zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 30 de septiembre de 2013

Ser como él (por Bob Dylan)


Odiaba a Enzo
le odiaba
tanto que pude haberle matado
él era vil y abominable
y después de lo que pudo conseguir
yo estaba seguro de ello
mi amada se encontró con él
en un país lejano
y se quedó allí mucho tiempo
por él
he gruñido hasta quedar exhausto
que la estaba haciendo feliz
nunca le conocí
algunas veces le vería
en mi techo
pude haberle disparado
vagabundo farsante
idiota romántico
conozco a los hombres porque
yo también lo soy
el veneno balancea sus péndulos
con sensación de mareo
y yo quería pisotearle
quería masacrarle
quería matarle
yo quise con tanta fuerza ser como él
que eso me hizo daño
yo odiaba a Enzo

domingo, 29 de septiembre de 2013

Un salto (por Tomas Tranströmer)


Despertar es un salto en paracaídas desde el sueño.

Libre del agobiante torbellino, se hunde

el viajero hacia la zona verde de la mañana.

Las cosas se encienden. Él percibe —en la vibrante

postura de la alondra— las oscilantes lámparas subterráneas

del poderoso sistema de las raíces de los árboles. 


Pero a flor

de tierra

—en abundancia tropical— está el verdor

con los brazos al aire, en escucha

del ritmo de una bomba invisible. Y él

se hunde hacia el verano, se descuelga por

el cráter cegador, hacia abajo

a través de grietas de edades verdehúmedas

palpitantes bajo la turbina del sol. Así es detenido

este viaje vertical por el instante y las alas se ensanchan

hasta ser la quietud del gavilán sobre aguas torrenciales.

Tonos desamparados

de las trompetas de la Edad de Bronce

cuelgan sobre el abismo.

En las primeras horas del día, la conciencia puede abarcar

el mundo

como la mano oprime una piedra entibiada por el sol.

El viajero está bajo el árbol. ¿Se extenderá,

después de la caída por el torbellino de la muerte,

una gran luz sobre su cabeza?

sábado, 28 de septiembre de 2013

Y volvimos a encontrarnos (por Susana Thénon)


me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo —el gran amor de mi existencia—
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces
cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola, ¿estoy bien?
yo me hacía negar

llegué inconcluso a inscribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban

al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería

me daba a entender
finamente
que me tenía podrida

y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
sólo me había ido en sangre
entonces me dije: hola, ¿soy yo?
soy yo, me dije, y añadí:
hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo

¿quiero venir a casa?

sí, dije yo

y volvimos a encontrarnos
con paz

yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme

viernes, 27 de septiembre de 2013

Para la desnudez última (por Gonzalo Rojas)

Que no pasen por nada los parientes, párenlos
con sus crisantemos y sus lágrimas
y aquellos acordeones para la fiesta
del incienso; nadie
es el juego sino uno, este mismo uno
que anduvimos tanto por error
de un lado a otro, por error: nadie
sino el uno que yace aquí, este mismo uno.

Cuesta volver a lo líquido del pensamiento
original, desnudarnos como cantando
de la airosa piel que fuimos con hueso y todo desde
lo alto del cráneo al último
de nuestros pasos, tamaña especie
pavorosa, y eso que algo
aprendimos de las piedras por el atajo
del callamiento.

A bajar, entonces, áspera mía ánima, con la dignidad
de ellas, a lo gozoso
del fruto que se cierra en la turquesa de otra luz
para entrar al fundamento, a sudar
más allá del sudario la sangre fresca del que duerme
por mí como si yo no fuera ése,
ni tú fueras ése, ni interminablemente nadie fuera ése,
porque no hay juego sino uno y éste es el uno:
el que se cierra ahí, pálidos los pétalos
de la germinación y el agua suena al fondo
ciega y ciega, llamándonos.

Fuera con lo fúnebre; liturgia
parca para este rey que fuimos, tan
oceánicos y libérrimos; quemen hojas
de violetas silvestres, vístanme con un saco
de harina o de cebada, los pies desnudos
para la desnudez
última; nada de cartas
a la parentela atroz, nada de informes
a la justicia; por favor tierra,
únicamente tierra, a ver si volamos.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Antes del cuerpo (por Rafael Alberti)


1. PRÓLOGO

No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel.

Todo, anterior al balido y al llanto.

