viernes, 1 de abril de 2011

Oh capitán, mi capitán (por Walt Whitman)

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje ha terminado.
La nave ha salvado todos los escollos.
Hemos ganado el premio que anhelábamos.
El puerto está cerca. Oigo las campanas, el pueblo entero regocijado
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
Oh rojas gotas que caen
allí donde mi capitán yace, frío y muerto.

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas.
Levántate. Por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín.
Para ti ramilletes y guirnaldas con cintas.
Para ti multitudes en las playas.
Por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven.
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad.
La nave, sana y salva, ha anclado. Su viaje ha concluido.
De vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad, campanas!
Pero yo, con pasos tristes,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.

9 comentarios:

  1. Mar de las Quimeras1 de abril de 2011, 15:14

    El cuaderno de bitácora de abordo dice que el Capitán, mi capitán, se hizo un corte en la mano al filo del mediodía del diecisiete de Brumario. Fue la lengüeta acerada de una lata de arenques la que le laceró la palma de la mano.
    A los dos días del percance, una espantosa inflamación hizo que la mano herida, tumefacta y negruzca, semejase un sapo deforme a punto de reventar.
    Luego, la fiebre extrema y el delirio sumieron al Capitán, mi capitán, en un letargo fatal.
    A aquella postración siguió una mejoría aparente...
    Murió a las cuatro de la madrugada del veinticinco de Brumario, a treinta millas del puerto de Baltimore.
    Hoy el Capitán, mi capitán, reposa en el panteón de los hombres ilustres del estado de Maryland.

    El almirante Bowles, de la Armada de la Costa Este, encargó unas diligencias secretas destinadas a esclarecer los detalles de la muerte del heróico marino.
    Nada consta en las crónicas de la época pero, de allí en adelante, los arenques con destino a las bodegas de la Armada empezaron a embarcarse en cajas redondas de pino de Virginia.

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  2. ¿Mejor "a bordo? Quizá...

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  3. Pues a lo mejor era el capitán Pescanova, el del anuncio de congelados. Vaya ocurrencia, ¿no?

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  4. Quien abre un reloj, tiene que tener muy claro qué va a hacer con sus piezas, pues el mero abrirlo puede dañar su maquinaria.

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  5. Sin avisarme,
    la casa de mi infancia
    han derribado.

    (CUQUI COVALEDA)

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  6. Leemos mal el mundo, y luego decimos que nos engaña.


    (TAGORE)

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  7. Me causas tanto pesar
    que he llegado a presumir
    que mucho me debe amar
    quien tanto me hace sufrir.

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  8. Ser honesto puede que no te dé muchos amigos, pero te dará los amigos adecuados.

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  9. Como agua bendita,
    como santo rocío tras la noche de fiebre
    lava el alma esta música con su perdón sincero,
    fluyente arquitectura que en el aire vertebra
    la ilusión de otra vida
    salvada ya para gozar la gloria
    de un magnánimo dios.

    De lo terrestre naces,
    del metal y la cuerda, de la madera noble,
    de la humana garganta
    que estremecida afirma la hora suya en el mundo;
    y sin embargo vuelas, gratitud hecha música,
    evanescente espíritu
    que en el viento construyes tu perdurable reino.

    Si algún eco de ti sonara en nuestra muerte...

    En mitad de la muerte suenas hoy,
    cadencioso milagro, pura ofrenda de fe
    en honor de ese dios que no escucha tu ruego
    o que escucha escondido, tras su silencio oscuro,
    la demanda de luz con que el hombre lo abruma.

    Y si no existe un dios,
    ¿quién inspira en tu canto tan cumplido consuelo,
    extraña melodía de blasfema belleza
    que a los hombres sugieres su condición divina?;
    ¿para qué sordo oído
    —cuando sea ya el nuestro desmemoria en el polvo—,
    en mitad de la muerte, orgullosa plegaria emocionada,
    celebras esa frágil plenitud
    de no sé qué verano o qué huérfana espuma
    feliz
    de aquella ola
    que en la mañana fuimos?

    (GALLEGO)

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