba pálida por la orilla del viento. Y aplaudías.

Suma de la voz aislada

En el aire ancho y aromado ha ido sola mi voz.
En vano busqué ansiosa.
Todas las voces se habían ido.

Ahuecaba mis manos y lanzaba mi voz.
Y salía a recogerla. Yo misma.
Qué dolor desolado, agrupadas voces,
el de no tener la voz compañera.
En el ámbito soleado y ciego,
en la zona sin voces,
sobre la grama desmandada,
he ido presente por caminos que no me oían.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Mozart (por Marius Torres)


Llevados de un ritmo fácil y profundo,
también nuestros compases querrían, uno a uno,
volar y sonreír.

También nuestra ley es una gracia ardiente,
ala de un orden en movimiento,
rápida, libre...

Puede que nuestra vida sea un instrumento inútil,
pero vivir es música.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Oídas desde lejos (por Gabriel Celaya)



Melancolía. Infancia
perpetua. Las campanas
oídas desde lejos
ya entonces, aunque estaban
sonando en el momento
de una tarde dorada.
Momentos en suspenso.
Vibrantes distancias.
Parece que no pasa
nada. Pero yo observo
en esta tarde en pausa,
que no soy el que mira,
que soy el que miraba.

martes, 25 de diciembre de 2012

Hacia la orilla del Reverso (por Czeslaw Milosz)


Me preguntas, cómo rezar a alguien que no existe.
Sólo sé que la plegaria levanta un puente de seda
por el que avanzamos como en un trampolín
hasta alzar el vuelo por encima de los paisajes de oro profundo
cambiados por el mágico síncope del sol.
Este puente va hacia la orilla del Reverso
donde el otro lado de las cosas revela un sentido
apenas sospechado de las palabras “Esto es”.
Mira, estoy diciendo: Nosotros. Y cada uno en su singularidad
siente allí la compasión por los que siguen presos en el cuerpo,
y sabe que, incluso si no existiera la otra orilla,
igual tendrían que entrar en el puente tendido sobre la tierra.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Y tú puedes hacerme (por Juan A. González Iglesias)



Déjame que te abrace, ahora que todavía
tu piel no lleva escritas las mentiras del mundo
y tus labios son sede sólo de la hermosura.
Porque sólo he querido ser bueno y verdadero,
y tú puedes hacerme,
déjame que te abrace.





domingo, 23 de diciembre de 2012

Ella era agua (por Marco Antonio Campos)



Como rama al romperse en el invierno blanco,
corazón lloró a la estrella; triste era el olmo,
y hace muchos años; cuánta fuerza y fiereza
en la adolescencia sin dirección, quién se atrevería
a decir: "Por aquí pasó el vendaval"; Dios creció
las ramas y cortó las hojas para que supiéramos
de la felicidad, si la luz pasa. ¡Ah, el Danubio!
Estrella lloraba el corazón, ella era agua
que sabía a vino; donde llegaba se oía
la luz. Era la estrella en el invierno blanco.
Era blanca y hermosa como el pueblo donde nació.
Ella me queda, me vive en mí, me llama
como un remordimiento.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Y cuidad de mi hijo (por Roberto Bolaño)

Libros que compro
entre las extrañas lluvias
y el calor
de 1992
y que ya he leído
o que nunca leeré
libros para que lea mi hijo
la biblioteca de Lautaro
que deberá resistir
otras lluvias
y otros calores infernales
-Así pues, la consigna es ésta:
resistid queridos libritos
atravesad los días como caballeros medievales
y cuidad de mi hijo
en los años venideros

viernes, 21 de diciembre de 2012

Me sirve no me sirve (por Mario Benedetti)