Cuando la luz ignoraba todavía

si el mar nacería niño o niña.

Cuando el viento soñaba melenas que peinar

y claveles el fuego que encender y mejillas

y el agua unos labios parados donde beber.

Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.

Entonces, yo recuerdo que, una vez, en el cielo…


2. PRIMER RECUERDO


Paseaba con un dejo de azucena que piensa,

casi de pájaro que sabe ha de nacer.

Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el

sueño

y a un silencio de nieve, que le elevaba los pies.

A un silencio asomada.

Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.

No sabía.

Blanca alumna del aire,

temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.

Su tallo, su verde talle.

Con las estrellas mías

que, ignorantes de todo,

por cavar dos lagunas en sus ojos

la ahogaron en dos mares.

Y recuerdo…

Nada más: muerta, alejarse.


3. SEGUNDO RECUERDO

También antes,

mucho antes de la rebelión de las sombras,

de que al mundo cayeran plumas incendiadas

y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.

Antes, antes que tú me preguntaras

el número y el sitio de mi cuerpo.

Mucho antes del cuerpo.

En la época del alma.

Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo,

la primera dinastía del sueño.

Cuando tú, al mirarme en la nada,

inventaste la primera palabra.

Entonces, nuestro encuentro.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Situado en el istmo (por Alexander Pope)


Conócete a ti mismo, no supongas que hay un dios que investigar;
el estudio propio de la humanidad es el hombre.
Situado en el istmo de este estado intermedio,
un ser de oscura sabiduría y ruda grandeza:
con demasiado conocimiento como para alinearse con los escépticos,
con demasiada debilidad como para como convertirse en el orgullo de los estoicos,
pende en medio del camino, dudando si actuar o descansar,
dudando si considerarse como un Dios o como una Bestia,
dudando si preferir su cuerpo o su mente,
nacido sólo para morir y razonando sólo para errar;
tan ignorante, pues tal es su razón,
si piensa demasiado poco como si lo hace en exceso:
un caos de Pensamiento y de Pasión confundidos;
siempre por sí solo engañado o desengañado;
creando a medias para elevarse a medias para caer;
gran señor de todas las cosas, pero presa de todas ellas:
único juez de la verdad, arrojado al error sin fin:
¡Gloria, burla y enigma del mundo!
¡Ve, criatura maravillosa! Sube donde la ciencia te guía,
ve, mide la tierra, pesa el aire y fija las mareas;
instruye a los planetas qué órbitas seguir,
corrige el Tiempo y regula el Sol;
ve, elévate con Platón hasta la empírea esfera,
hasta el bien primero, hasta la perfección y la justicia primigenias;
o recorre el laberinto que recorrieron sus seguidores;
y perdido el juicio clama imitando a Dios;
igual que corren en vertiginosos círculos los sacerdotes orientales
y giran sus cabezas para imitar al Sol.
Ve, enseña a la Eterna Sabiduría cómo gobernar,
luego vuelve en ti y sé estúpido.

martes, 24 de septiembre de 2013

Con vistas a tu piel (por Joaquín Sabina)


Pedí dos camas con ventanas al mar.
Mejor que salgas sola del ascensor.
Conozco un chino cerca para cenar.
Inventa un nombre falso y déjalo en Recepción.
Le he dicho al camarero que nos suba champán.
Un siglo y tres minutos. 

¿Cuándo vas a llegar?
Prepararé un canuto bien cargado en tu honor.
La llave está en la puerta: 
cuarto 72.
Tal vez se deje seducir el azar.
Abriga más cuando es furtivo el amor.
Con seis ducados arrugados y un par de botas medio rotas 
se camina mejor.
Te besaré la nuca mientras miras saltar 
las olas entre las farolas del malecón.
Ponte el liguero que por Reyes te regalé.
Ven a la cama, nos persigue el amanecer.
Tú sabes que en el purgatorio no hay 
amor doméstico con muebles de eskái.
No es que no quiera, es que no quiero querer 
echarle leña al fuego del hogar y el deber.
La llama que me quema cada vez que te veo 
me dice que es absurdo programar el deseo.
Al cabo de unos años estaríamos los dos 
adustos y aburridos frente al televisor.
Hotel, dulce hotel. 
Hogar, triste hogar.
Estatuas de sal. 
Habitación con vistas a tu piel.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Sobreviviendo épicamente (por Félix Grande)


