zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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martes, 31 de diciembre de 2013

De otra forma (por Saiz de Marco)

Escarba en la memoria

pone por escrito todos sus recuerdos

los nítidos

los borrosos

cronológicamente

detalladamente

sin omitir nada

sin dejar que huya ninguno


Ocupan muchas hojas

“He aquí el libro de todos mis pasos”


Y al terminar

rompe las hojas

rompe los pasos

rompe sus huellas

las echa al fuego


“Escribir todo es una forma”

piensa

“Permitir que las huellas se disipen

dejar que el viento haga su trabajo es

tal vez

otra forma mejor”

lunes, 30 de diciembre de 2013

Con qué amor podrá impedirse (por Ko Un)


Qué fuerza podrá impedir

que este legendario mundo de oriente caiga,

poco a poco o de repente.

Con qué amor

podrá impedirse

que la humanidad se hunda.

Sólo el torbellino perdura.

¡Ah, el último hechizo!

domingo, 29 de diciembre de 2013

Tu mano de luz (por Miguel Ángel Velasco)


Miro tu mano quieta

sobre mi pecho,

tan tímida que apenas se diría

que ha crepitado al roce

de una espuma nocturna, que muy dócil

se somete a esa música

precisa de la sangre, y que un arder

aún más de álgida fiebre ya le pulsa

su racha de coral en otra atmósfera.

Quién lo diría de este manso lirio,

que tu mano de luz se sueña estrella

abriéndose de noche, una bengala

en fuga del arrullo y la caricia.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Aquel otro (por José Emilio Pacheco)


Hoy vino a verme el que no fui:
aquel otro
ya para siempre inexistencia pura.
Ardid verbal para el que “hubiera sido”,
forma atenuada de decir “no fue”.
Ahora lo entiendo:
quien no fui ha triunfado,
la realidad no lo manchó, no tuvo
que adaptarse a la eterna sordidez.
Jamás capituló ni vendió su alma
por una onza de supervivencia.
El que no fui se fue como si nada.
Ya nunca volverá, ya es imposible.
El que se va no vuelve aunque regrese.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Cuántas sub-máscaras (por Fernando Pessoa)


¿Cuántas máscaras portamos, cuántas sub-máscaras

sobre nuestro rostro del alma, y cuando,

jugando consigo misma el alma se desenmascara,

conoce ella su propio rostro tras la última máscara?

La verdadera máscara no siente dentro de la máscara

pero ve más allá de la máscara a través de los ojos enmascarados.

Cualquier tarea que la conciencia empieza

con su aceptado uso enlaza al ensueño.

Como un niño asustado por sus rostros espejados,

nuestras almas que son niñas, siendo distraídas,

imponen otredad a sus muecas vistas

y obtienen un mundo entero causando su olvido;

y, cuando un pensamiento pudiera desenmascarar nuestra enmascarada alma,

no irá desenmascarado al desenmascaramiento.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Fuertes, cínicos (por Malgorzatta Hillar)


Nosotros los de la segunda mitad del siglo XX

que rompemos los átomos
que conquistamos la luna
nos avergonzamos
de los gestos delicados
de las miradas tiernas
de las sonrisas cálidas

Cuando sufrimos
fruncimos desdeñosamente los labios

Cuando llega el amor
displicentemente
nos encogemos de hombros

Fuertes cínicos
con los ojos irónicamente entrecerrados

Sólo a altas horas de la noche
junto a las ventanas
herméticamente cerradas

nos mordemos las manos
morimos de amor.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

No volveré (por Ray Bradbury)


No me atrevo a ir. En la isla hay fantasmas

y en las costas, tormentas espectrales,

aguaceros que lloran su pérdida con lágrimas

hasta que al fin me ahogo en el pasado.

La última vez que anduve por las calles dublinesas

mi mirada era clara, el pulso fuerte.

Pero ahora que se me ha ido media vida o más,

no puedo enfrentarme a la triste aurora de Dublín.

Los libreros que entonces me atendieron

están grises y demacrados, ¿cómo es posible?

El personal del hotel ha desaparecido,

algunos sobreviven como espectros, los demás ya ni existen.

¿Los vendedores ambulantes, mendigos, camareras,

duermen bajo las sombras de Maynooth

como artistas de O’ Connell? Se fueron para permanecer

diseminados dentro de las colinas de Bray.

Sus felices rostros emergen y se propulsan

a través de mi vida para materializar cada sueño.

