Ha quedado de ti sólo el suspiro.
Un inmenso suspiro tenebroso
que te destroza el pecho hasta la ingle.
En la nariz el tubo del oxígeno
y la bolsa de hielo en la cabeza.
Ya no salen las gotas del goteo,
con fiebre de cuarenta ya dos días,
el cuerpo frío, las uñas moradas.
Se agarra fuerte a ti la miserable,
exhibiendo su rictus victorioso
en el silencio incrédulo del cuarto.
Y al final ella gana siempre. Que monotonía y falta de suspense.
ResponderEliminarNo fue la vida quien llegó a la materia. Fue la materia quien llegó a la vida.
ResponderEliminarTodos somos maestros. Todos somos aprendices.
ResponderEliminarNo hay que acordarse pa ná
ResponderEliminarde quien nos dijo que no.
¿Para qué mirar la piedra
después que se tropezó?