zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

martes, 31 de marzo de 2020

Balaam Lai en su trigésimo año (por Bertolt Brecht)


Balaam Lai en su trigésimo año
navegó una tarde hacia Madagascar
debido a un anhelo de ver a Erna Susatte
porque hacía cuatro años que
no la veía
y no tenía la menor idea de dónde estaría
de modo que pensó: Está en Madagascar.

Buscó en el mapa en el Tomas Cook. Muy probablemente
estaría ahí en algún lado
pensó y entonces
apareció en Madagascar
del modo
como Poncio Pilatos lo hizo en el Credo.

Viajó con un maletín lleno de documentos
un paraguas que precisaba urgentes reparaciones
una guitarra y una botella de Johnny Walker
y un revoltijo en el corazón, un viejo desorden.
Pero el mar es un maldito bicho de malos modales
así que no pensó mucho en Erna Susatte
aunque una vez estuvo en la isla entonces
el nombre (no el rostro) se le apareció de nuevo
pero esa noche se fue a la cama solo, suponiendo
que sería raro encontrarse con ella la primera noche.

Así que cuando Balaam Lai en su trigésimo año
de pronto una mañana estaba en Madagascar
se preguntó antes de salir en su búsqueda
si era posible que Erna Susatte
estuviera en Madagascar
y concluyó que era posible, ¿por qué no iba a serlo?
pero que las posibilidades de encontrarla eran pocas, especialmente
porque con lo único que contaba era con su maleta y un paraguas
y dado sobre todo que el interés que
aún tenía en el rostro de la desaparecida Erna Susatte
no era grande, no muy grande
y decidiendo sobre un ponche infamemente elaborado
que Madagascar no daba para mucho
regresó navegando moderadamente borracho de ponche
pero se deshizo de toda añoranza y de toda la bazofia del deseo
y ordenó otro ponche en El Clavel Rojo
12 Tauenziehenstrasse, corrido
por otra Erna, apellidada Nubes, esta
varios años después, misma calle, número 4, en un bar
un sobresaturado borracho solía relatar
entre varias historias verdaderas ésta acerca de
un atrevido viaje en una goleta a Madagascar
naufragio, visiones, picaduras de serpientes
y un rostro que había visto en las profundidades de los pantanos de Madagascar
como prueba de que de vez en cuando los milagros sí
suceden
por ejemplo cuando
sin nada más que decir
él ve el pálido y olvidado rostro de Erna Susatte
en un pantano
asiático, ebrio de ponche como una mofeta.



lunes, 30 de marzo de 2020

Pareces no saber (por Louise Glück)


En tu prolongada ausencia, me permites
el uso de la tierra, anticipando
cierta ganancia por la inversión. Yo debo declarar
que fracasé en mi tarea, principalmente
respecto de las plantas de tomate.
Pienso que no debería ser alentada a su cultivo
Pero si es así, deberías detener
las grandes lluvias, las noches frías
tan seguidas aquí, mientras que otras regiones reciben
doce semanas de verano. Todo esto
te pertenece a ti: por otra parte,
yo he plantado las semillas, observado los primeros brotes
como alas rasgando el suelo y fue mi corazón
roto por el pulgón, la mancha negra multiplicándose
veloz en las hileras. Dudo
que tú tengas corazón, así como entendemos
este término. Tú que no discriminas
entre muertos y vivos, tú que en consecuencia eres
inmune a los presagios, pareces no saber
el pánico que sufrimos, la hoja manchada,
las rojas hojas del arce cayendo
incluso en agosto, con temprana oscuridad. Yo soy la responsable
de estas viñas.


domingo, 29 de marzo de 2020

Tal vez solo una vez (por Robert Desnos)


Hubo una vez (y fueron tantas veces)
un hombre que adoraba a una mujer.

Hubo una vez (la vez fue muchas veces)
que una mujer a un hombre idolatraba.

Hubo una vez (lo fue muchas más veces)
una mujer y un hombre que no amaban
a aquel o aquella que los adoraban.

Hubo una vez (tal vez solo una vez)
una mujer y un hombre que se amaban.


sábado, 28 de marzo de 2020

Mi altar pagano (por Percy Bysshe Shelley)


Mujer mía, mi altar pagano,
a la que taño y acaricio con dedos de luz,
mi joven bosque en que paso el invierno
mi neurótico, impuro y tierno emblema,
escribo tu aliento y anoto tu cuerpo
sobre papel pautado para música

y junto a tu oído prometo horóscopos recién creados
y te preparo una vez más para viajes por el mundo
y para una estancia en una Austria u otra

pero por dioses y constelaciones
la felicidad eterna se vuelve también mortalmente agotadora,
y yo no tengo casa, ni tengo cama,
ni siquiera flores de cumpleaños para ti

te anoto en un papel
mientras creces y floreces como orquídea de julio


viernes, 27 de marzo de 2020

Puedo verla (por Sandor Csoori)


Desde que no despierto con ella,
desde que no me siento a la mesa para cenar con ella,
desde que la muerte fluyó en mi boca riente
y quedé atrapado entre las lluvias
como entre los listones de un cerco de hierro de los días de mi infancia:
puedo ver una fina, negra venda temblando largo rato
ante mis ojos.
Se acerca, se esfuma, surge otra vez,
como si la vena sanguinolenta meciéndose en un ojo
me hipnotizara de la mañana a la noche.

