sábado, 31 de agosto de 2013
Se me cayó una parte (por Roberto Juarroz)
En una noche que debió ser lluvia
o en el muelle de un puerto tal vez inexistente
o en una tarde clara, sentado a una mesa sin nadie,
se me cayó una parte mía.
No ha dejado ningún hueco.
Es más: pareciera algo que ha llegado
y no algo que se ha ido.
Pero ahora,
en las noches sin lluvia,
en las ciudades sin muelles,
en las mesas sin tardes,
me siento de repente mucho más solo
y no me animo a palparme,
aunque todo parezca estar en su sitio,
quizá todavía un poco más que antes.
Y sospecho que hubiera sido preferible
quedarme en aquella perdida parte mía
y no en este casi todo
que aún sigue sin caer.
viernes, 30 de agosto de 2013
Hecha de risa y de entresijos (por Sánchez Santiago)
Miro tu boca tajante y llena de semillas.
No da palabras célebres.
No invoca.
No espera en sus ángulos húmedos
esos negocios crujientes de los hombres.
Y sin embargo
un curso de agua ciega no apagaría su luz,
hecha de risa y de entresijos.
Pido
que me caliente en el invierno su lengua,
por donde pasan piedras blancas
y peces resbaladizos
y frutos sin ánimo
hasta que tú los nombras.
jueves, 29 de agosto de 2013
Spleen (por Charles Baudelaire)
Cuando el cielo bajo y grávido pesa como una losa
sobre el espíritu gimiente víctima de largos enojos,
y el horizonte abrazando todo el círculo
nos depara un día negro más triste que las noches;
cuando la tierra se ha convertido en un calabozo húmedo,
donde la esperanza, como un murciélago,
va golpeando los muros con sus tímidas alas
y chocando la cabeza con los techos podridos;
cuando la lluvia extendiendo sus inmensos regueros
de una vasta prisión imita los barrotes,
y un pueblo mudo de infames arañas
viene a tender sus hilos en el fondo de nuestros cerebros,
las campanas de súbito saltan con furia
y lanzan hacia el cielo un horrísono aullido
como los espíritus errantes y sin patria
que se disponen a gemir obstinadamente.
Largos coches fúnebres, sin tambores ni música,
desfilan lentamente en mi alma. La esperanza,
vencida, llora, y la angustia atroz, despótica,
en mi cráneo abatido planta su bandera negra.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Reajustando tu conciencia (por Brian Patten)
En un nuevo amanecer
reajustando tu conciencia
te despiertas, y
despierto sueñas
o por lo menos lo parece,
con bosques por los que has pasado
y vidas que habrías atravesado a nado
si hubieras sido lo suficientemente fuerte.
martes, 27 de agosto de 2013
Otros hijos nacieron (por Nazim Hikmet)
Su madre
me dio un hijo.
Un hijo rubio, sin cejas.
Una bola de luz
hundida
en sus pañales azules.
Tres kilos pesa solamente.
Cuando mi hijo nació
otros hijos nacieron en Corea.
Eran semejantes a los girasoles.
Mac Arthur los ha segado.
Se fueron, hambrientos aún
de leche materna.
Cuando mi hijo nació
otros hijos vinieron al mundo
en las cárceles de Grecia.
Sus padres fueron fusilados,
y como si fuera lo primero
que se ha de contemplar en la tierra,
vieron rejas.
Cuando mi hijo nació
otros hijos nacieron en Anatolia.
Eran niños de ojos negros,
ojos azules,
ojos castaños.
Niños aún
estaban llenos de piojos.
Quién sabe cuántos de ellos
milagrosamente
sobrevivirán.
Cuando mi hijo nació
otros hijos nacieron en los paraísos más grandes del mundo.
En seguida fueron felices.
Cuando mi hijo tenga mi edad
ya no estaré en este mundo.
Pero ese mundo habrá de ser
como una cuna soberbia.