Tanta desolación
nevando
sobre la emocionante calavera del hombre,
tanta amenaza
torturando
con sus bíceps laboriosos y oscuros,
tanta mentira
obstaculizando
el caminar bovino de la historia,
tanta guerra
empujando conciencias a su origen selvático
donde no conocieron más que el miedo y el hambre
-dos fracasos entonces, dos fracasos ahora-,
tanto reojo, tanta pesadilla diurna,
tanta infamia ensuciando con vómitos de fuerza
al cráneo liberal del hombre,
tanto anticipo funerario
inyectado en las sienes meditativas
como un residuo líquido de horror,
tanto odio eyaculando lápidas,
tanta diarrea de asesinatos,
tanta infección, tanto desprecio

ensordecen la melodía y agrietan al descanso,
enmudecen al sol sonoro, carcomen la noche solemne,
ciegan las calles, astillan las ciudades,
sofocan las naciones y quieren refutar al mundo;

en cuanto al hombre y la mujer,
los retuercen, los desfiguran, los recubren de caries,
los contaminan de desastre,
los ensucian, los pisan, los ultrajan.

Aplaudida, llorada, amada sea
la ofendida pareja de mi siglo
que con dificultad y obstinación mellizas
se coge de las manos sobreviviendo épicamente,
tratando de soltar el quebrado sentido de la tierra
por debajo del tiempo epilepsíaco, la ruina y el crimen.
Amado sea tan machacado e inmortal desafío.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Todos se han quedado (por César Vallejo)

-No vive ya nadie en la casa –me dices–; todos se han ido.

La sala, el dormitorio, el patio, yacen despoblados.

Nadie ya queda, pues que todos han partido.

Y yo te digo: Cuando alguien se va, alguien queda.

El punto por donde pasó un hombre, ya no está solo.

Únicamente está solo, de soledad humana,

el lugar por donde ningún hombre ha pasado.

Las casas nuevas están más muertas que las viejas,

porque sus muros son de piedra o de acero, pero no de hombres.

Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar,

sino cuando empiezan a habitarla.

Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba.

Sólo que la casa se nutre de la vida del hombre,

mientras que la tumba se nutre de la muerte del hombre.

Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida.

Todos han partido de la casa, en realidad,

pero todos se han quedado en verdad.

Y no es el recuerdo de ellos lo que queda,

sino ellos mismos. Y no es tampoco que ellos queden en la casa,

sino que continúan por la casa.

Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en avión o a caballo,

a pie o arrastrándose.

Lo que continúa en la casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo.

Los pasos se han ido, los besos, los perdones, los crímenes.

Lo que continúa en la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón.

Las negociaciones y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado.

Lo que continúa en la casa, es el sujeto del acto.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Toda la noche (por Alejandra Pizarnik)


Los ausentes soplan grismente y la noche es densa.
La noche tiene el color de los párpados del muerto.

Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un
canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.

Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada,
no quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche,
esta errancia, este no hallarse.

Toda la noche hago la noche.

Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae
lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.

Palabra por palabra yo escribo la noche.

viernes, 20 de septiembre de 2013

El otro (por Ray Bradbury)


No escribo yo…
El otro que hay en mí
pide aflorar constantemente.
Pero si me apresuro a volverme y mirarlo
vuelve a escabullirse
al momento y al lugar en donde estaba antes
ya que sin saberlo entorné la puerta
y lo dejé salir.
A veces un grito encendido lo llama;
comprende que lo necesito,
y yo también. Su tarea
será decirme quién soy bajo la máscara.
Él es fantasma, yo fachada
que oculta la ópera que él escribe con Dios,
en tanto yo, ciego del todo,
espero impávido a que su mente
se me deslice brazo abajo,
por la muñeca, hasta la mano
y las puntas de los dedos
y furtiva encuentre
esas verdades que caen de las lenguas
con sonido ardiente,
todo surgido de una sangre secreta
y alma secreta de secreto suelo.
Con alegría
se asoma a escribir, y luego corre
a esconderse una semana
hasta que reanuda el juego
en el que yo finjo, diligente,
que no es mi propósito tentarlo.
Pero lo tiento, mientras simulo mirar hacia otro lado
para que no se esconda todo el día.
Echo a correr e inicio un juego simple,
un salto distraído.
¿Quién convoca del sueño
la bestia que brilla y acecha?
¿De quién las reservas y el coto de caza?
De mi aliento, mi sangre, mis nervios.
Pero ¿qué lugar de esa materia
habita él?
¿Dónde está su madriguera?
¿Tras esta oreja de goma?
¿Tras esa oreja de grasa?
¿Dónde cuelga el sombrero
el joven descarriado?
No hay caso. Ermitaño nació
y vive recluido.
Nada que hacer sino
seguir sus triquiñuelas,
dejar que corra y cosechar la fama.
En la cual yo pongo el nombre
a una materia que le he birlado,
y todo porque le atraje
con dulces aromas creativos
¿Escribió R.B. ese poema,
ese diálogo, esa línea?
No: el simio interior, invisible,
fue quien lo instruyó.
Vestido con mi carne,
su alcance es misterioso.
No digan mi nombre.
Mencionen a ese otro.