Puedo verla, también, entre las grandes columnas del museo
en el sesgado, declinante brillo del sol,
ante las bocas-de-nieve de las estatuas de Enero,
y cerca de las caras de las mujeres en el mercado, en la calle,
paradas en las escaleras del metro.
América se destiñe dentro de mí, la luz de los Grandes Lagos,
como cuando se apaga una lámpara.
Asombrado, miro alrededor, y con paso vacilante
empiezo a creer que los muertos, también, son caprichosos,
y no detendrán su juego secreto
una vez que, cuando vivían, lo han iniciado.

El viento gira, gira entre los esbeltos muelles,
toca apenas sombreros y techos,
lanza el anzuelo desde el medio del Danubio en el aire,
la tromba que brinca,
atrae mis ojos, los tienta con su cebo,
como una hebra de pelo negro que no puede ser atrapada.


jueves, 26 de marzo de 2020

La mañana (por Robert Rivas)


es de mañana
el pincel del disturbio ya inicia
su desprolija tarea

¿cuánto podría tardar
en ahogarse del todo
la isla de su infancia?

trazos que escapan de las palabras escritas
a veces por desesperación
a veces por arrebatadas
otras veces como efecto de un drenaje masivo
aplicado a una manada grande de palabras

yo pierde con facilidad su soberanía
los obstáculos lo atraviesan como piedras
al papel
y yo ahora tiene que luchar
para salir de su charco
(era de agua
y no muy limpia)

¿emergerá?
apaciguarse
las tareas se colocan en fila
¡pasmoso!
sus dificultades han decidido cooperar
sería importante para yo
encontrar su ser
desflecado, hecho serpentinas
como fuere
y a partir de ahí

entrelazar
¿ah, homeostasia
que se ha rehusado siempre,
podría ahora, convocada
desde lo más hondo de un vacío
de la existencia, aparecer?

por el borde de un instante

sacudidas inercias
cables enroscados en norayes
de muelles abandonados

aprender cómo se encapillan las gazas en la bita

invisibles pero interminables
actividades interiores
mudanzas, pequeñas
descarrilamientos, también pequeños
algo inmutable
lo observa todo desde muy temprano
entre sentimientos de presencias
y sentimientos de ausencias

de los variados brazos de la mente
que bobinan, alzan barreras,
golpean el portón de hierro

el agua hasta los tobillos
¡si se pudiera abrir esa ventana!
pero el hacha resbala nuevamente
hay que volver a encontrarla

se disloca, se divide, se subleva
insiste hasta el delirio
en la realidad de su existencia

hay palabras que exhaustan el sentido

ocurrentes recurrentes
recurren a ocurrir
mientras les dura la cuerda
la curda la curva
la gula la biela

tiene que decirlo
con palabras que no han sido horneadas todavía
con palabras selladas:
que nunca sabremos qué quieren decir

¡así que las palabras quieren decir!


miércoles, 25 de marzo de 2020

Sueños pulidos y rápidos (por Paal-Helge Haugen)


ha ocurrido ya varias veces

yo sueño sueños pulidos
y rápidos como proyectiles
de preferencia hacia el amanecer: 1933
coches cerrados y abrigos de cuero
que de repente salen deslizándose y por dentro
hombres bajos con cuerpos extrañamente rígidos
se mueven con pasitos saltarines

abrigos con alas de napa
piel de cerdo pulida, sin pelos y muy ajustados
viejos abrigos bien conocidos
nuevos rostros

más lejos altas construcciones grises
silencio total, altas chimeneas y humo
aquí vienen:
hebillas de cinturón, emblemas
botas altas ajustadas
perros, hermosos animales relucientes
rumor bajo, mensajes en clave, orden

todo esto en una rubia noche nórdica de verano
rocío en las puntas de las botas
hermosos mechoncitos de niebla
claros asfaltados en el bosque
el clic de las armas cuando se les quita el seguro
amplias ciénagas en la lechosa blancura
de la luz del límite exterior del sueño
reposiciones, digo, ¡malditas imágenes viejas!
¿no tienes nada mejor que ofrecer?
no me vengas con esa porquería, digo

eso ayuda un poco
me levanto temprano, maldita oscuridad
me tomo un café solo
y escucho el pronóstico del tiempo

luego la radio toca música para mí
creo que me voy a tomar otra taza, digo

eso ayuda

estamos pues en 1978, digo
mil novecientos setenta y ocho


martes, 24 de marzo de 2020

Ahora entiendo (por Elizabeth Smart)


1.