Una cuna que mecerá
en sus pañales de seda azul
a todos los niños
negros
amarillos
blancos.
lunes, 26 de agosto de 2013
Es tan hermoso ahora (por Norma Jean Baker -Marilyn Monroe-)
Mi amor duerme junto a mí.
Es tan hermoso ahora
como el niño que fue,
pero un niño que fuera
un león poderoso.
Es tan hermoso como
si ya estuviera muerto
y no pudiera dejar de amarme.
domingo, 25 de agosto de 2013
Sí, es extraño (por Philip Larkin)
Es extraño no saber nada, nunca estar seguro
de qué es verdad o correcto o real,
pero forzado a calificar o “Siento que”
o “Bueno, parece” o
“Alguien debe saber”.
Es extraño ignorar la forma como las cosas funcionan,
sus habilidades para encontrar lo que necesitan,
su sentido de la forma, la puntual semilla esparcida
y la voluntad de cambio;
sí, es extraño
incluso usar ese conocimiento para nuestra carne
que nos rodea con nuestras propias decisiones
y todavía gastar toda nuestra vida en imprecisiones.
Es por eso que cuando empezamos a morir
no tenemos ni idea del porqué.
de qué es verdad o correcto o real,
pero forzado a calificar o “Siento que”
o “Bueno, parece” o
“Alguien debe saber”.
Es extraño ignorar la forma como las cosas funcionan,
sus habilidades para encontrar lo que necesitan,
su sentido de la forma, la puntual semilla esparcida
y la voluntad de cambio;
sí, es extraño
incluso usar ese conocimiento para nuestra carne
que nos rodea con nuestras propias decisiones
y todavía gastar toda nuestra vida en imprecisiones.
Es por eso que cuando empezamos a morir
no tenemos ni idea del porqué.
sábado, 24 de agosto de 2013
Allí hablabas (por José Lezama Lima)
Vi de nuevo el rostro de mi madre.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas, casi
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, porque vi su sonrisa.
Que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracia,
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca dura como un diente de niño
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de una gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible y risible gaveta parlante.
Recorría los filos de la puerta
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más.
Con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante.
Parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltado por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.
Era una noche que parecía haber escindido
la noche del sueño.
La noche avanzaba o se detenía,
cuchilla que cercena o soplo huracanado,
pero el sueño no caminaba hacia su noche.
Sentía que todo pesaba hacia arriba,
allí hablabas, susurrabas, casi
para los oídos de un cangrejito,
ya sé, porque vi su sonrisa.
Que quería llegar
regalándome ese animalito,
para verlo caminar con gracia,
o profundizarlo en una harina caliente.
La mazorca dura como un diente de niño
en una gaveta con hormigas plateadas.
El símil de una gaveta como una culebra,
la del tamaño de un brazo, la que viruta
la lengua en su extensión doblada, la de los relojes
viejos, la temible y risible gaveta parlante.
Recorría los filos de la puerta
para empezar a sentir, tapándome los ojos,
aunque lentamente me inmovilizaba,
que la parte restante pesaba más.
Con la ligereza del peso de la lluvia
o las persianas del arpa.
En el patio asistían
la luna completa y los otros meteoros convidados.
Propicio era y mágico el itinerario de su costumbre.
Miraba la puerta
pero el resto del cuerpo permanecía en lo restado,
como alguien que comienza a hablar,
que vuelve a reírse,
pero como se pasea entre la puerta
y lo otro restante.
Parece que se ha ido, pero entonces vuelve.
Lo restante es Dios tal vez,
menos yo tal vez,
tal vez el raspado solar
y en él a horcajadas el yo tal vez.
A mi lado el otro cuerpo,
al respirar, mantenía la visión
pegada a la roca de la vaciedad esférica.