jueves, 19 de septiembre de 2013

El frío (por Almudena Guzmán)


Nada.

No pegaba nada con tanta lluvia,

esa chaqueta de angorina rosa y botones de nácar

que él me regaló.

Tampoco encendimos una velita al apóstol,

porque un niño a nuestro lado acababa de darse un cabezazo

tremendo contra la pila bautismal

y hubo que consolarlo hasta que llegaron sus padres.

El museo nos desilusionó.

Yo me puse rara y él venga a mirar al cielo,

y al final un paseo dudosamente conciliador por los

soportales

-basta que a mí me hicieran gracia los punkies, para que

a él lo escandalizasen-,

después de mi vaso de leche y su maniática ginebra

“MG con Schweppes de naranja, por favor”.

Ah,

se me olvidaba contaros

que el frío fue la nota predominante del día

y que la noche, a pesar de todo, la pasamos juntos.

Espalda contra espalda.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

En lo de los relojes (por John Latham)


Siempre he respetado a los estudiosos, las ideas nuevas,

y he leído sobre su trabajo

en el Sunday Empire News, sobre la relatividad esa.

Y tiene razón, las cosas se ven diferentes

de ambos lados de la cerca, de cada extremo de la botella, también.

Pero en lo de los relojes está equivocado.

Piénselo, Albert. Yo me largo en una nave espacial

y regreso siendo unas semanas más joven que mi gemelo.

Está bien, supongo,

no hay mucho de lo que preocuparse.

Pero, ¿qué pasaría si mi papá se fuera, en un viaje largo

y volviera como un niño,

un niño bastante más joven que yo?

Bueno, mi madre estaría confundida,

lo arroparía de noche en su cuna, quiero decir, en mi cuna,

y se vendría a dormir conmigo, ¿no?

Eso sería incesto, doctor Einstein.

¿Es usted ateo? No se moleste en contestar.

Ahora lo veo claro, un complot alemán.

Por eso sus libros no se publican

allá en su tierra, sólo aquí,

para que leamos ese sinsentido sobre relojes

y la gente lo creerá porque su cabello es cano

y los periódicos dicen que es usted un sabio

y pronto todos los hombres de Inglaterra

estarán durmiendo con sus madres.

Millones de niños nacerán malformados,

se derrumbará nuestro imperio. ¡Kraut!

He sido pintor de brocha gorda toda mi vida,

veo el mundo desde mi escalera,

puedo reconocer un fraude cuando lo veo.

No me provoque, Einstein.

Si yo estuviera en sus zapatos, en Crewe me bajaría del tren.

martes, 17 de septiembre de 2013

La isla Aquí (por Wislawa Szymborska)


Ciertos pescadores sacaron del fondo una botella.


Había en la botella un papel, y en el papel estas palabras:


“¡Socorro!, estoy aquí. El océano me arrojó a una isla desierta.


Estoy en la orilla y espero ayuda. ¡Dense prisa. Estoy aquí!”


-No tiene fecha. Seguramente ya es demasiado tarde.


La botella pudo haber flotado mucho tiempo, dijo el pescador primero.


-Y el lugar no está indicado. Ni siquiera se sabe en qué océano,


dijo el pescador segundo.


-Ni demasiado tarde ni demasiado lejos. La isla “Aquí” está en todos lados,

dijo el pescador tercero.


El ambiente se volvió incómodo, cayó el silencio.