¿Por qué dijo Blake
"Girasoles agotados de tiempo"?
Cada vez que los veo
parecen decir
¡Ahora! con un estrellar
de platillos
Muy alegres
y entusiasmados
y un absoluto deleite
en su propia redonda brillantez.

2

¡Perdón, Blake!
Ahora entiendo lo que querías decir.
La escarcha y las tormentas han maltratado
su brillante deleite
y aunque aún están enhiestos
nada podría mostrar el abandono
mejor que sus agotadas
desilusionadas
cabezas colgantes.


lunes, 23 de marzo de 2020

Beber el propio aliento (por Esteban Nicotra)


El terror del día
hace temblar el cuerpo
como si estuviera desnudo.
Cerrar los ojos, apretar los dientes, beber el propio
aliento,
puede llegar a salvarte.
O tal vez el calor de tus recuerdos.
(Es extraño ver cómo quedan las cosas de los que
se han ido.
No se hablan más que a sí mismas,
como si estuvieran ciegas).
Todo está bien mientras nada se mueva.
No hay que arriesgarse al azar de las calles;
la mañana mira por los ojos de las estatuas:
todo se refleja en su iris vacío.
Y los huesos gimen
su dolor de carne, de pequeña luz,
tan fácil de apagarse.
El cuerpo se ampara a sí mismo,
como las manos ocultan la llama
a los golpes del viento.


domingo, 22 de marzo de 2020

Amanecer en las trincheras (por Isaac Rosenberg)


La oscuridad se disgrega.
Es el viejo tiempo druídico de siempre,
sólo que algo vivo salta de mi mano,
una rara y sardónica rata,
mientras arranco la amapola del parapeto
para ponérmela tras la oreja.
Graciosa rata, te dispararían si conocieran
tus cosmopolitas simpatías.
Ahora has tocado esta mano inglesa.
Pronto, sin duda, harás lo mismo con una alemana
si lo que deseas es cruzar el dormido verdor que las separa.
Parece que sonrieras para ti mientras pasas junto a
ojos de mirada intensa, extremidades delgadas, atletas altivos,
con menos posibilidades de vivir que tú,
sujetos a los caprichos de la aniquilación,
tumbados en las entrañas de la tierra,
los desgarrados campos de Francia.
¿Qué ves en nuestros ojos
ante los gritos del hierro y el fuego
que atraviesan los cielos tranquilos?
¿Qué temblor, qué corazón horrorizado?
Las amapolas, cuyas raíces están en las venas del hombre,
caen y no paran de caer;
pero la mía está a salvo detrás de mi oreja
aunque un poco blanca a causa del polvo.



sábado, 21 de marzo de 2020

Que han de perderse en cuanto no las mires (por José Cereijo)


Mira la vieja puerta de madera
por la que ya has pasado tantas veces.
Mira la acera gris que es tu camino,
y en la que no reparas al pisarla.
Mira también las nubes de esta tarde,
los árboles dormidos del paseo,
los delicados juegos de la luz.
Todo lo que sucede para nadie,
lo que es puro ausentarse de sí mismo,
como acaso la vida.
Mira, por una vez, estas cosas oscuras
que han de perderse en cuanto no las mires,
que no serán recuerdos.



viernes, 20 de marzo de 2020

El hombre que escala las paredes (por Edgar Maldonado Bayley)