Se fue reduciendo
a un metal volante con los bordes
asaltado por la brevedad de las llamas,
a la evaporación de una pequeña
taza de café matinal,
a un cabello.
viernes, 23 de agosto de 2013
Tu voz (por Juan Ramón Jiménez)
No morirá tu voz, tu voz, tu voz, tu voz...
Tu voz seguirá siempre resonando
-ceniza tú en la tierra de la vida-,
tu voz seguirá siempre resonando
-tu voz, tu voz, tu voz, tu voz-
por la bóveda inmensa de la noche;
tu voz seguirá siempre resonando
por la bóveda inmensa de mi alma
-tu voz, tu voz, tu voz, tu voz, tu voz-
con ecos mágicos de estrellas...
jueves, 22 de agosto de 2013
Por aquel disparo (por Miguel d´ Ors)
Perdón pido a la vida por aquel
disparo con el que una mañana de verano,
allá en mil novecientos quizá cincuenta y nueve,
le arrebaté de golpe una oropéndola.
Cayó precipitada entre las hojas
ásperas y las gruesas ramas grises,
con algo de elefante, de la higuera
del Portal, donde, orondas de dulzura,
relucían al sol, tentadoras, las brevas.
Y quedó en la mañana
un extraño silencio que olía a pólvora.
Al cabo de los años, todavía
a veces veo en mi mano
aquella alhaja voladora, el velo
con que la muerte iba empañando sus ojos,
aquel rubí brotándole del pecho.
Perdón pido a la vida ahora que el tiempo
va expulsándome de ella,
ahora que sé el valor de cada vuelo,
de cada canto y cada nuevo día.
Ojalá que estos versos tuvieran el poder
de alzar en esta página unas ramas de higuera
con sol y grandes brevas, y en ellas devolverle
al mundo una oropéndola.
miércoles, 21 de agosto de 2013
En el río (por Wislawa Szymborska)
En el río de Heráclito
un pez está ocupado pescando
un pez mata a otro pez con un pez afilado
un pez construye otro pez, un pez vive en otro pez
un pez escapa de otro pez en una persecución
En el río de Heráclito
un pez ama otro pez
sus ojos, eso dicen, brillan como los peces del cielo
yo nadaría a tu lado al mar que compartiríamos
o al mejor para nuestro banco
En el río de Heráclito
un pez ha imaginado el pez de peces
un pez se arrodilla ante el pez, un pez le canta al pez
un pez ruega al pez para que le ayude con su vida de pez
En el río de Heráclito
yo, el pez solitario, el pez apartado
(apartado por lo menos del pez árbol o el pez piedra),
escribo, en momentos solitarios, un pez u otro
cuyas escamas brillantes, tan efímeras,
pueden ser solamente el guiño avergonzado de la oscuridad
un pez está ocupado pescando
un pez mata a otro pez con un pez afilado
un pez construye otro pez, un pez vive en otro pez
un pez escapa de otro pez en una persecución
En el río de Heráclito
un pez ama otro pez
sus ojos, eso dicen, brillan como los peces del cielo
yo nadaría a tu lado al mar que compartiríamos
o al mejor para nuestro banco
En el río de Heráclito
un pez ha imaginado el pez de peces
un pez se arrodilla ante el pez, un pez le canta al pez
un pez ruega al pez para que le ayude con su vida de pez
En el río de Heráclito
yo, el pez solitario, el pez apartado
(apartado por lo menos del pez árbol o el pez piedra),
escribo, en momentos solitarios, un pez u otro
cuyas escamas brillantes, tan efímeras,
pueden ser solamente el guiño avergonzado de la oscuridad
martes, 20 de agosto de 2013
La noche cíclica (por Jorge Luis Borges)
Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente;
los átomos fatales repetirán la urgente
Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras.
En edades futuras oprimirá el centauro
con el casco solípedo el pecho del lapita;
cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinita
noche de su palacio fétido el minotauro.
Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.
La mano que esto escribe renacerá del mismo
vientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.
(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa.)
No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo.