Las verdades comunes tienen ese problema.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Las compuertas del llanto (por Oliverio Girondo)

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

domingo, 15 de septiembre de 2013

Cierva de un solo lado (por Jorge Luis Borges)


¿De qué agreste balada de la verde Inglaterra,
de qué lámina persa, de qué región arcana
de las noches y días que nuestro ayer encierra,
vino la cierva blanca que soñé esta mañana?

Duraría un segundo. La vi cruzar el prado
y perderse en el oro de una tarde ilusoria,
leve criatura hecha de un poco de memoria
y de un poco de olvido, cierva de un solo lado.

Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo
te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.

Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Dos puertas (por César Vallejo)



En el rincón aquel, donde dormimos juntos

tantas noches, ahora me he sentado

a caminar. La cuja de los novios difuntos

fue sacada, o tal vez qué habrá pasado.


Has venido temprano a otros asuntos,

y ya no estás. Es el rincón

donde a tu lado, leí una noche,

entre tus tiernos puntos,

un cuento de Daudet. Es el rincón

amado. No lo equivoques.


Me he puesto a recordar los días

de verano idos, tu entrar y salir,

poca y harta y pálida por los cuartos.


En esta noche pluviosa,

ya lejos de ambos dos, salto de pronto…

Son dos puertas abriéndose cerrándose,

dos puertas que al viento van y vienen

sombra a sombra.

viernes, 13 de septiembre de 2013

De otra parte (por Rosario Castellanos)


Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.

jueves, 12 de septiembre de 2013

De todos mis momentos (por Charles Bukowski)


Tuve que ir al baño por alguna cosa
y toqué
y estabas en la bañera
te habías lavado la cara y el cabello
y te vi de la cintura para arriba y
(excepto por los senos)
parecías una niña de 5 u 8 anos
regocijándose suavemente en el agua
Linda Lee.

No sólo eras la esencia de ese
momento
sino de todos mis momentos
hasta entonces
bañándote gustosamente en el marfil

sin embargo
nada había
que pudiera decirte.

tomé lo que quería del baño
algo
y me salí.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Cómo quisiera (por Julio Cortázar)


Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas
ni esperanza.
Solo en mi casa abierta sobre el puerto
otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.

martes, 10 de septiembre de 2013

La jaula se ha vuelto pájaro (por Alejandra Pizarnik)


Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

lunes, 9 de septiembre de 2013

Volando a la semilla (por Ray Bradbury)


De las brasas y cenizas,

del polvo y los carbones,

como doradas salamandras,

saltarán los viejos años,

los verdes años;

rosas endulzarán el aire,

las canas se volverán negro ébano,

las arrugas desaparecerán.

Todo regresará volando a la semilla,

huirá de la muerte,

retornará a sus principios;

los soles se elevarán en los cielos occidentales

y se pondrán en orientes gloriosos,

las lunas se devorarán al revés a sí mismas,

todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas,

los conejos entrarán en los sombreros,

todo volverá a la fresca muerte,

la muerte en la semilla, la muerte verde,

al tiempo anterior al comienzo.

Bastará el roce de una mano,

el más leve roce de una mano.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Sólo entonces (por Isabel Bono)


cuando sea vieja
recordaré cómo nos conocimos
y la vez que me dijiste que no

porque los síes no cuentan

mi memoria de cigüeña
enumerará fechas y ciudades

estábamos de visita, diré
camuflados para el invierno

me temblará la voz
al nombrar la luz los olores
tus advertencias y mis promesas

igual que ahora
al recordar los últimos días de mayo

estábamos en ninguna parte, diré
contestándonos preguntas
sin aire en los pulmones

y sólo entonces
adivinaré el peso de este amor

de estas palabras
que ya empiezo a olvidar

sábado, 7 de septiembre de 2013

Sencilla gracia equilibrada (por Tomás Segovia)


El día
está tan bello
que no puede mentir:
comemos de su luz nuestro pan de verdad.

Su cuerpo se desciñe
y se tiende y se ofrece.
Esta dicha no engaña: nada quiere.

Di: ¿no es más fuerte
que nuestro amor altivo de la muerte
esta sencilla gracia equilibrada
que nada
ejerce?

Pero cuánto pavor,
violenta alma mediata,
te infunde todavía esa burlona voz
que a solas te susurra «estás salvada».