La esperanza tan dulce
tan pulida tan triste
la promesa tan leve
no me sirve

no me sirve tan mansa
la esperanza

la rabia tan sumisa
tan débil tan humilde
el furor tan prudente
no me sirve

no me sirve tan sabia
tanta rabia

el grito tan exacto
si el tiempo lo permite
alarido tan pulcro
no me sirve

no me sirve tan bueno
tanto trueno

el coraje tan dócil
la bravura tan chirle
la intrepidez tan lenta
no me sirve

no me sirve tan fría
la osadía

sí me sirve la vida
que es vida hasta morirse
el corazón alerta
sí me sirve

me sirve cuando avanza
la confianza

me sirve tu mirada
que es generosa y firme
y tu silencio franco
sí me sirve

me sirve la medida
de tu vida

me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
sí me sirve

me sirve tu batalla
sin medalla

me sirve la modestia
de tu orgullo posible
y tu mano segura
sí me sirve

me sirve tu sendero
compañero.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Sucesión y engaño (por Jorge Luis Borges)



¿Dónde estarán los siglos?, ¿dónde el sueño

de espadas que los tártaros soñaron?,

¿dónde los fuertes muros que allanaron?,

¿dónde el árbol de Adán y el otro leño?

El presente está solo. La memoria

erige el tiempo. Sucesión y engaño

es la rutina del reloj. El año

no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo

de agonías, de luces, de cuidados;

el rostro que se mira en los gastados

espejos de la noche no es el mismo.

El hoy fugaz es tenue y es eterno;

otro cielo no esperes, ni otro infierno.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Una ensordecedora ausencia (por Derek Walcott)


Algo remoto brama en los oídos de esta casa;
cuelga apacible en las cortinas, paraliza los espejos
hasta que los reflejos pierden su sustancia.

Algo como el rechino de un molino de viento suena
hasta parar en seco;
una ensordecedora ausencia, un vendaval.

Algo cerca este valle, agobia esta montaña,
aparta el signo, empuja este lápiz
por una espesa nada, ahora,
fleta las alacenas de silencio, dobla la ropa avinagrada
como los trajes del muerto, dejados exactamente
tal como procedió el difunto al lado de la amada,
incrédulos, esperando que alguien los lleve puestos.

martes, 18 de diciembre de 2012

Me curó una carcajada (por Bertolt Brecht)



Durante siete años no pude dar un paso.

Cuando fui al médico me preguntó:

¿Por qué llevas muletas?

Porque estoy tullido
, respondí.



No es extraño, me dijo.

Prueba a caminar. Son esos trastos

los que te impiden andar.

¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!



Riendo como un monstruo,

me quitó mis hermosas muletas,

las rompió sobre mi espalda sin dejar de reir

y las arrojó al fuego.



Ahora estoy curado. Ando.

Me curó una carcajada.

Tan sólo a veces, cuando veo palos,

camino algo peor por unas horas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Allí están ellos (por Roberto Bolaño)

Lee a los viejos poetas, hijo mío
y no te arrepentirás
Entre las telarañas y las maderas podridas
de barcos varados en el purgatorio
allí están ellos
¡cantando!
¡ridículos y heroicos!
Los viejos poetas
Palpitantes en sus ofrendas
Nómades abiertos en canal y ofrecidos
a la nada
(pero ellos no viven en la nada
sino en los sueños)
Lee a los viejos poetas
y cuida sus libros
Es uno de los pocos consejos
que te puede dar tu padre

domingo, 16 de diciembre de 2012

Poética (por Aurora Luque)


Un equipaje sobrio
–una escueta sintaxis despojada
y dos pronombres falsos–
para un fin de milenio. Inservible el amor:
ése es el tema. –¿Acaso no me oyes?
¿No basta imaginar que oyes cómo escribo
para que me parezcan
rentables el hastío y la escritura?
–Desherédame, lengua. No te sirvo.
No acudo a las palabras limpiamente.
Sólo acaricio aquéllas que me queman
y que saben a labios o a odisea.
Sólo quiero adular a la familia
de las palabras muertas del amor.
Será inútil seguir. Queda sólo un pronombre.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Corro por sus pasillos (por Yaoska Tijerino)


I

La niña que fui
corro por sus pasillos.

Avanzo sobre la madera
tanteando con los ojos
el rojo quemado de las barandas.

El sol se cuela en el jardín
y las plantas lo saludan
con un rumor verde.

Casi nada ha cambiado.