Por tanto, ¿a Irlanda? No, no volveré

a donde los fantasmas arden en tormentas de humo.

No volveré a pasear por Dublín,

no soporto esa lluvia angustiosa

que derrite a la juventud, la disuelve en el mar

y acaba con mi alma, con mi corazón, conmigo.

martes, 24 de diciembre de 2013

Como el vuelo (por Susana Benet)


¿Por qué tira de mí
como el vuelo de un ala la palabra?

¿Adónde me conduce si no sé
siquiera la intención,
ni presiento el destino que persigue?

Sólo sé que en la leve
presencia de este instante
tiembla bajo la piel, revolotea,
como un soplo apresado,
un impulso que pugna por brotar
y transformarse en canto.



lunes, 23 de diciembre de 2013

Te resistes (por Saiz de Marco)

Ellos creen que aún tú crees
en los reyes de enero
(compran furtivamente, escribís una carta,
el día antes, por la tarde, vais a verlos pasar)
y tú con tus seis años
no quieres, te resistes
a arrancar su ilusión.




FELIZ NAVIDAD A TODO/AS
(Durante la próxima semana dejamos entradas programadas.)

Acá está mi hijo (por Sylvia Plath)


¿Qué, quién nos arroja estas almas inocentes?
Miren, están exhaustas, consumidas
en sus cunas de lona, con sus nombres atados en las muñecas,
pequeños trofeos de plata por los que vinieron desde tan lejos.
Hay algunos con el pelo negro y duro, otros son pelados.
El color de su piel es rosado o amarillento, marrón o rojo;
están empezando a recordar sus diferencias.

Creo que están hechos de agua; no tienen expresión.
Sus rasgos duermen como la luz en el agua quieta.
Son los verdaderos monjes y monjas en sus atuendos idénticos.
Veo caer, derramados como estrellas en el mundo
-en India, África, América-, a estos milagros,
a estas puras, pequeñas imágenes. Huelen a leche.
Las plantas de sus pies están intactas. Han caminado por el aire.

¿Puede ser tan abundante la nada?
Acá está mi hijo.
Tiene los ojos de ese azul general, plano.
Se gira y me mira como una pequeña, ciega, radiante planta.
Un llanto. Es el gancho. Resisto.
Soy una colina cálida.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Un puente sobre el río del olvido (por Antonio Rivero Taravillo)


Que no caigan en manos enemigas.


Desmontando la casa de tus padres,

expurgas las carpetas, los papeles,

en un lento escrutinio de sus años

ya detenidos:

facturas y recibos, y también

las cartas, los carnets,

las esquelas que escuecen.


Ojalá hubieras sido analfabeto.


Triturada lo mismo que una fruta,

toda su vida, que se fue en un zumo

nunca más ácido, y que hoy apuráis

tú y la papelera.


Pedacitos pequeños como lágrimas,

cajones que desfondan los sollozos,

gomillas, fundas, clips, sobres, ficheros:


ojos, pilares que componen

un puente sobre el río del olvido,


un puente recorrido por vez última

que no caerá en manos enemigas.

sábado, 21 de diciembre de 2013

El sabor de tu boca (por Malgorzata Hillar)



En medio del día
que se dobla
por el perfume del heno
busco el sabor
de tu boca

Toco con los labios
las hojas de los árboles
el girasol
y la pared fría

Cuando llega la noche
la bebo en soledad
con los labios pesados de sed
como fresas maduras

viernes, 20 de diciembre de 2013

El prodigio era tuyo (por José Hierro)


La estrella aún flotaba en las aguas.
Río abajo, a la noche del mar, la llevó la corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio silvestre.

Imagínate tú, piensa sólo un instante,
piensa sólo un instante que el alma comienza a caerse.
(Las hojas, el canto del agua que sólo tú escuchas:
maravilloso silencio que pone en las tuyas su mano evidente.)

Piensa sólo un instante que has roto los diques y flotas sin tiempo en la noche,
que eres carne de sombra, recuerdo de sombra; que sombra tan sólo te envuelve.
Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo,
antes que todo se desvaneciese!»

Imagínate tú que hace siglos que has muerto.
No te preguntan las cosas, si pasas, quién eres.
Procura un instante pensar que tus brazos no pesan.
Son nada más que dos cañas, dos gotas de lluvia, dos humos calientes.

(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo, tan vivo era todo!)

Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su muerte,
abre los ojos:

El trágico hachero saltaba los montes,
llevaba una antorcha en la mano, incendiaba los bosques nacientes.

El río volvía a mojar las orillas que dan a tu vida.
El prodigio era tuyo y te hacías así vencedor de la muerte.

jueves, 19 de diciembre de 2013

De barro y de maderas (por Isaac Felipe Azofeifa)


La casa de mi infancia es de barro del suelo a la teja,
y de maderas apenas descuajadas, 

que en otro tiempo obedecieron
hachas y azuelas en los cercanos bosques.
El gran filtro de piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca sombra.
Yo amo su silencio, que el fiel reloj del comedor vigila.
Me escondo en los muebles inmensos.
Abro la despensa para asustarme un poco
del tragaluz, que hace oscuros los rincones.
Corro aventuras inauditas cuando entro
en el huerto cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo triste riega en el aire quieto,
paz y sueño sabrosos.
Cuando venían las lluvias miraba los largos aguaceros
desde el ancho cajón de las ventanas.
Nunca huele a tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia primero en el aire venir como un gigante
que se demora, lento, se detiene y no llega,
y luego están ahí sus pies sobre las hojas, tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos de prisa, tan de prisa, los árboles,
el césped, los arroyos,
los alambres, los techos, las canoas.
Pero también su llanto desolado,
su sinrazón de ser triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi infancia, para siempre.
Llueve en mi alma ahora, como entonces.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El olvido es un gran simulacro (por Mario Benedetti)


Cada vez que nos dan clases de
amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de
amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de
ausencia
muñones de porvenir / arrabales
de duelo
pero también candores de
mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde
sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo
de otoño
sentimientos insoportablemente
actuales
que se niegan a morir allá en lo
oscuro

el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las
remembranzas
y hay que tirar rencores por la
borda
en el fondo el olvido es un gran
simulacro
nadie sabe ni puede / aunque
quiera / olvidar
un gran simulacro repleto de
fantasmas
esos romeros que peregrinan por
el olvido
como si fuese el camino de
santiago

el día o la noche en que el olvido
estalle
salte en pedazos o crepite
los recuerdos atroces y de
maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por
el mundo
y esa verdad será que no hay
olvido.

martes, 17 de diciembre de 2013

Me sorprendió tu voz (por Jana Putrle Srdić)

A los seis meses de tu muerte
llamé a tu casa,
nadie atendió el teléfono y
de repente en el contestador
me sorprendió tu voz.

Como si los cactus de la repisa
rodearan mi cama por la mañana.

Como si contestaras desde un cubo
rosado de gelatina.

Tu voz
es para mí conocida y extraña a la vez,
inusualmente resuelta como la voz
de un hombre de treinta años que nunca
está en casa y necesita un contestador,

porque acaba de volver de balonmano
y tiene prisa para llegar a las prácticas de tiro.
Como todos los tiradores, sabe que en el camino
hacia el campo de tiro debe fijar la mirada
a través de la ventana del autobús, siempre en el mismo punto,
en la luna del cielo del atardecer,

para que después, ante el blanco,
el corazón le empiece a latir en círculos blancos
hasta unirlos con su pulso en un punto,
y apretar entonces el gatillo.

Una voz
conocida de un hombre de treinta años en luna
de miel rumbo a Venecia con una cinta de Glenn Miller
en el coche. Un sombrero femenino con alas grandes.
Unos pantalones livianos de verano – al estilo de Gatsby –
que se deslizan por las rodillas al saltar
dos escalones a la vez en los puentes.
Canales que apestan, paredes húmedas,
palomas, le dice a ella, palomas por todas partes,
y ligeramente prende a la vez con su encendedor
sonrisas en los negativos.

Paso al lado de este alto hombre delgado
con una camisa clara de verano que no me reconoce
porque aún no existo.

Pienso: cuando grabemos encima de la cinta
del contestador y tu voz en mi cabeza
se haga borrosa, también yo voy a volverme
un poco más transparente.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Mi padre anuda mi corbata (por Ray Bradbury)



Mi padre, no yo, anuda mi corbata.

Una noche hace tiempo, en junio,

yo hacía un intento:

Mi primera corbata revuelta sobre el chaleco,

las manos torpes,

cuando de pronto, entró en escena lo inesperado:

algo terrible está por suceder.

Mi padre se acercó en silencio

y me observó y se puso detrás de mí.