No, no,
tu destino ni ha muerto ni es tu esclavo.
Soberbia y Miedo, confesad:
la vida toda fue verdad.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Lento, amargo animal (por Jaime Sabines)


Lento, amargo animal

que soy, que he sido,

amargo desde el nudo de polvo y agua y viento

que en la primera generación del hombre pedía a Dios.


Amargo como esos minerales amargos

que en las noches de exacta soledad

—maldita y arruinada soledad

sin uno mismo—

trepan a la garganta

y, costras de silencio,

asfixian, matan, resucitan.


Amargo como esa voz amarga

prenatal, presustancial, que dijo

nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,

que murió nuestra muerte,

y que en todo momento descubrimos.


Amargo desde dentro,

desde lo que no soy,

—mi piel como mi lengua—

desde el primer viviente,

anuncio y profecía.


Lento desde hace siglos,

remoto —nada hay detrás—,

lejano, lejos, desconocido.


Lento, amargo animal

que soy, que he sido.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Están pasando siempre (por Fernando Pessoa)


Nubes... Hoy tengo consciencia del cielo, pues hace días que no lo miro pero lo siento, viviendo en la ciudad y no en la naturaleza que la incluye. Nubes... Pasan del muelle hacia el castillo, de Occidente hacia Oriente, en un tumulto disperso y despojado, blanco a veces, se van desharrapadas a la vanguardia de no sé qué; medio negras otras, acaso, más lentas, tardan en ser barridas por el viento audible; negras de un blanco sucio, tal vez, como si quisieran quedarse, ennegrecen más por su llegada que por la sombra a eso que las calles abren como espacio falso entre las líneas del caserío que confinan.

Nubes... Existo sin saberlo y moriré sin quererlo. Soy el intervalo entre lo que soy y lo que no soy, entre lo que sueño y lo que la vida hizo de mí, la media abstracta y carnal entre cosas que no son nada, siendo también yo nada. Nubes... ¡Qué desasosiego si siento, qué incomodidad si pienso, qué inutilidad si quiero! Nubes... Están pasando siempre, unas muy grandes, pareciendo, porque las casas no dejan ver si son menos grandes de lo que parecen, que van a cubrir todo el cielo; otras de tamaño incierto, pudiendo ser dos unidas o una que va a partirse en dos, sin sentido en el aire alto contra el cielo fatigado; otras incluso pequeñas, que parecen juegos de cosas poderosas, abalorios irregulares de un juego absurdo, sólo hacia un lado, en un gran aislamiento, frías.

Nubes... Me interrogo y me desconozco. Nada he hecho que sea útil y nada haré que sea justificable. He gastado la parte de la vida que no perdí en interpretar confusamente ninguna cosa, haciendo versos en prosa a las sensaciones intransmisibles con que vuelvo mío el universo incógnito. Estoy harto de mí, objetiva y subjetivamente. Estoy harto de todo, y del todo de todo. Nubes... Son todo, desarreglos de lo alto, hoy sólo ellas cosas reales entre la tierra nula y el cielo que no existe; harapos indescriptibles del tedio que les impongo; niebla condensada en amenazas de color ausente; sucias motas de algodón crudo de un hospital sin paredes. Nubes... Continúan pasando, continúan siempre pasando, pasarán siempre continuando, en un enrollamiento discontinuo de madejas opacas, en un alargamiento difuso de falso cielo deshecho.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Están por todos lados (por Charles Bukowski)



Los oledores de tragedias están
por todos lados
se levantan por la mañana
y empiezan a encontrar las cosas
mal.
Y se sumergen
en la rabia,
una rabia que dura hasta
que se van a la cama,
e incluso ahí
se retuercen en su
insomnio,
incapaces de quitar
de sus mentes
los pequeños obstáculos
que han hallado.

Se sienten en contra,
es un complot.
Y por estar constantemente
furiosos sienten que
siempre tienen
razón.

Los ves en el tráfico
tocando la bocina como salvajes
ante la más leve infracción,
puteando
desparramando sus
insultos.

Los sientes
en las colas
de los bancos,
de los supermercados,
de los cines
presionan
en tu espalda
te pisan los talones
están impacientes como
una furia.

Están por todos lados
y en
todas las cosas,
esas almas
violentamente
infelices.

En realidad están asustados,
como siempre quieren
tener razón
fustigan
sin cesar…
es un mal
una enfermedad de
esa raza.