Avanzo más rápido.

El corazón me recuerda
la naturaleza de mi propia fuerza.

Estoy nerviosa
aunque todo me complace en esta casa.

Las puertas son piezas
de un rompecabezas
que reconstruyo en la memoria.

Todo es tan similar y tan distinto:

Soy yo
la que todavía pepena la imagen
al pie de estas paredes.

Ya no somos los mismos
que acomodamos recuerdos
entre retrateras.

Estoy por llegar al área de mi Tío.

¿Cómo estará?

¿Por dónde deambulará
su apetitoso intelecto?

¿Y la boina?

¿Cuántas ideas que ni sospecho
se debaten bajo esa boina?

II

Sé que detrás de esta puerta
me espera con su oficio de alfarero,
rodeado de afiches,
en la misma mesita roja.

“¡Tío Flavio!” le digo
a través de la rendija y el cedazo.

Se acerca con dificultad
aunque me saluda con voz ágil.

Entro, me siento y platicamos.

Como siempre la conversación fluye.
Parece que fue apenas ayer
que escribimos la línea anterior
y hoy sólo recobramos el vuelo.

“Carísimo Tío”
como el de antes
conserva la sorpresa del niño.

Sin embargo,
lo noto arañado por el tiempo
con los huesos resentidos tras cada invierno.

Me duele el dolor de sus articulaciones,
me duele en las articulaciones de cada verso
que para mí
es como que me doliera
en el cuerpo entero.

Y vuelvo a pensar en la casa
con sus pasillos, balcones, y corredores.
En la niña que fui corriendo sobre mi infancia,
machacando el tiempo a gusto
ante la realidad de un espejo sin horas.
Y en todo lo que representa este espacio
que a pesar del trajín de los años
sigue dando textura a mi tiempo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Me abrazo a tus ausencias (por Mario Benedetti)

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Tendió su mano hacia mí (por Ivan Turgueniev)

Iba desde Hamburgo a Londres en un pequeño vapor. Éramos dos
pasajeros: yo y una hembra de mono, como ésas que un comerciante de Hamburgo
suele regalar a su pareja inglesa.
Ella estaba atada con una cadena a uno de los asientos en la cubierta, se movía con inquietud,
y gemía quejumbrosa como un pájaro.
Cada vez que pasaba a su lado alargaba su pequeña, fría mano negra,
mirando hacia mí con sus tristes, casi humanos ojos. Tomé
su mano, ella dejó de gimotear, y siguió moviéndose nerviosamente alrededor de mí.
Había una calma chicha. La mar se extendía por todas partes como una inmóvil
hoja de color plomizo. Una niebla radial se apoderó de la cubierta, parecía ligera y frágil,
aunque ocultaba la misma punta del mástil; aturdía y cansaba los ojos
con su oscuridad suave. El sol colgaba de un rojo opaco falto de definición en esta oscuridad;
pero en el preludio de la noche brillaba con extraña, espeluznante luz misteriosa.
De manera intermitente un delfín saltaba junto al barco; al final desapareció
por debajo de la superficie de olas apenas rizadas.
Y el capitán, un hombre silencioso con una sombría cara quemada por el sol, que fumaba un puro
corto junto a la borda, con furioso gesto escupía sobre la estancada mar opaca.
A todas mis preguntas respondía con gruñidos inconexos. Así que me vi obligado
a volver hacia mi única compañera: la mona.
Cuando me senté a su lado, ella volvió a dejar de quejarse, y otra vez tendió su mano hacia mí.
La niebla se aferraba oprimiéndonos en aquella somnolienta humedad, enterrándonos
en la misma ensoñación inconsciente, y seguimos sentados uno al lado del otro como hermano y hermana.
Sonrío ahora,... pero entonces tuve otra sensación.
Todos somos hijos de una madre, y me alegré de que la pobre
bestia se calmara, y se situara tan confiadamente junto a mí,

como un hermano.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tu nombre (por Gloria Fuertes)

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre.

Llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto,
y contarle que te llamas así.