Colgado de una soga

el hombre que escala las paredes

tiene fuertes zapatones con clavos

Escala las paredes

porque ha olvidado las llaves de su casa

y mientras escala las paredes

hasta llegar al piso trece

se detiene algunos momentos

en los balcones de cada piso

donde aspira el olor de los geranios

las madreselvas

las hortensias

y los malvones

Hay sol

gallardetes

vendedores ambulantes

y más allá está el río

y más allá los puentes

por donde se va a la pampa

Abajo están los niños

que salen de las escuelas

y por el cielo pasan aviones y pájaros

y sombreros de anchas alas

que el viento arrancó a los desprevenidos

La soga ha sido atada a la viga

que sobresale en la azotea

Un hombre la ciñó a su cintura

y asciende tomándose de la soga

con sus manos enguantadas

Usa un chaleco floreado y una gorra a cuadros

Debe llegar al piso trece

donde tiene que regar unos claveles

pisar maíz

escribir unas cartas

y preparar una cazuela

Sube lentamente

y en cada piso se detiene un rato para descansar

Entra en el balcón de cada piso

y se sienta en un sillón

o se extiende sobre una reposera

y conversa con la vecina o los vecinos

y acepta un café o un mate

o deja caer un chorro de una bota de vino

en su garganta

o juega a las cartas

o escucha confidencias y da consejos

y cuenta algún episodio de su vida

hasta que saluda y se va

y sigue trepando por las paredes

colgado de una soga

Es el hombre que tiene fuertes zapatones con clavos

y un chaleco floreado y una gorra a cuadros

que olvidó las llaves de su casa

y aspira el olor de los geranios

y debe llegar al piso trece

antes de que aparezcan los búhos

y se iluminen las ventanas

Están los pájaros y el río allá lejos

y el césped del parque

y los caballos que galopan por la llanura

y esta silla desvencijada

y la bañera

fuera de uso

llena de tierra y de flores

y el mar y el navío que se acerca

y la lagartija que se escurre entre las rocas

y el vendedor de diarios que desde abajo

le grita consejos y advertencias

mientras el hombre vuela

asciende

conquista cada piso con esfuerzo

y mira siempre hacia arriba

la tierra está lejos

el cielo está lejos

El hombre que trepa por las paredes

colgado de una soga

cuando entra en una casa por el balcón

es bien recibido por los vecinos

y él trata de ser útil

pero en uno de los pisos

una mujer inesperada

que es una sola

y al mismo tiempo

todas las mujeres de su vida

le pide que la lleve con él

Entonces ella se ata también con la soga

y sube con el hombre

más allá del piso trece

hacia las nubes

el aire libre

el cielo

el viento

entre los geranios

las sombrillas

las reposeras

sobre puentes y puestos de diarios

y mástiles

y enredaderas

y algunas gotas

y semillas

y sueños

con su gorra a cuadros

con su chaleco floreado

con su enamorada de siempre


jueves, 19 de marzo de 2020

Tus recuerdos (por Olga Orozco)


Aquí están tus recuerdos:

este leve polvillo de violetas

cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;

tu nombre,

el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;

el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;

mi infancia, tan cercana,

en el mismo jardín donde la hierba canta todavía

y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,

entre los matorrales de la sombra.

Todo siempre es igual.

Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:

todo siempre es igual.

Aquí están tus dominios, pálido adolescente:

la húmeda llanura para tus pies furtivos,

la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,

las antiguas leyendas,

la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto.

-¿Recuerdas la nevada? ¡Hace ya tanto tiempo!

¡Cómo han crecido desde entonces tus cabellos!

Sin embargo, llevas aún sus efímeras flores sobre el pecho

y tu frente se inclina bajo ese mismo cielo

tan deslumbrante y claro.

¿Por qué habrás de volver acompañado, como un dios a su mundo,

por algún paisaje que he querido?

¿Recuerdas todavía la nevada?

¡Qué sola estará hoy, detrás de las inútiles paredes,

tu morada de hierros y de flores!

Abandonada, su juventud que tiene la forma de tu cuerpo,

extrañará ahora tus silencios demasiado obstinados,

tu piel, tan desolada como un país al que sólo visitaran cenicientos pétalos

después de haber mirado pasar, ¡tanto tiempo!,

la paciencia inacabable de la hormiga entre sus solitarias ruinas.

Espera, espera, corazón mío:

no es el semblante frío de la temida nieve ni el del sueño reciente.

Otra vez, otra vez, corazón mío:

el roce inconfundible de la arena en la verja,

el grito de la abuela,

la misma soledad, la no mentida,

y este largo destino de mirarse las manos hasta envejecer.


miércoles, 18 de marzo de 2020

Sin respuesta (por Liliana Ancalao)



habrá que resignarse a ser pregunta

arremangarse los pies

seguir andando

con un golpe de sismo por espalda

sin cimiento

ni contemplaciones


habrá que acostumbrarse sin respuesta

morir en una historia y otra historia

salir de madre pateando las preguntas

por los caños de la piel

hasta los huesos


y andar

humano no más

apuntalando luchas

controlando el pulso de la tierra


mirarse escombro en el mapa de los sueños


martes, 17 de marzo de 2020

Un huérfano en tus huesos (por Raquel Jaduszliwer)


¿Acaso conocías la pulsación del árbol
su corazón con un latido único?
recuerdo ese sonido como de planetas
moviéndose por extensiones que no recorrerás
y si apoyaras tu cabeza en el regazo, en la aspereza de la astilla
escucharías la voz de la madera
ella te haría sentir un huérfano en tus huesos
y todo te pondría tan de otra medida
tan abstracto te ves en lo viviente
casi sólo una idea, como un animal solo, sin especie
solo y adentro de tu pensamiento
solo bajo el inmenso poderío del bosque
su camino sombreado entre el cielo y la tierra
tu espíritu vagando por el desorden verde.


lunes, 16 de marzo de 2020

El modo en que las cosas funcionan (por Jorie Graham)