No mires, dijo.

Mantente alejado de los espejos.

Que tus dedos aprendan

cómo se hace.

Su enseñanza perdura. Lo que dijo era cierto.

Con los ojos cerrados,

gracias a su ayuda (arriba, vuelta y abajo)

no sé cómo surgió un nudo milagroso.

No tiene nada, dijo mi padre.

Ahora tú, hijo. No, con los ojos cerrados.

Y con una última, cariñosa y ciega observación

enseñó a mis dedos inútiles

el arte de tejer. Entonces, se marchó.

Bueno, hasta hoy, ¿como podría presumir de nudos?

Imposible.

Invoco a ese fantasma de dulce aroma a tabaco, que se marchó hace tiempo,

para que me ayude.

Y lo hace:

En mi cuello su aliento, la fragancia de su último cigarrillo.

La muerte no existe, pues ayer por la tarde

sus dedos fantasmales vinieron y me ayudaron a anudar y enlazar.

Si esto es verdad (¡lo es!), no morirá nunca.

Mi padre, no yo, anuda mi corbata.

domingo, 15 de diciembre de 2013

En paz (por Vicente Gallego)


Esta tarde soy rico porque tengo

todo un cielo de plata para mí,

soy el dueño también de esta emoción

que es nostalgia a la vez de los días pasados

y una dulce alegría por haberlos vivido.

Cuanto ya me dejó me pertenece

transformado en tristeza, y lo que al fin intuyo

que no habré de alcanzar se ha convertido

en un grato caudal de conformismo.

Mi patrimonio aumenta a cada instante

con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde,

y perder significa haber tenido.

Ya no tengo ambiciones, pero tengo

un proyecto ambicioso como nunca lo tuve:

aprender a vivir sin ambición,

en paz al fin conmigo y con el mundo.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Como una puerta (por Miguel Ángel Bernat)


Me acuerdo que
mientras me moría
vi moverse muy lentamente
las ramas desnudas de los árboles
y el cielo encima,
como una puerta abierta
que me recibía feliz
y yo también estaba feliz.



viernes, 13 de diciembre de 2013

Un genio (por Charles Bukowski)


Hoy
conocí a un genio en el tren
como de seis años de edad;
...se sentó a mi lado y,
mientras el tren
corría por la costa,
llegamos al océano.
el niño me miró y me dijo:
el mar no es nada bonito.

fue la primera vez
que me di cuenta
de ello.



jueves, 12 de diciembre de 2013

El revés del mundo (por Czeslaw Milosz)


–Cuando muera, voy a ver el revés del mundo.

El otro lado, más allá de pájaro, montaña, puesta de sol.

El significado verdadero, listo para ser descifrado.

Lo que nunca sumó va a sumar,

lo que fue incomprensible será comprendido.


–¿Y si no hay revés del mundo?

¿Si un zorzal en la rama no es un signo,

sino sólo un zorzal en la rama? ¿Si noche y día

no tienen sentido persiguiéndose

y no hay nada en esta tierra excepto esta tierra?


–Aunque así sea, permanecerá

una palabra despertada por labios que perecen,

un mensajero incansable que corre y corre

a través de campos interestelares, de galaxias vertiginosas.

Y llama, protesta, grita.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El optimista (por Fayad Jamís)


El optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor

y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron

que había demasiado nada (en realidad había pocomucho)

pero él devoró su ración sin hacer comentarios,

abrió el periódico, se fumó su café y acabó

de cenar en paz. Pensó: tengo derecho a comer con alegría

lo pocomucho que me gano mientras llega la abundancia.

Sin embargo seguían hablando de todo lo que no hay

no hay no hay no hay. No hay esto ni lo otro.

Pero el optimista se levantó en silencio

y otra vez recordó aquellos años en que sólo comió

lágrimas. No había nadie para decirle no hay sopa o bistec

o tome un pedazo de pan duro para el perro de su hambre,

pero jamás de sus dientes salieron discursos.

Y ahora estaba satisfecho de la cena frugal. El hombre

salió a la calle y echó a andar mientras silbaba.

Las luces eléctricas le recordaron el porvenir.

martes, 10 de diciembre de 2013

La inquieta sensación de trotamundos (por Carmen Cruz)


A golpe de corazón desorbitado
sin otra razón que la querencia
elijo mi camino en cada encrucijada
y ya no me pregunto si habré elegido bien,
cerebro y corazón no siempre están de acuerdo
y levantado el pie desestimo la duda del error.