Me creo, que siempre que lo digo me oyes.
Me creo, que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta,
y no llevo encima nada más que tu nombre.

martes, 11 de diciembre de 2012

Sujeta su albedrío (por Jorge Luis Borges)


Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino.
No saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

lunes, 10 de diciembre de 2012

El muelle (por Gabriel Celaya)

Me sentaba a pensar. O a no pensar, a ver.
Los barcos parecían juguetes de colores.
No podía creerlos. No eran verdad del todo.
Recurría a algo arcaico. Me negaba a mis ojos.
Y entonces sí, vivía verdad en los olores.
Yo podía tocar los atunes. Mentira.
Eran como unas momias de princesas marinas.
Yo podía beber lo mismo que bebían
aquellos pescadores en Alcalde o Shabino.
Mas sólo cuando olía comprendía su fiesta:
lo real sin razones de una vida secreta.

En un mínimo cuerpo (por Enriqueta Arvelo)

Pájaro pequeñísimo que recién nacido me dieron,
cómo me causó asombro
ver en tu implume y breve cuerpo
la vida, tan perfecta,
que ya alzaba tus alas
en ensayo del ensayo del vuelo.

Mas fue mayor mi asombro
cuando estuviste plenamente quieto.
Confunde ver la inmensa muerte
entrar toda en un mínimo cuerpo.

Y aún me diste otro asombro:
tú, el minúsculo en la vida,
crecías hasta parecerme un gran muerto.
Caído en mi mano,
con sudario de luz de tarde,
crecías ante mis ojos abiertos y mudos.
Crecías en la nada
como si fueses por lo eterno.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Por él avanzo (por Tomás Segovia)



De tan poco que pesas mi suelo se construye
Aun estando tú lejos el amor me rodea
Aunque duerma sin ti duermo en tu lecho
No tengo yo tu amor por él avanzo
En él se pone triste esta tristeza
De tan poco que pesas es tuyo todo el suelo
Tu amor tan fácil de llevar me empuja
Tus delicados labios gobiernan hondas zonas
De quién somos si tú te llamas mía
Fue hecho para ti este ser que tus manos
tan seguras de qué tocaban han tocado

sábado, 8 de diciembre de 2012

Hoy por hoy (por Javier Krahe)

La suave luz que anima mi ventana
temprano me avisó que ya era el día:
nuevo plazo de vida que venía.
Mañana ha sido hoy por la mañana.

Al filo del reposo, por lo sano
se ha cortado la línea divisoria
que separa mi propia trayectoria
de mi vida común de ciudadano.

El porvenir posible e indeciso
al ayer tan seguro le consulta.
El hoy por hoy me entrega y me resulta
un hoy por hoy de límite impreciso.

Mañana ha sido hoy tan de repente
y tengo que volver a hacerme cargo
de cuanto es dulce, de cuanto es amargo,
de cuanto casi me es indiferente.

Como el tiempo ni siente ni padece
lo mismo si hace alegre o si hace triste,
hoy estoy para todo lo que existe:
lo que ya va morir y lo que crece.

En este instante me siento quien soy.
Adelante y atrás todo es mi vida:
mi vida a la redonda y esparcida,
mezclada con el mundo, ayer y hoy.

Porque ayer me ha pasado su recibo:
otro día al alcance de la mano,
otro día de asombro cotidiano.
Porque, en fin, me parece que estoy vivo.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Donde menos lo esperes (por Mario Benedetti)


Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
seguro sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote a solas
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en ún arbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Dictados (por Saiz de Marco)

No es un dictado,
señora maestra,
ni es éste mi cuaderno de escritura
ni estamos ya en su clase de primaria.
Es mi diario,
el libro de mi vida.

Y si ahora usted corrigiera y tachara en rojo
los errores,
los equívocos
(como subrayaba en esos dictados, con rotulador rojo, las faltas de ortografía
–lo que, siendo con be, escribí yo con uve,
o las haches que omití o indebidamente puse…-),
si ahora usted corrigiera y subrayara
las equivocaciones de mi vida,
¡qué cúmulo de rayas y de enmiendas,
de subrayados rojos en mi libro!

