Benedicto nos deja, Babilonia aprisca los rebaños y se encierra entre ladrillos pintados al fresco. Apilan las monedas y pesan el oro (lingotes, polvo, coronas dentarias, algunas regias, exvotos, prótesis claviculares, raspaduras de retablo, relicarios, vajillas zapotecas...). De la parte de Civitavecchia, adelantada, viene una nube negra. Luego, un capotón oscuro sume la ciudad en una penumbra fosforescente. El primer relámpago y,un segundo después, el trueno que desgarra los tapices vaticanos: la tormenta está encima mismamente de la cúpula de Buonarroti. Y por un desgarrón del cielo comienzan a bajar los arcángeles con sus espadas flamígeras... Los viejos clérigos maldicen, algunos lloran. Pero no se oye una oración, ni un salmo, ni una jaculatoria... El Fin de los Tiempos ha acontecido. Mientras, en el Rijksmuseum, la mujer que pintó Vermeer continúa, impertérrita, vertiendo leche en el cuenco. Szymborska se habrá equivocado.
Los manuscritos de todos los auténticos maestros han sido emborronados de arriba abajo, desgastados y cubiertos de añadidos que a su vez están llenos de tachaduras y correcciones.
El cuadro de Vermeer al que alude el poema puede verse en
ResponderEliminarhttp://taurlithvanitas.blogspot.com/2008/07/la-lechera.html
AMO este poema.
ResponderEliminarHola, Ana, qué alegría verte por aquí. Ya sabes que tus poemas, como los de W. Szymborska, están siempre entre nuestros preferidos.
ResponderEliminarFruta prohibida, fruta mordida.
ResponderEliminarBenedicto nos deja, Babilonia aprisca los rebaños y se encierra entre ladrillos pintados al fresco. Apilan las monedas y pesan el oro (lingotes, polvo, coronas dentarias, algunas regias, exvotos, prótesis claviculares, raspaduras de retablo, relicarios, vajillas zapotecas...).
ResponderEliminarDe la parte de Civitavecchia, adelantada, viene una nube negra. Luego, un capotón oscuro sume la ciudad en una penumbra fosforescente. El primer relámpago y,un segundo después, el trueno que desgarra los tapices vaticanos: la tormenta está encima mismamente de la cúpula de Buonarroti. Y por un desgarrón del cielo comienzan a bajar los arcángeles con sus espadas flamígeras...
Los viejos clérigos maldicen, algunos lloran. Pero no se oye una oración, ni un salmo, ni una jaculatoria...
El Fin de los Tiempos ha acontecido.
Mientras, en el Rijksmuseum, la mujer que pintó Vermeer continúa, impertérrita, vertiendo leche en el cuenco. Szymborska se habrá equivocado.
ResponderEliminarEs de vidrio la mujer,
pero no se ha de probar
si se puede o no quebrar
porque todo podría ser.
ResponderEliminarEl más sabio es el que menos tarda en conocer sus errores y en rectificarlos.
ResponderEliminarNo soy de esta tierra
ni en ella nací.
Fue la Fortunita
quien me trajo aquí.
Los manuscritos de todos los auténticos maestros han sido emborronados de arriba abajo, desgastados y cubiertos de añadidos que a su vez están llenos de tachaduras y correcciones.
ResponderEliminar(CHÉJOV)