Es recibiendo
o dejando ir.
Ésta es la forma más sencilla
de la corriente: azul
moviéndose a través del azul;
azul a través del púrpura;
los objetos de deseo
abriéndose hacia ellos mismos
sin nosotros; los objetos de fe.
El modo en que las cosas funcionan
es por superación de obstáculos,
debilitamiento o aumento
de la resistencia y beneficiándose
de algo.
El modo en que las cosas funcionan
es que finalmente creemos
que están ahí,
comunes y capaces
de representarse a sí mismas.
Rueda, flujo cinético,
agua que asciende y cae,
lingotes, palancas y llaves,
creo en vosotros,
cerrojo de cilindro, polea,
torno de mano y
grúa, levantad vuestra pequeña cabeza
-creo en vosotros-,
vuestra cabeza es el horizonte para
mi mano. Creo
para siempre en los ganchos.
El modo en que las cosas funcionan
es que finalmente
agarran algo.



domingo, 15 de marzo de 2020

Detenerse (por Fazil Hüsnü Daglarca)


La belleza de los árboles a medianoche
debería detenerse un tiempo.
Las aguas que corren y los caminos remotos
deberían detenerse.

La luz en las ventanas debería detenerse,
detenerse pronto para mí.
Donde crece el día con la compraventa
del mercado debería detenerse.

El pasto debería detenerse en su silencio
cuando los insectos aplacan el hambre de la tierra.
En desolados descansos de montaña
el cielo debería detener su refinado azul.

Poderosos pájaros en el aire,
como enormes caballos en una carrera incesante,
todos ellos deberían
detenerse.

Los desenfrenados susurros del bosque,
el sueño del pez en el mar abierto,
nuestro dormir
debería detenerse.

No el vertiginoso hechizo de las bailarinas desnudas,
ni el manar de la sangre del guerrero.
Todos deberían detenerse un rato.
La muerte debería detenerse.


sábado, 14 de marzo de 2020

En la estación desierta (por Jorge Teillier)


Te gusta llegar a la estación
cuando el reloj de pared tictaquea,
tictaquea en la oficina del jefe-estación.
Cuando la tarde cierra sus párpados
de viajera fatigada
y los rieles ya se pierden
bajo el hollín de la oscuridad.

Te gusta quedarte en la estación desierta
cuando no puedes abolir la memoria,
como las nubes de vapor
los contornos de las locomotoras,
y te gusta ver pasar el viento
que silba como un vagabundo
aburrido de caminar sobre los rieles.

Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo
los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,
el pueblo donde querías llegar
como el niño el día de su cumpleaños
y los viajes de vuelta de vacaciones
cuando eras -para los parientes que te esperaban-
sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.

Tictaqueo del reloj. El jefe-estación
juega un solitario. El reloj sigue diciendo
que la noche es el único tren
que puede llegar a este pueblo,
y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo
mientras el hollín de la oscuridad
hace desaparecer los durmientes de la vía.



viernes, 13 de marzo de 2020

Quienes somos (por Kim Stafford)


Hasta el tupido abeto nos enseña:
se puede tener raíces y fuerza, y a la vez ser flexible.
Hay quienes llaman danza a esta fortaleza.

Y el viento tiene un lugar lejano adonde ir, es
pura volición, antojo, e igual abraza
al planeta en un lazo que sustenta la vida.

Hay quienes llaman felicidad a este sentimiento
instantáneo que corre por el hueso, sobre el tendón
en dirección a la suerte: lo que nos pasa.

Así todos somos camaleones, caprichosos
por fuera, pero sólidos por dentro, donde,
irremediablemente, somos quienes somos.

Cuando era joven, una chica danesa me preguntó
qué quería decir la vieja canción: Cambia el océano y cambia el mar,

cambia mi amor verdadero,
pero no cambio yo.


jueves, 12 de marzo de 2020

Ella hace cuenta (por Xidu Heshang)


En el tercer grado de la escuela primaria,
ella hace cuenta de que la mano de su padrastro que se estira a medianoche no existe.

En el tercer grado de la escuela secundaria,
ella hace cuenta de que el brazo de su profesor de gimnasia
alrededor de su cintura no existe.

En el tercer grado del instituto,
ella hace cuenta de que el viejo que se pega a sus caderas en el autobús no existe.

En el tercer año de la universidad,
ella hace cuenta de que el pie del novio de su compañera de cuarto bajo la mesa de juego no existe.

En su noche de bodas,
ella hace cuenta de que el feto de un mes en su vientre no existe.

Después de tres años de matrimonio,
ella hace cuenta de que los textos de flirteo en el teléfono de su marido no existen.

A los siete años de matrimonio,
ella hace cuenta de que la esposa rechoncha de su jefe no existe.

A los dieciocho años de matrimonio,
ella hace cuenta de que el chico que acaricia a su hijo en el cuarto no existe.

Después de veintiocho años de matrimonio,
ella hace cuenta de que el tumor que sigue creciendo en su vientre no existe.

Después de treinta años de matrimonio,
ella hace cuenta de que es afortunada y que toda la soledad que atormenta su vida no existe.

