Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina.
Cuando yo tenía doce años,
algunos días, al anochecer,
llevábamos al sótano a una perra
sucia y pequeña.
Con un cable le dábamos y luego
con las astillas y los hierros. (Era
así. Era así.
Ella gemía,
se arrastraba pidiendo, se orinaba,
y nosotros la colgábamos para pegar mejor).
Aquella perra iba con nosotros
a las praderas y los cuestos. Era
veloz y nos amaba.
Cuando yo tenía quince años,
un día, no sé cómo, llegó a mí
un sobre con la carta del soldado.
Le escribía su madre. No recuerdo:
"¿Cuándo vienes? Tu hermana no me habla.
No te puedo mandar ningún dinero…"
Y, en el sobre, doblados, cinco sellos
y papel de fumar para su hijo.
"Tu madre que te quiere."
No recuerdo
el nombre de la madre del soldado.
Aquella carta no llegó a su destino:
yo robé al soldado su papel de fumar
y rompí las palabras que decían
el nombre de su madre.
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
Antes caen las techumbres que las costumbres.
ResponderEliminarTantas cosas que estuvieron a punto de pasar… y no pasaron. Tantas cosas que se quedaron fuera, sin traspasar el umbral. Tantas cosas que no pasaron, que por muy poco quedaron a otro lado de la puerta.
ResponderEliminarDel amor al desamor hay sólo un paso: el paso... del tiempo.
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ResponderEliminarMi buen amigo
apenas un humito
del crematorio.
(SANMARTÍN)
Leído en un folleto de vinos del Lidle:
ResponderEliminar"...aroma potente, floral, con notas a miel, fruta escarchada y hierbas de tocador...".
¡¡¡¡¡¡Hablando de vinos!!!!!! Hay que joderse.
ResponderEliminarA ver, Pablo, que la publicidad vende ilusiones. Y por supuesto que ningún vino sabe a nada de eso. Es pura pirotecnia palabril que, bien mirado, no engaña a nadie.
Pues yo una vez tomé un vino con postgusto a jazmín. De hecho, luego me comí un bocata de jazmines y sabía igual.
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ResponderEliminarSea un hombre necio,
rudo labrador,
los dineros le hacen
hidalgo y sabedor.