Qué es de los arrabales. Una esquina remota
que puede ser del norte, del sur o del oeste,
pero que tiene siempre una tapia celeste,
una higuera sombría y una vereda rota.
Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombres
trae el amor o el oro, a mí apenas me deja
esta rosa apagada, esta vana madeja
de calles que repiten los pretéritos nombres
De mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez...
Nombres en que retumban (ya secretas) las dianas,
las repúblicas, los caballos y las mañanas,
las felices victorias, las muertes militares.
Las plazas agravadas por la noche sin dueño
son los patios profundos de un árido palacio
y las calles unánimes que engendran el espacio
son corredores de vago miedo y de sueño.
Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;
vuelve a mi carne humana la eternidad constante
y el recuerdo, ¿el proyecto?, de un poema incesante:
«Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras...»
lunes, 19 de agosto de 2013
Solo con mis labios (por Pedro Salinas)
Ayer te besé en los labios.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
Te besé en los labios. Densos,
rojos. Fue un beso tan corto
que duró más que un relámpago,
que un milagro, más.
El tiempo
después de dártelo
no lo quise para nada
ya, para nada
lo había querido antes.
Se empezó, se acabó en él.
Hoy estoy besando un beso;
estoy solo con mis labios.
Los pongo
no en tu boca, no, ya no
-¿adónde se me ha escapado?-.
Los pongo
en el beso que te di
ayer, en las bocas juntas
del beso que se besaron.
Y dura este beso más
que el silencio, que la luz.
Porque ya no es una carne
ni una boca lo que beso,
que se escapa, que me huye.
No.
Te estoy besando más lejos.
domingo, 18 de agosto de 2013
Tan grande y bello (por Eduardo Lizalde)
Buenos días, mundo.
Me alegra verte afuera al despertar.
Celebro que no hayas
-la ocasión la pintan calva-
aprovechado el manto de la noche maldita
para irte por siempre al inframundo.
También me reconforta
que aún te habiten pájaros cantores,
meistersinger del bosque en el jardín;
que el sol severo nos escalde aún
y nos torture el rudo ozono
-como todos los días-.
Soñé que te habías ido
conmigo hacia el infierno,
y que se habían quedado aquí
sin mundo todas las demás criaturas:
piedras, grajos, insectos o personas.
Te veo tan grande y bello,
que me río de los siniestros solipsistas
de antaño.
No has de esfumarte cuando yo me extinga.
Canto tu salud de hierro,
tu verde corazón y tu estructura
de granito.
Buenos días, querido, hermoso mundo.
sábado, 17 de agosto de 2013
Más allá del peligro (por Sharon Olds)
Una semana después de que murió
de pronto entendí
que su amor por mí estaba seguro:
ya nada podría alterarlo. A veces,
durante el último año, su rostro se iluminaba
cuando yo entraba en su habitación,
y una vez, medio dormido,
sonrió al pronunciar mi nombre.
Respetaba mi arrojo:
la vez que me ataron a la silla
ataron a alguien que él respetaba, y cuando
dejaba de hablar durante semanas enteras,
yo era uno de los seres a quienes no le hablaba,
alguien con un lugar en su vida.
La última semana lo dijo sin querer:
entré a su cuarto y le pregunté
"Cómo estás," y contestó, "Yo a ti también".
Desde entonces, temí perder esas palabras.
Hasta el último momento podía equivocarme,
ofenderlo. Bastaría una de sus muecas de disgusto
para que volviera a joderme la vida.
Intenté no pensar demasiado,
ayudaba a cuidarlo, le limpiaba el rostro,
lo acompañaba.
Pero un rato después de que murió,
de pronto pensé, con asombro, ahora
siempre me amará, y me reí:
estaba muerto, ¡muerto!
viernes, 16 de agosto de 2013
Muñeca (por Nika Turbina)
Soy como una muñeca rota.