Tres minutos antes de la muerte,
ella hace cuenta de que la muerte es dolorosa y que su aversión a este mundo no existe en absoluto.



miércoles, 11 de marzo de 2020

A la luz de una vela (por Sylvia Plath)


Es invierno, es de noche, mi pequeño amor:
una suerte de crin negra,
una tosca y taciturna materia agreste,
acerada con el fulgor
que las estrellas verdes provocan en nuestra verja.
Te cojo en brazos.
Es muy tarde.
Las campanas tediosas badajean su hora.
El poder de una vela nos hace flotar en el espejo.

Es aquí. en este fluido, donde tú y yo nos conocemos,
en este halo radiante que parece respirar
y deja que nuestras sombras se mustien
tan sólo para avivarlas
y agrandarlas de nuevo: violentos gigantes en la pared.
Prendo una cerilla y, de pronto, vuelve a ser real.
Al principio la vela se niega a florecer:
recorta su brote hasta reducirlo
casi nada, a un penoso fiasco azul.

Contengo el aliento hasta que estallas a la vida,
mi pequeño y furioso
erizo ovillado. El cuchillo amarillo
crece a lo alto. Tú te aferras a tus barrotes.

Mi canción te hace rugir.
Te acuno como una barca, yendo de un lado a otro
sobre la alfombra india, sobre el suelo helado,
mientras el hombre de latón
se arrodilla, encorvado, todo cuanto puede,

alzando su pilar blanco con esa luz
que mantiene a raya el cielo, ¡el ataque de la negrura
que está por doquier, acercándose, acercándose!
Ese pequeño atlas cobrizo te pertenece:
es todo cuanto tienes, tu pobre herencia. Ese titán de juguete,
sin esposa ni hijos, con cinco balas de cañón apiladas a sus pies.
¡Cinco balas! ¡Cinco brillantes balas de latón!
para que tú hagas malabarismos con ellas, cariño,
cuando el cielo se derrumbe.



martes, 10 de marzo de 2020

Es así como terminan los payasos (por Adam Zagajewski)


Un viejo payaso reparte folletos en la estación, anuncian
un circo ambulante. Sin duda, es así como terminan
los payasos: sustituyendo a una máquina (o a un niño).
Lo observo atento: quiero saber cómo terminan los payasos.

Entre la melancolía y la salvaje risa contagiosa
desaparece lentamente el equilibrio lleno de encanto;
año tras año el surco de las mejillas es más profundo,
y al final queda la desesperanza de una nariz demasiado grande

y movimientos torpes de anciano, ya no son una parodia
de los saludables e irreflexivos, son un panfleto que culpa
la imperfecta constitución del cuerpo, el error
del arquitecto. Queda la luz de la ancha frente, la lámpara
de una tez demasiado blanca (ahora sin polvo), unos labios
finos y unos ojos por los que mira ya un extraño, se asoma
con frialdad alguien que podría ser el futuro inquilino del rostro
(si se consiguiese prorrogar el alquiler de esa tristeza).

Es así como terminan los payasos, cuando se adentra en nosotros
la gran indiferencia del mundo, amargamente, como plomo en la boca.



lunes, 9 de marzo de 2020

Pero siguen ahí (por Kaneko Misuzu)


Hondas en el azul del cielo
como guijarros bajo el mar
esperando bajo las olas nocturnas,
no puedes ver las estrellas de día.

No puedes verlas, pero siguen ahí.
Aun estas cosas que no puedes ver, están ahí.

El marchito 'diente de león' dispersa sus semillas,
y en las rajas de una baldosa, shhhh, tan calladamente,
escondiéndose hasta que regrese la primavera,
no puedes ver esas fuertes raíces.

No puedes verlas, pero siguen ahí.
Aun estas cosas que no puedes ver, siguen estando ahí.


domingo, 8 de marzo de 2020

Odio perder algo (por Maya Angelou)


"Odio perder algo",
dijo agachando la cabeza,
"incluso diez céntimos. Prefiero estar muerta.
No puedo explicarlo. No hay más que decir.
Salvo que odio perder algo".

"Perdí una vez una muñeca y lloré una semana.
Abría los ojos y hacía de todo, menos hablar.
Creo que se la llevó algún secuestrador de muñecas.
Oye esto que te digo. Odio perder algo".

"Una vez uno de mis relojes se levantó y se fue.
Tenía doce números y daba la hora del día.
Nunca lo olvidaré y todo lo que puedo decir
es que verdaderamente odio perder algo".

"Pero si me sentí así por un reloj y un juguete,
¿cómo cree que me siento por mi enamorado?
No la amenazo, señora, pero que sepa que él es la alegría
de mis tardes.
Y lo que quiero decir es que de verdad odio perder algo".


sábado, 7 de marzo de 2020

Cuando cruje en la carne la alegría (por Luis Rosales)


Dime que sí, que sí, como me dices
que no con la tristeza arrinconada
cuando ya el beso se convierte en nada
en los mártires labios aprendices.