Cuántos errores, señora maestra.

Y qué puedo decir
más que llegué al mundo sin saber ortografía;
que vine sin saber,
vine ignorante;
que nací inadvertido e iletrado.

Y que luego, cuando viví
e incurrí en todos los errores que siguieron,
tampoco nadie me había explicado
las bes, uves y haches del camino.

Tampoco entonces nadie me enseñó
a escribir los dictados de la vida.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sin acacia ni perro (por Juan Antonio Massone)

Yo fui un niño que tuvo patio
con un perro que se perdió una vez
y hasta el día de esta tarde no regresa.

Yo era un niño que olía tierra húmeda
y fue mío despedirme de momentos
como si el día acostumbrara a morir.

Yo fui un niño en un patio y ventolera
con más ladridos debajo de la tierra.
La nieve parece ahora menos blanca.

Yo era un niño que pactó con lagartijas
y queltehues invocando nuevas lluvias
en espera de pan con mantequilla.

Yo fui un niño y, de en medio del patio,
una acacia con nidos fue arrancada
los años aún no dicen para qué.

Yo era un niño con un perro
al que asustó la muerte muy temprano
y el pálpito quedó mío sin deseos.

Yo quedé niño de patio sin acacia
ni perro, ni estar seguro de nada más.
En los otros se quedaba la alegría.

martes, 4 de diciembre de 2012

Terrible, juvenil, me sentaba (por Gabriel Celaya)

Pavos reales, corzos, estanques de agua muerta.
Todo municipal, mas casi con princesas.
Inmensas avenidas de invierno y de pureza,
y un temblor invisible donde el árbol se acaba,
y un secreto buscando por ese laberinto
de senderos la forma posible de un oído,
que haga ser al sonido y al leve escalofrío
de unos visillos blancos en una casa antigua,
o quizás a mí mismo cuando iba adolescente
por esas soledades, respirando amarillos
cansancios y delicias, y empapado en nostalgias.

Mas de pronto terrible, juvenil, me sentaba
en un banco, ponía mi máquina portátil
de escribir en mis muslos, rimaba, tecleaba,
tocaba en el piano de mis adoraciones,
sin pensar que mis letras eran como metralla
contra el mágico parque.
Yo era tan joven, tan joven.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Adiós las mutuas manos (por Jorge Luis Borges)


Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna,
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde -repites vanamente-,
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra;
y te puede matar una guitarra.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Cómo va a haber muerte? (por William Faulkner)

Si hay dolor, que sea sólo lluvia,
y ésta sólo dolor de plata por el dolor en sí,
si estos verdes bosques sueñan aquí para despertar
en mi corazón, si yo amaneciera otra vez…

Pero dormiré, pues ¿cómo va a haber muerte
mientras en estas azules y soñolientas colinas de lo alto
tenga yo, como el árbol, mi raíz? Aunque esté muerto,
esta tierra que se agarra a mí encontrará mi aliento.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Mapas negros (por Mark Strand)


Ni la presencia de las piedras,
ni el viento que aplaude,
te dejarán saber
si has llegado,

ni el mar que únicamente
celebra adioses,
ni las montañas,
ni las ciudades en su agonía.

Nada te dirá
dónde estás.
Cada momento
es un lugar
en el que nunca has estado.

Puedes caminar
creyendo que irradias
luz a tu alrededor.
¿Y cómo podrías saberlo?

El presente siempre es oscuro.
Sus mapas negros
salidos de la nada
son sólo descripción

en su lento ascenso
hacia sí mismos,
su propio viaje,
su vacío,

la desolada, atemperada
necesidad de plenitud
mientras se alzan al ser,
son como aliento.

Y si acaso se les estudia,
sólo se descubre
demasiado tarde, que aquello
que interesaba

ya no existe.
En ninguno de ellos
aparece tu casa,
ni tus amigos

esperando tu aparición,
ni están tus enemigos
enumerando tus faltas.
Sólo estás tú allí,

diciendo hola
a aquello que serás,
y una hierba negra
sostiene la oscuridad estelar.