En el pecho olvidaron
poner un corazón
y me dejaron innecesaria
en un rincón oscuro.
Soy como una muñeca rota,
sólo escucho, antes del amanecer,
al sueño quedamente susurrarme:
"Duerme, querida, larga-largamente.
Volarán los años
y, cuando despiertes,
la gente querrá de nuevo
cargarte en brazos,
acunarte, simplemente jugar,
y latirá tu corazón..."
jueves, 15 de agosto de 2013
Brindis (por Amalia Bautista)
Alégrate conmigo, celebremos la suerte
de compartir una ciudad y un siglo,
la bendición del sol dorado de este invierno,
la cerveza y su espuma en nuestros labios.
Brindemos contra el tiempo de oscuras amenazas,
toquémonos osados, riamos complacidos,
conjuremos los monstruos del dolor y la culpa,
callemos nuestra inmensa soledad.
Que el don de la ebriedad nos bañe al mediodía.
miércoles, 14 de agosto de 2013
Yo estaba allí (por Lúcia Aizim)
Yo, allí.
Entre la aurora y la noche,
la luz y las tinieblas
desde el primer día.
Hay todo un linaje espiándome,
espiando mis pasos.
No importa dónde vaya.
Por ciudades, aldeas, mares
llevo conmigo sus voces,
sus vestidos, sus pesares.
A veces sus alegrías, también.
Voces ancestrales: imploran, ordenan.
No nos dejen en el olvido.
Salida de su desierto la multitud.
Entre ellos, allí estaba yo.
Yo allí.
Estaba entre la aurora
y la noche, la luz y las tinieblas,
desde el primer día.
Cuando de la nada fueron creados
las aves y las aguas, el aire y las aguas.
Cuando lo Eterno encendió
las estrellas del cielo. Yo estaba allí.
Hay todo un linaje espiándome
hace siglos, milenios.
Hija de la cepa de los profetas,
familia de pastores.
martes, 13 de agosto de 2013
Tu desnudez fresca (por Juan Ramón Jiménez)
No sé de nada más igual
a tu desnudez fresca que la luna,
ni que tan largamente me retenga
los ojos, en la busca de las buscas.
Todo –color, sabor, olor- se hace música.
¡Embriaguez de frutas con relente,
manos que huelen, labios que oyen música,
ojos que tocan, alas, oídos que sonríen,
silencio iluminado de blancuras;
luna redonda y blanca, acariciada
como te estoy acariciando a ti, desnuda!
lunes, 12 de agosto de 2013
Reinvéntate (por Charles Bukowski)
invéntate y después reinvéntate a ti mismo,
no nades en la misma charca.
invéntate y después reinvéntante a ti mismo
y
no caigas en las garras de la mediocridad.
invéntate y después reinvéntate a ti mismo,
cambia de tono y forma tan a menudo que no puedan
nunca
clasificarte.
revigorízate y
acepta lo que hay
pero sólo [sic] en los términos que tú hayas inventado
y reinventado.
sé autodidacta.
y reinventa tu vida porque así ha de ser;
es tu vida y
su historia
y el presente
te pertenecen sólo [sic]
a ti.
domingo, 11 de agosto de 2013
Lo que hacemos (por Valentín Medina)
los hombres somos
casi definitivamente
lo que hacemos:
quiénes son nuestros amigos
qué real-izamos en realidad
a quién queremos verdaderamente
con qué nos comprometemos.
todo esto nos da una buena
medida
de nosotros
mismos.
lo demás solo sucede
en el espacio
vacío y luminoso a la vez
de las palabras:
simples significantes.
faltan en ellas de entrada la transparencia
de los hechos.
sábado, 10 de agosto de 2013
Tan callada (por Saiz de Marco)
Te reprocho
Felicidad
que seas discreta
que camines en silencio
de puntillas
cabizbaja
como si tuvieras miedo
como si evitaras llamar la atención
Y no es que no vengas
Que sí
sí que vienes
pero lo haces tan callada
tan de incógnito
como una espía o una agente infiltrada
¿ Por qué no aprendes del dolor y la pena
que no reprimen sus gritos lastimeros
sus embestidas bramando a medianoche
sus sollozos con runrún de letanía ?