Tú, mi instantaneidad, mi únicamente,
la lluvia que vino a vivir conmigo,
trigo es mi voz cuando te nombra, trigo,
puente es mi cuerpo al abrazarte, puente.

Tú, mi diaria eternidad primera,
la noche que se junta con el día
cuando cruje en la carne la alegría
y a la puerta del cuarto el mar espera,

y el espejo es un agua tiritando,
y el agua sube lentamente un monte
donde tu cuerpo llena el horizonte
y veo lo mismo en lo que estoy soñando.


viernes, 6 de marzo de 2020

Salmos (por Ernesto Cardenal)


2 a.m. Es la hora del Oficio Nocturno, y la iglesia
en penumbra parece que está llena de demonios.
Esta es la hora de las tinieblas y de las fiestas.
La hora de mis parrandas. Y regresa mi pasado.
"Y mi pecado está siempre delante de mí".

Y mientras recitamos los salmos, mis recuerdos
interfieren el rezo como radios y como roconolas.
Vuelven viejas escenas de cine, pesadillas, horas
solas en hoteles, bailes, viajes, besos, bares.
Y surgen rostros olvidados. Cosas siniestras.
Somoza asesinado sale de su mausoleo. (Con
Sehón, rey de los amorreos, y Og, rey de Basán).
Las luces del Copacabana rielando en el agua negra
del malecón, que mana de las cloacas de Managua.
Conversaciones absurdas de noches de borrachera
que se repiten y se repiten como un disco rayado.
Y los gritos de las ruletas, y las roconolas.
"Y mi pecado está siempre delante de mí".

Es la hora en que brillan las luces de los burdeles
y las cantinas. La casa de Caifás está llena de gente.
Las luces del palacio de Somoza están prendidas.
Es la hora en que se reúnen los Consejos de Guerra
y los técnicos en torturas bajan a las prisiones.
La hora de los policías secretos y de los espías,
cuando los ladrones y los adúlteros rondan las casas
y se ocultan los cadáveres. Un cuerpo cae al agua.
Es la hora en que los moribundos entran en agonía.
La hora del sudor en el huerto, y de las tentaciones.
Afuera los primeros pájaros cantan tristes,
llamando al sol. Es la hora de las tinieblas.
Y la iglesia está helada, como llena de demonios,
mientras seguimos en la noche recitando los salmos.

Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápido por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios...
Y la belleza pasó rápida, como los modelos de los autos
y las canciones de las radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

Detrás del monasterio, junto al camino,
existe un cementerio de cosas gastadas,
en donde yacen el hierro sarroso, pedazos
de loza, tubos quebrados, alambres retorcidos,
cajetillas de cigarrillos vacías, aserrín
y cinc, plástico envejecido, llantas rotas,
esperando como nosotros la resurrección.


jueves, 5 de marzo de 2020

Ojalá así nosotros (por Isidro Saiz de Marco)



como el vencejo que apenas toca el suelo,
que come mientras vuela,
que duerme planeando
-suspende su aleteo el tiempo necesario
para seguir a flote llevado por el viento-,
que para beber pasa sobre un lago o un río

con su pico rozando y lo impregna de agua,
como el vencejo que reside en el aire,
que vive mientras vuela,

que vuela mientras vive,
que de volar ha hecho su casa, 

su lugar,
su patria de lo alto,
su azul habitación,
como el vencejo que no se posa apenas,

que casi nunca baja,
que ignora cómo de áspero y de duro es el suelo,
ojalá así nosotros con 
la realidad seca,
ojalá así nosotros con
nuestra suelidad

miércoles, 4 de marzo de 2020

Nunca te conocí (por Martin Glaz Serup)


Qué pienso de ti esta noche, abuelo
estoy en un avión brillante junto a una ventana con tapones en los oídos
mirando a ese lugar de ahí abajo que se llama Ontario
en vez de mirar el libro de Allen Ginsberg que estoy leyendo
qué nubes, qué aire acondicionado helándome
los tripulantes recogen la basura con una sonrisa

Viajo solo
nunca te conocí
sé que eras moreno
sé que bebías, por fin, eras guapo, trabajabas de ordenanza y antes de recadero
sé que una señora adulta te sedujo entonces
he soñado con eso
que tendría que ser yo, de todas formas no era divertido

El perro ladra a la luna para hacer menos cruel la distancia
suena mejor cuando lo dice el argentino Hugo Mujica con su acento
la luna se ve distinta en Argentina, pero es la misma luna
me muevo por el cielo como una luna, pero no ladra ni un perro

