Ay voz secreta del amor oscuro
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡Ay silencio sin fin, lirio maduro!
Huye de mi, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
Deja el duro marfil de mi cabeza
apiádate de mi, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
Nada es contra natura.Quien decide lo que es o no es natural?. Todo lo que hacemos es naturaleza.
ResponderEliminarNada es tan bajo y vil como el ser altivo con el humilde.
ResponderEliminar(SÉNECA)
ResponderEliminarTambién un váter
tiene en su camerino
Miss Universo.
(COVALEDA)
ResponderEliminarCon demasiadas verdades, se pierden las amistades.
ResponderEliminarLa oportunidad suele presentarse en el momento más inoportuno.
La mentira da flores pero no frutos.
ResponderEliminar(proverbio argelino)
ResponderEliminarVeinticinco calvos fueron
una tarde a confesar
y al verlos el cura dijo
-¿Qué hace aquí este melonar?
ResponderEliminarSi el avaro fuese sol, a nadie daría calor.
(proverbio argentino)
ResponderEliminarYo tenía un tatarabuelo negro.
Yo tenía un tatarabuelo cuya mejor posesión
era una flauta con cinco agujeros
y con ella podía tocar casi cualquier melodía
de las que hoy se escuchan, aunque el pobre
no supiera leer letra de música en ese entonces.
Yo tenía un tatarabuelo pálido de susto.
Yo tenía un tatarabuelo rojo como la grana
a fuerza de disgustos y vergüenzas.
Yo tenía un tatarabuelo que en ocasiones especiales
comía carne humana: salía a cazar gente,
atrapaban a uno y con sus ojos cocía un caldo
humeante que luego se bebía.
Yo tenía un tatarabuelo especialista
en pintar búfalos colorados en las paredes
de su casa, unas pinturas que luego nunca,
nunca jamás vendía.
Yo tenía un tatarabuelo enamorado de su hermana,
pero al que casaron con su tia.
Yo tenía un tatarabuelo que deseaba vivir siempre
en la copa frondosa de algunos árboles,
y por más que los doctores le explicaban
los beneficios de la posición erguida, él
se negaba a entender o se hacía el que no entendía.
Yo tenía un tatarabuelo con ojos chinos
que le quedaron así de tanto mirar a la luz
y acechar el vacío, por ver qué encontraba.
Yo tenía un tatarabuelo cuya piel verdecía
de la cabeza a los pies, antes y después de una pelea
y si alguno lo golpeaba.
Yo, tenía un tatarabuelo.
(PATRICIA SUÁREZ)