El primero de ellos
que vi fue
mi padre

y desde entonces
he visto mil padres
malgastando sus vidas
en el odio,
arrojando sus vidas
al pozo ciego
y gritando
enloquecidos.

martes, 3 de septiembre de 2013

Y túneles de yedra y hojarasca (por Andrés Trapiello)



Mi corazón es una vieja casa.
Tiene un jardín y en el jardín un pozo
y túneles de yedra y hojarasca.
En esa casa a la que tiran piedras
los niños cuando pasan al volver de la escuela,
después de haber robado de su huerta
magro botín de unas manzanas agrias.
En su tejado hay nidos de pájaros que cantan
y de noche un cuartel de escandalosas ratas.
La glicina cubrió los viejos arcos
y una verja de lanzas
y una terraza alta a donde llega
la copa de un granado con granadas
y un palomar y en ruinas unas cuadras.
Y un trozo de camino y la lejana
claridad del mundo.
Está fuera del pueblo y es indiana
su arquitectura, ya sabéis:
todo un poco mezclado, pero es blanca,
es grande, es vieja, es solitaria.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Ellas, las sombras (por Pedro Salinas)



¿Las oyes cómo piden realidades,

ellas, desmelenadas, fieras,

ellas, las sombras que los dos forjamos

en este inmenso lecho de distancias?

Cansadas ya de infinitud, de tiempo

sin medida, de anónimo, heridas

por una gran nostalgia de materia,

piden límites, días, nombres.

No pueden

vivir así ya más; están al borde

del morir de las sombras que es la nada.

Acude, ven conmigo.

Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo.

Los dos les buscaremos

un color, una fecha, un pecho, un sol.

Que descansen en ti, sé tú su carne.

Se calmará su enorme ansia errante,

mientras las estrechamos

ávidamente entre los cuerpos nuestros

donde encuentran su pasto y su reposo.

Adormirán al fin en nuestro sueño

abrazado, abrazadas. Y así luego,

al separarnos, al nutrirnos sólo

de sombras, entre lejos,

ellas

tendrán recuerdos ya, tendrán pasado

de carne y hueso,

el tiempo que vivieron en nosotros.

Y su afanoso sueño

de sombras, otra vez, será el retorno

a esta corporeidad mortal y rosa

donde el amor inventa su infinito.

domingo, 1 de septiembre de 2013

En esta noche en este mundo (por Alejandra Pizarnik)


en esta noche en este mundo
las palabras del sueño de la infancia de la muerte
nunca es eso lo que uno quiere decir
la lengua natal castra
la lengua es un órgano de conocimiento
del fracaso de todo poema
castrado por su propia lengua
que es el órgano de la re-creación
del re-conocimiento
pero no el de la resurrección
de algo a modo de negación
de mi horizonte de maldoror con su perro
y nada es promesa
entre lo decible
que equivale a mentir
(todo lo que se puede decir es mentira)
el resto es silencio
sólo que el silencio no existe


no
las palabras
no hacen el amor
hacen la ausencia
si digo agua ¿beberé?
si digo pan ¿comeré?


en esta noche en este mundo
extraordinario silencio el de esta noche
lo que pasa con el alma es que no se ve
lo que pasa con la mente es que no se ve
lo que pasa con el espíritu es que no se ve
¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?
ninguna palabra es visible


sombras
recintos viscosos donde se oculta
la piedra de la locura
corredores negros
los he recorrido todos
¡oh quédate un poco más entre nosotros!


mi persona está herida
mi primera persona del singular


escribo como quien con un cuchillo alzado en la oscuridad
escribo como estoy diciendo
la sinceridad absoluta continuaría siendo
lo imposible
¡oh quédate un poco más entre nosotros!


los deterioros de las palabras
deshabitando el palacio del lenguaje
el conocimiento entre las piernas
¿qué hiciste del don del sexo?
oh mis muertos


me los comí me atraganté
no puedo más de no poder más


palabras embozadas
todo se desliza
hacia la negra licuefacción


y el perro de maldoror

en esta noche en este mundo
donde todo es posible
salvo
el poema


hablo
sabiendo que no se trata de eso
siempre no se trata de eso
oh ayúdame a escribir el poema más prescindible
el que no sirva ni para
ser inservible
ayúdame a escribir palabras
en esta noche en este mundo.