(Y en cambio tú un rumor tenue
un susurro)
¿ No te das cuenta
Felicidad
de que lo que anhelamos nosotros es mirarte
oírte venir anunciada por trompetas
por tambores
por pasacalles
por músicos
que no parasen de tocar todo el tiempo ?
¿ Es que no puedes tú también hacer ruido
vocear
¡ estoy aquí !
¡ me siento eufórica
radiante por alegrar gente a mi paso ! ?
¿ Es que no puedes gritarlo
proclamarlo
a los cuatro vientos cantar que has venido
siquiera sea para contrarrestar
el estruendo que llega de ahí enfrente ?
Felicidad
que seas discreta
que camines en silencio
de puntillas
cabizbaja
como si tuvieras miedo
como si evitaras llamar la atención
Y no es que no vengas
Que sí
sí que vienes
pero lo haces tan callada
tan de incógnito
como una espía o una agente infiltrada
¿ Por qué no aprendes del dolor y la pena
que no reprimen sus gritos lastimeros
sus embestidas bramando a medianoche
sus sollozos con runrún de letanía ?
(Y en cambio tú un rumor tenue
un susurro)
¿ No te das cuenta
Felicidad
de que lo que anhelamos nosotros es mirarte
oírte venir anunciada por trompetas
por tambores
por pasacalles
por músicos
que no parasen de tocar todo el tiempo ?
¿ Es que no puedes tú también hacer ruido
vocear
¡ estoy aquí !
¡ me siento eufórica
radiante por alegrar gente a mi paso ! ?
¿ Es que no puedes gritarlo
proclamarlo
a los cuatro vientos cantar que has venido
siquiera sea para contrarrestar
el estruendo que llega de ahí enfrente ?
viernes, 9 de agosto de 2013
Para matar a un hombre (por Edwin Brock)
Hay múltiples métodos engorrosos para matar a un hombre.
Se le puede obligar a que cargue un tablón de madera
hasta la cumbre de un monte y entonces clavarlo. Para que esto
resulte es necesario una multitud de gente
que lleve sandalias, un gallo que cante, un manto
para disecarlo, una esponja, un poco de vinagre y un
hombre que martille los clavos en su sitio.
O es posible buscarse un pedazo de acero
de forma y monturas tradicionales
y tratar de penetrar esta jaula de metal que lo protege.
Si éste es el caso, te hacen falta cabellos blancos,
árboles ingleses, hombres con arcos y flechas,
dos banderas por lo menos, un príncipe y un
castillo donde celebrar el banquete.
Dejando de lado los escrúpulos, puedes también, si el viento
lo permite, asfixiarlo con gas. Pero entonces necesitas
una milla de fango tallada por trincheras,
sin olvidar las botas negras, los cráteres de bombas,
más fango, una plaga de ratas, docenas de canciones
y algunos sombreros circulares hechos de acero.
En una era de aviación, puedes volar
a muchas millas por encima de tu víctima y liquidarla
con sólo apretar un botoncito. Todo lo que se requiere,
en este caso, es un océano que los separe, dos
sistemas de gobierno, los científicos del país,
algunas fábricas, un psicópata y un pedazo de
tierra que nadie va a necesitar por varios años.
Estos son, como dije antes, métodos engorrosos
para matar a un hombre. Más sencillo, directo, y mucho
más limpio es asegurarse de que vive en algún lugar
del siglo veinte, y ahí dejarlo.
jueves, 8 de agosto de 2013
Como obsequios (por José Luis Piquero)
Esta noche los cuatro
nos damos libremente, como obsequios.
Ya no somos parejas y formamos
un círculo perfecto.
