Acostado a tu lado, oigo los trenes.
Cruzan mi frente sus fugaces luces
rasgando el horror tibio de esta noche.
La pausa de silencio me deja una luz roja,
una nota sobre este pentagrama
de cables y de vías oscuras y brillantes.
Acostado a tu lado,
oigo cómo se alejan con el ruido más triste.
Quizá me he equivocado no subiendo a uno de ellos.
Quizá el último acierto
sea -abrazado a ti-
dejar pasar los trenes en la noche.
Subir o no subir al tren, ésa es la cuestión.
ResponderEliminarNueve cosas hubo en la boda de Antón: cochino, marrano, berraco, lechón, cerdo, puerco, magro, tocino y jamón.
ResponderEliminarSobre las hojas grises de los olivos gravita aún el polvo que levantaron los carros romanos y las diligencias.
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ResponderEliminarUna inteligencia inteligente desconfía de ella misma.
(LEC)
Ser bisexual duplica las posibilidades de tener una cita un sábado por la noche.
ResponderEliminar(ALLEN)
ResponderEliminarCuando el camino es muy largo, más corre el mastín que el galgo.
ResponderEliminarA manos frías, corazón caliente.
Lo urgente no deja sitio para lo importante.
ResponderEliminarQué grande es la pena mía
ResponderEliminarque en un pozo me he caído
y no encuentro la salida.
Secreto de tres, secreto no es.
ResponderEliminarEstás sentado solo frente al valle
ResponderEliminarcon un libro en las manos
que abandonas a ratos
para poder mirar,
con la calma debida,
cuanto la vista alcanza.
Suena el silencio. A veces,
el rumor de las ramas
o el canto intermitente de algún pájaro.
Respiras hondo. Ves.
Aprecias uno a uno los momentos
que te concede este vivir al margen.
No haces tuya la queja
de los que quieren irse
pero que aplazan siempre
la ocasión de su huida.
Permaneces aquí
por propia voluntad:
es éste tu lugar.
Tú eres de él.
(ÁLVARO VALVERDE)