He conocido pueblos distintos a los míos
y así me he conocido desde la piel adentro.
Con la prisa del aire volando la aventura, algunas veces
paso a paso,
con la calma del que sabe que no sólo a sí se pertenece,
otras
si no dejando huella,
sí arraigándome toda largas vidas
y siempre la inquieta sensación de trotamundos
que anhela recorrer los vericuetos de la tierra
y algunos entresijos de la propia mente.


Viajar… Con cuerpo y esencia de domingo,
atenta a los sentidos para henchirme absoluta,
emprender nuevo camino cada vez que presienta
que ya no aprendo nada,
aprehender la vida que nace entre sus piedras
y esculpirla, esculpirlas:


A cada paso y en cada pausa
hasta el fin del viaje
hasta el último hogar.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Queda tu nombre (por José Cereijo)


No todo lo he perdido. Queda tu nombre. Queda
la hondura del silencio después de pronunciarlo.

Queda lo que no pasa, ni puede pasar nunca:
lo que nunca ha pasado.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Poema al padre (por Sharon Olds)


De pronto te imaginé

de niño en aquella casa, habitaciones oscuras

y cálida chimenea con el hombre enfrente

callado. Te movías a través del grávido aire

con tu corpórea belleza, un chico de siete años,

indefenso, avispado, hubo cosas que el hombre

hizo cerca de ti, era tu padre,

el molde con el que fuiste creado. Abajo en el

sótano, los barriles de dulces manzanas,

cogidas del árbol en su momento álgido, se pudrieron

y descompusieron y por delante de la puerta del

sótano el arroyo corría y corría, y algo

no te fue dado, o algo te fue

robado, algo con lo que naciste, y hoy

incluso a tus 30 y 40 años te llevas

la oleosa medicina a tus labios

cada noche, ponzoña para ayudarte

a caer inconsciente. Siempre pensé que

la clave fue lo que nos hiciste

de adulto pero luego recordé a aquel niño

siendo moldeado frente al fuego, los

diminutos huesos de su alma

retorcidos y fracturados, los pequeños

tendones sujetando el corazón

partidos en dos. Y lo que ellos te hicieron

tú no me lo hiciste. Cuando ahora te amo,

me gusta pensar que estoy dando mi amor

directamente a ese chico de la habitación tórrida

como si ese amor pudiera alcanzarlo a tiempo.



sábado, 7 de diciembre de 2013

Cnoso (por Luis Alberto de Cuenca)

Y, de pronto, mi madre, abanicándose,
se me aparece en Cnoso, y yo le sirvo
el enésimo vaso de agua, y se me muere
otra vez, y otra vez me entregan sus cenizas.
Y el capricho de Evans se transforma
en un improvisado sanatorio
donde sólo se escuchan los lamentos
de quienes no verán el nuevo dí­a,
en una especie de necrópolis cercada
por guerreros micénicos que ignoran la piedad.
Y, de pronto, me veo con mi madre
-o lo que fue mi madre- entre los brazos,
tratando de burlar el estricto bloqueo
para llegar al puerto. Y lo consigo.
Y vierto el contenido de la urna
en el azul de los frescos minoicos,
que es el inagotable azul del mar.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Florecer y morir (por Antonio Carvajal)

Bocas de vidrio, esbozos de penumbras.
Adelantados o doblados
o pertinaces en su insomne palidez
de vientos como llamas, los narcisos
entregan su aroma, luna de invierno.

Florecer y morir, qué triste júbilo.
Su dispersa agrupación conmueve
el corazón del hombre, pues conoce
que la armonía existe, mas tenerla
sometida no puede a su dominio.

Todo es renuncia: de tanto aroma
nada se percibe, como en la muchedumbre
de los besos tantos pierden relieve,
sólo el beso inicial y el postrero
perduran.

Se han abierto en los días
cálidos de febrero, largamente esperados,
interludio suavísimo
entre la agria orquestación del otoño
y el ascenso difuso y orgiástico del polen.

Y se propagan y se ofrecen y su obsequio
es casi monacal, como si una vidriera
de ponientes áureos derramara
no sé qué olvido glorioso en el tocado
de la novicia, ella, tan nueva, entrada
en la sabiduría de la entrega.

