Lo malo de la trinchera
no es su húmeda estrechez.
El barro y la sangre abrigan
somos muchos aquí
y las fotos que nos mandaron desde casa
nunca se desgastan.
Siempre hay tiempo para una partida de cartas.
Para el momento íntimo y juguetón
de despiojarnos.
Alguien que baila al ritmo
de los tableteos lejanos
de las ametralladoras
o un buen imitador de generales
que nos hace reír.
Lo malo de la trinchera
es que no sabemos cuándo
tendremos que abandonarla.
Un poema al que le tengo especial cariño...Gracias!
ResponderEliminarGracias a ti, Ana. Tenemos más poemas tuyos en cartera, esperando aparecer en nuestro blog.
ResponderEliminarEmilia y Aitor.
Más aún que la inteligencia de las bestias, nos sorprende la bestialidad de los hombres.
ResponderEliminarHaciendo por olvidarte
ResponderEliminaren la cama me metía.
Y mientras más dormío estaba,
más presente te tenía.
Arde Hiroshima
ResponderEliminary la Tierra a lo suyo,
a dar más vueltas.
(RAFAEL BALDAYA)
ResponderEliminarEl leopardo cambia el pelo, pero no las rayas.
(proverbio tanzano)
ResponderEliminarCuerpos ajenos
-de ovejas, cerdos, vacas…-
mastico y trago.
(RAFAEL BALDAYA)
ResponderEliminarDe este ladrillo, no hagas un castillo.
Lo que no se evalúa, se devalúa.
ResponderEliminarHan hecho el nido
ResponderEliminarsobre el espantapájaros
unos gorriones.
(CUQUI COVALEDA)
Cuqui, qué chévere!
ResponderEliminar