Un placer sin palabras,
algo así como un juego de calor,
mas con las mismas mañas
del amor entre dos.
Y el latido de manos y de bocas
con su idioma de sed:
en cada piel absorta que se posan
tocan un corazón bajo la piel.
Sobre este cuarto ha descendido el mundo,
la luz intacta de la vida breve
envolviéndonos juntos
mientras la noche afuera dura y llueve.
No volveré a estar solo.
Después de haber amado así, la muerte
no me tendrá del todo.
miércoles, 7 de agosto de 2013
Cambios (por Yalal ad-Din Muhammad Rumí)
¿Quién hace estos cambios?
Disparo una flecha a la derecha,
cae a la izquierda.
Cabalgo tras de un venado y me encuentro
perseguido por un cerdo.
Conspiro para conseguir lo que quiero
y termino en la cárcel.
Cavo fosas para atrapar a otros
y me caigo en ellas.
Debo sospechar
de lo que quiero.
martes, 6 de agosto de 2013
Transfigurado en alegría (por Eloy Sánchez Rosillo)
Con pie lento anduviste por mi vida,
dolor de aquellos tiempos,
y nunca terminabas de pasar.
Días que eran la noche,
años empantanados en las aguas
de un presente ofuscado y sin salida.
Perplejo aún, puedo afirmar ahora
que al fin no te marchaste,
ni te apagaste porque te extinguieras,
sino que por amor, por gracia pura,
fuiste transfigurado
en alegría misericordiosa
sin que yo en un principio lo advirtiese.
¿Cómo pudo ocurrir aquel prodigio
de que al llegar a un punto, a tal momento,
tú ya no fueras tú
y fueras justamente tu contrario?
Qué enigmático es todo, qué aventura
esta ignorancia ciega del vivir.
dolor de aquellos tiempos,
y nunca terminabas de pasar.
Días que eran la noche,
años empantanados en las aguas
de un presente ofuscado y sin salida.
Perplejo aún, puedo afirmar ahora
que al fin no te marchaste,
ni te apagaste porque te extinguieras,
sino que por amor, por gracia pura,
fuiste transfigurado
en alegría misericordiosa
sin que yo en un principio lo advirtiese.
¿Cómo pudo ocurrir aquel prodigio
de que al llegar a un punto, a tal momento,
tú ya no fueras tú
y fueras justamente tu contrario?
Qué enigmático es todo, qué aventura
esta ignorancia ciega del vivir.
lunes, 5 de agosto de 2013
En la ficción del tiempo (por Juan Goytisolo)
Al admirar tu cuerpo,
recio el calzón de los membrudos,
lamento mi extravío
en la ficción del tiempo.
Imposible acogerse
al pecho hircino
y al vigor de tus brazos.
El abismo de un siglo nos separa.
Mas tu borrosa estampa,
al hilo de los años,
impugna
lo efímero mezquino
y me concede,
don del espejismo,
tu plenitud recobrada.
domingo, 4 de agosto de 2013
¿ Me podréis perdonar? (por Pedro Salinas)
¡Oh, vosotros, hermanos!,
en la gran lejanía
de esa tierra altanera
que me estáis defendiendo
a mí, que nací en ella,
¿me podréis perdonar
esto que yo no sufro?
¿Me podréis perdonar
el crujido del pan
limpio cuando se quiebra
vosotros, devorados
por la araña del hambre?
¿Me podréis perdonar
este techo de silencio,
estas cuatro paredes,
vosotros, sin más techo
que un cielo de metrallas,
sin más muros que cuatro
horizontes siniestros
por donde están rampando,
en vez de mis auroras,
sucios soles de odio?
¿Podrá esa guerra vuestra
perdonarme mi paz,
esta paz que me pesa
como otra guerra oscura?
