sábado, 9 de octubre de 2010

Límite (por Sylvia Plath)

La mujer se ha perfeccionado.
Su cuerpo
muerto luce la sonrisa del acabamiento.
La ilusión de un anhelo griego
fluye por las volutas de su toga.
Sus pies
descalzos parecen decir:
Hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Cada niño muerto, enroscado en sí,
una serpiente blanca, uno a cada lado de
su jarrita de leche, ya vacía.
Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo, como se cierran
los pétalos de una rosa cuando el jardín
se despereza y los aromas sangran
de las dulces y profundas gargantas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse.
Está acostumbrada a ver este tipo de cosas,
oculta bajo su capuchón de hueso,
arrastrando sus vestiduras negras y crepitantes.

10 comentarios:

  1. Casi parece anticipar el suicidio de la pobre Sylvia. Qué triste que la gran poesía tenga que surgir, las más de las veces, de mentes trastornadas o enajenadas, tal vez porque sólo ellas saben ver (y decir) más allá de lo que nosotros vemos y decimos. Como alguien dijo aquí, la mejor poesía brota de las heridas abiertas.

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  2. Mira quién habla7 de abril de 2013, 18:33

    No escribo lo que pienso. Escribo para averiguar lo que pienso.

    (O´ CONNOR)

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  3. El querer quita el sentido.
    Lo digo por experiencia
    porque a mí me ha sucedido.

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  4. Lo que cuenta no es tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Lo que cuenta es criar al hijo, hacer que crezca el árbol y lograr que tu libro se lea.

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  5. Que nadie se llame a engaño:
    todo el que vive por dentro,
    por dentro se va matando.

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  6. En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.

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  7. Yo pienso que las dichas
    se han escondido
    para no poder nunca
    topar conmigo.
    A las desdichas,
    en cambio, me las cruzo
    por cada esquina.

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  8. No sé de quién recuerdo mi pasado.

    (PESSOA)

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  9. De la harina sale el trigo,
    de la aceituna el aceite,
    y de mi corazón sale
    cariño para quererte.

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  10. Esta misma mañana,

    en la frutería de al lado,

    al caerse al suelo

    una de mis nectarinas,

    el frutero me ha dicho

    “perdone caballero,

    ahora se la cambio”,

    pero me he negado:

    no me parecía justo

    cambiar una nectarina

    por una caída,

    una caída sola,

    yo que he sufrido tantas...

    (NEORRABIOS@)

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