A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.
Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse de frío.
No era justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.
Cuando yo era pequeña mi padre hacía el chiste, cuando alguien tenía que levantarse muy temprano, de decir "Pero si a esa hora todavía no están puestas las calles". Y yo me lo creía, o sea, imaginaba que había unos señores que cada mañana colocaban y extendían las calles, las plazas, las aceras...
ResponderEliminarMe dijo “Eres lo mejor que me ha pasado en la vida”.
ResponderEliminarY yo, desconcertado, mirándome hacia dentro, me dije: ¿Yo (esta insignificancia llamada yo) lo mejor que le ha pasado? Pues vaya vida de mierda ha debido tener...
Reloj, caballo y mujer: tener bueno o no tener
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ResponderEliminarTiene el rosal
también hojas y frutos
que nadie mira.
(CUQUI COVALEDA)
ResponderEliminarSi un matrimonio riñe,
no metas paces.
Quien armó la pendencia,
que la desarme.
Que en tales riñas,
con lo que al uno amansas
al otro irritas.
ResponderEliminarCosmopolitas,
intercontinentales
son las cigüeñas.
(CUQUI COVALEDA)
ResponderEliminarMi corazón se abrasa
y no sale humo;
esto sí que es quemarse
con disimulo.
ResponderEliminarCada uno muestra lo que es en los amigos que tiene.
(GRACIÁN)
Corcel no es más que caballo. Un asno no es más que un burro.
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ResponderEliminarPor dinero baila el can, y por pan si se lo dan.