¿Y podrán vuestras muertes,
tú, y la tuya, y la tuya,
y la del otro, y tantas,
diez, veinte, ciento, mil
muertes bajo la tierra,
perdonar una vida
que sigue en pie en mi pecho?
sábado, 3 de agosto de 2013
Esos pájaros (por Nuno Júdice)
¿Qué saben los pájaros del otoño que llega,
con su fondo de nubes, derramando cenizas
sobre el cielo de la memoria? Los oigo, de madrugada,
anunciando la partida, y veo el horizonte llenarse
con su emigración, llevando a otros lares
la nostalgia del estío.
Los sigo con los ojos; y el tiempo que
me dejan se vacía de música, como si
el silencio no tuviera su ruido inmenso,
y una vibración de nada no me trajera
a los oídos su eco, robado a un
pozo cerrado de una infancia distante.
¿Cuántas veces me avisaron, esos pájaros, de
lo que había de venir? Leí en su pecho abierto
un futuro blanco; y les llené de sombra
las entrañas para que, donde hubo un corazón,
la vida aún palpitase, incluso aunque no fuese más
que el diseño pálido de un ser antiguo.
Pero es en el presente cuando su canto
me trastoca; y les doy, en el abrigo de la estrofa,
un nido de palabras donde su sueño
se ampare del invierno, y sus ojos cerrados
guarden la imagen del azul, el deseo del vuelo, y
un crujir de hojas con el viento de la tarde.
viernes, 2 de agosto de 2013
Las mismas calles (por Álvaro Valverde)
Una ciudad es todas las ciudades.
Cruzas el mismo andén, las avenidas
iguales y lejanas, tan inhóspitas
como esos edificios que proyectan
su luz vítrea y opaca en el asfalto.
Una ciudad es sólo un sentimiento
de euforia o de catástrofe, un círculo
que es suma de otros círculos
igual de fantasmales.
Es un azar, una ciudad; un tramo
entre dos direcciones de ida y vuelta,
y un idéntico fin y un mismo origen.
Con la mirada hundida, el paso rápido,
recorres sin cesar las mismas calles
que desoladas cercan tu destino.
Cruzas el mismo andén, las avenidas
iguales y lejanas, tan inhóspitas
como esos edificios que proyectan
su luz vítrea y opaca en el asfalto.
Una ciudad es sólo un sentimiento
de euforia o de catástrofe, un círculo
que es suma de otros círculos
igual de fantasmales.
Es un azar, una ciudad; un tramo
entre dos direcciones de ida y vuelta,
y un idéntico fin y un mismo origen.
Con la mirada hundida, el paso rápido,
recorres sin cesar las mismas calles
que desoladas cercan tu destino.
jueves, 1 de agosto de 2013
Hacia aquellas aguas (por Blanca Sandino)
Todo está lleno de dioses
que recorriendo túneles del tiempo me ocultan las estrellas
cuando intuyo que aunque no puedes verme, me adivinas.
Y en tanto hilo silencios, teje sus porqués la noche,
y a oscuras me pregunto quién podría querer ser extranjero,
quién profeta, quién sombra, sólo sombra,
o quién bajar al averno, a lo confuso,
en un rincón inhóspito el libro egipcio de los muertos
espera que le preste mis manos, pase página,
me adentre por caminos de agua (una aproximación serena hacia la muerte),
y a bocajarro me tope con sus dioses.
Sus dioses, ésos que oigo bajo mi piel cuando me laten gemidos paralelos,
cuando me respiran, o acompasan las horas y me ocultan seis cifras: una fecha.
O mil fechas (Ay, poder morir. Poder morir mil veces, hasta quedar exhausta de morirme.)
Debo volver -me digo-, recompongo la luz en mi memoria: tras los párpados,
lloran los ojos aguanieve de albedo, amargo albedo.
Y vuelvo. Oigo mi nombre (la querencia me vence hacia tu orilla,
desnuda mar sobre la piedra) y entonces
hacia aquellas aguas, amor, aquellas aguas, vuelo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)