Con dieciocho años te casaste con mi abuela de dieciséis
y luego te suicidaste, después
en el piso en el que más tarde crecí
me sorprendió enterarme
más tarde de que ocurrió en el cuarto que conocí tan bien
y desde entonces no me he enterado de mucho

Como ahora pienso en ti, todo lo que veo lo veo en relación a ti
el sobrecargo tiene una sonrisa irritante y una actitud irritante
es una persona irritante
el amigo de las señoras, se ve que piensa, rápido en la respuesta
se parece a ti en la foto que existe
¿y quién eras?, pregunta retórica antes de que te volvieras retórico
dónde se encuentra lo personal en la persona, qué informaciones son necesarias
el paisaje es negro y blanco
el paisaje está exhausto y cubierto de nieve

Pienso en un supermercado de California
el calor de San Francisco, en mitad de la noche
todas las familias que se juntan en torno a las verduras para tocarlas
oh, comunidad
melocotones, avocado, tomato
¿están maduros, están listos?

Pienso que APTITUD para la vida es una expresión espantosa
¿erais APTOS, tú y mi madre? sí lo erais, espantoso
pero mi madre estaba contenta, tú no, espantoso
estoy volando 6.672 millas para leer 2 poemas a 10 minutos por poema
Me lo tomo muy en serio
y luego vuelo de vuelta a casa, ¿es APTO?
es espantoso
pasarse la vida en estos aviones
alguien me dice: esta clase de vida no se puede vivir
pero cómo evaluar la APTITUD
por qué es beneficioso lo que se puede vivir
suena mejor cuando lo dice el alemán Friedrich Schlegel en su idioma

Fui a un cumpleaños el fin de semana
Podría haber sido el tuyo
fuera de la casa había dos niños helándose
con sus balones de baloncesto y sus canastas y sus cigarrillos
la nube desde la boca, la cancha sobre el cielo
hacía muchísimo frío
Pienso que si no estuvieras muerto, podrías haber cambiado tu vida
pero no importa porque estás muerto



martes, 3 de marzo de 2020

Es una gruta (por Paco Urondo)


Es el fondo de un bar. 
Es un lugar parecido a una cueva donde uno se sienta, bebe
y ve pasar a hombres enrarecidos por distintos problemas.
Es una gran linterna mágica.
Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus criaturas. 
Uno se siente allí ferozmente feliz.
Acaba de aparecer el primer hombre, 
apenas ha aprendido a caminar, aún no sabe defenderse.
El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta.


lunes, 2 de marzo de 2020

Me acuerdo ya de él en el futuro (por Fernando Pessoa)


El patrón Vasques. Siento, muchas veces, inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? Me trata bien, me habla con amabilidad, salvo en los momentos bruscos de preocupación desconocida en que no habla bien a nadie. Sí, ¿pero por qué me preocupa? ¿Es un símbolo? ¿Es una razón? ¿Qué es?


El patrón Vasques. Me acuerdo ya de él en el futuro con la nostalgia que sé que he de sentir entonces. Estaré tranquilo en una casa pequeña de los alrededores de algo, gozando de un sosiego en el que no haré la obra que no hago ahora, y buscaré, para continuar el no haberla hecho, disculpas diferentes de aquella en que hoy me esquivo a mí mismo. O estaré internado en un asilo de mendigos, feliz por la derrota completa, mezclado con la ralea de los que se creyeron genios y no fueron más que mendigos con sueños, junto con la masa anónima de los que no tuvieron poder para triunfar ni renuncia generosa para triunfar al revés. Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Douradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve, o de los triunfos que no habrían de ser míos.

El patrón Vasques. Veo hoy desde allí, como le veo hoy desde aquí mismo — estatura media, achaparrado, ordinario con límites y afectos, franco y astuto, brusco y afable—, jefe, aparte su dinero, en las manos peludas y lentas, con las venas marcadas como pequeños músculos coloreados, el pescuezo lleno pero no gordo, los carrillos colorados y al mismo tiempo tersos, bajo la barba oscura siempre afeitada a tiempo. Le veo, veo sus ojos de vagar enérgico, los ojos que piensan para dentro cosas de fuera, recibo la perturbación de su ocasión en que no le agrado, y mi alma se alegra con su sonrisa, una sonrisa ancha y humana, como el aplauso de una multitud.

Será, tal vez, porque no hay cerca de mí una figura más importante que el patrón Vasques por lo que, muchas veces, esa figura vulgar y hasta ordinaria se me enreda en la inteligencia y me distrae de mí mismo. Creo que hay un símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, este hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.


domingo, 1 de marzo de 2020

Tan verdadero (por Robert Creeley)


Si la felicidad fue
simple alegría, pájaro,
bestia o flor,

fue lo que llamamos mundo
aquí y en todas partes
para nosotros,

entonces el amor fue tan verdadero
como el aire, el agua,
como la luz del sol, la solidez
del suelo, la dureza de la roca,

para nosotros, en nosotros,
de nosotros.