¿Qué sería de mí si alguna vez
llegara al fondo de la noche
sin haber podido oír a Louis Armstrong,
a Umm Kalzum, a la Niña de los Peines,
a Samara la Única?
Maldita sea la estrechez del tiempo, hondo
escombro de sombra, en derredor la nada
y una insaciable sed de sedimentos:
la quejumbre filial, la sangre
reverberando en la memoria
y el visionario cuarto atormentado
por la sonoridad terrible de los muros.
Del centro del silencio pende el eco
de la perplejidad: gritos
instrumentales, arañazos, herrumbres,
vértigos despiadados.
¿Qué sería de mí si no pudiese compartir con nadie
esa majestuosa sucesión de harapos?
Si, ¿qué sería de nosotros sin la música?
ResponderEliminarPues amigo Amenophis, supongo que seguiríamos viviendo, igual que sin la literatura, pero seguramente nos faltaría algo (y algo muy importante) aunque seguramente no sabríamos qué.
ResponderEliminarEl nacionalismo es a los pueblos lo que el egoísmo es a las personas.
ResponderEliminarMedio trozo no es medio trozo. Medio trozo es un trozo.
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ResponderEliminarDescartes, Newton,
con números romanos
nunca progresan.
(CUQUI COVALEDA)
Le dijo la graja al cuervo: Hazte allá, que eres muy negro.
ResponderEliminarSi no acudes al ágora, no te quejes de que te gobiernen los bandidos.
ResponderEliminar(ARISTÓTELES)
ResponderEliminarDon Remilgo y don Escrúpulo se murieron de hambre