viernes, 14 de mayo de 2010

Quién hubiera dicho (por Mario Benedetti)

Quién hubiera dicho
que estos poemas de otros
iban a ser
míos
después de todo hay hombres que no fui
y sin embargo quise ser…
quién hubiera dicho
que estos poemas míos
iban a ser
de otros

14 comentarios:

  1. El canto de todos es mi propio canto. El canto de todos es el mismo canto. Lo dice VIOLETA PARRA.

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  2. A los matrimonios yo
    con la Salve los comparo.
    Primero gozo y dulzura,
    después gimiendo y llorando.

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  3. ¿Habrá suerte mejor que ser la ceniza de que está hecho el olvido?

    (BORGES)

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  4. Perdona, Cide, pero lo que dice la Salve no es gozo y dulzura, sino "vida y dulzura". O sea, la copla es

    A los matrimonios yo
    con la Salve los comparo:
    primero vida y dulzura,
    después gimiendo y llorando.

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  5. Hay veces que la batuta entorpece a la orquesta.

    (VON KARAJAN)

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  6. El buen paño en el arca se vende.

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  7. Quien te puso Petenera,
    no te supo poner nombre,
    que debía de haberte puesto
    "La perdición de los hombres".

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  8. HAIKU DE GARCÍA MARTÍN4 de agosto de 2014, 10:17


    Con cuánta fuerza
    lanzó Dios la canica
    del universo.

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  9. El día que un mosquito se posó en mis testículos entendí que no todo se resuelve con violencia.

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  10. Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable.

    (VOLTAIRE)

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  11. O se hace rigor, o se hace poesía, o se calla uno.

    (ORTEGA)

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  12. Juventud sin salud, es peor que senectud.

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  13. Lewis Carroll

    “Mi queridísima Gertrude: Te sentirás apenada, y sorprendida, y desconcertada, de oír la extraña enfermedad que me aqueja desde que te fuiste. Llamé al doctor y le dije “Deme medicina, pues estoy cansado”. Él me respondió: “¡Tonterías! Usted no quiere medicina: ¡vaya a la cama!”. A lo que le repliqué: “No, no es el tipo de cansancio que quiere cama. Estoy cansado en la cara”. Él me dijo: “Cree que sean los labios”. “Por supuesto –dije–. ¡Eso es exactamente lo que tengo!”. Me miró con gravedad y dijo: “Creo que usted ha estado dando demasiados besos. “Bueno –dije–, sí le di un beso a una amiga mía”. “Piense otra vez –me dijo–; ¿está seguro que fue solo uno?”. Lo pensé otra vez y dije: “Tal vez fueron once”. Así que el doctor dijo: “No le debe dar más hasta que sus labios descansen”. “Pero qué se supone que haga –dije–, porque mire, le debo 182 más”. Me miró con tanta gravedad que las lágrimas se le escurrieron por las mejillas y dijo: “Podría enviarlos en una caja”. Entonces me acordé de una pequeña caja que alguna vez compré en Dover, y pensé regalársela a una niña o a otra. Así que los empaqué todos con mucho cuidado. Cuéntame si llegan a salvo o si se pierde alguno en el camino”.

    (LEWIS CARROLL)

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