En las columnas del incienso,
en el cavado resonar del órgano
suspenso, en el ilustre bisbiseo
latino de letanías, hay la misma floración
angustiosa de los narcisos,

algo intacto que pasa, y no relámpago;
algo que es luz y, al tiempo, materia deleznable;
algo que llena el pecho de veneno y promesas.
Algo como una nube que transita en silencio.

jueves, 5 de diciembre de 2013

La mirada final (por Hilario Barrero)



De todas las últimas miradas que hemos ido dejando por la vida

sin saber que lo eran

¿cómo será la última, la mirada final?

¿Se quedará pegada a la piel de los ojos?

¿Cuando se seque será raíz del llanto?

¿En que región oscura volverá a ser primera?

¿Tendrá fuego en su voz si la reconocemos

o será como agua si nos llega a traición?

¿Se hundirá el peso de su polvo en el aire

de la nueva mañana que nosotros, ya ciegos, no veremos?

Mirar es responder a preguntas vacías

en la primera noche sin respuestas.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

Entrénate en perder (por Elizabeth Bishop)


El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.

martes, 3 de diciembre de 2013

Partículas de albúmina y fibrina (por Joaquín Mª Bartrina)


¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos


ya no son para mí

lo que llama misterios sobrehumanos

el vulgo baladí.

Sólo la ciencia a mi ansiedad responde

y por la ciencia sé

que no existe ese Dios que siempre esconde

el último porqué.

Sé que soy un mamífero bimano

(que no es poco saber)

y sé lo que es el átomo, ese arcano

del ser y del no ser.

Sé que el rubor que enciende las facciones

es sangre arterial;

que las lágrimas son las secreciones

del saco lacrimal;

que la virtud que al bien al hombre inclina

y el vicio, sólo son

partículas de albúmina y fibrina

en corta proporción.

Que el genio no es de Dios sagrado emblema,

no señores, no tal:

el genio es un producto del sistema

nervioso cerebral.

Y sus creaciones de sin par belleza

sólo están en razón

del fósforo que encierra la cabeza,

¡no de la inspiración!

Amor, misterio, bien indefinido,

sentimiento, placer…:

¡palabrotas vacías de sentido

y sin razón de ser!

Gozar es tener siempre electrizada

la médula espinal,

y en sí el placer es nada o casi nada:

un óxido, una sal.


¡Y aun dirán de la ciencia que es prosaica!

¿Hay nada, vive Dios,

bello como la fórmula algebraica

C = π r²?

¡Todo lo sé! Del mundo los arcanos

ya no son para mí

lo que llama misterios sobrehumanos

el vulgo baladí.

Mas, ¡ay!, que cuando exclamo satisfecho

“¡Todo, todo lo sé!”

siento aquí en mi interior, dentro del pecho

un algo…, ¡un no sé qué!…

lunes, 2 de diciembre de 2013

Y ellos y el tiempo juntos (por Wallace Stevens)

Adiós a una idea... El rostro de la madre,
el objetivo del poema, llenan el cuarto.
Están juntos aquí, y hace calor.

Sin la presciencia de los sueños incipientes
es al atardecer. La casa es atardecer, medio disuelta.
Sólo la mitad de lo que nunca poseerá permanece,

sigue estrellado. Es la madre que poseen,
quien otorga transparencia a su presente paz.
Ella hace todo más gentil de lo que pueda ser.

Y sin embargo, ella también se disuelve, es destruida.
Ella da transparencia. Pero ha envejecido.
Su collar es una talla, no un beso.

Las manos suaves son un movimiento, no un roce.
La casa se derrumbará, y los libros arderán,
ellos permanecen dichosos en un refugio de la mente.

Y la casa es de la mente y ellos y el tiempo
juntos, todos juntos. La noche boreal
parecerá una escarcha cuando se les acerque

a ellos y a la madre mientras se adormece.
y ellos digan, buenas noches, buenas noches. Arriba
las ventanas estarán iluminadas, no los cuartos.

Un viento diseminará su grandeza ventolera alrededor,
y golpeará la puerta como la culata de un rifle.
El viento les gobernará con sonido invencible.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Trotamundos (por Giuseppe Ungaretti)

En ninguna
parte
de la tierra
puedo
asentarme

En cada
nuevo
clima
que encuentro
descubro
con pena
que
alguna vez
me fue
conocido

Y me separo de él siempre
extranjero

Naciendo
de vuelta de épocas
demasiado vividas

Gozar un solo
minuto de vida
inicial

Busco un país
inocente