Un zumito de poesía, recién exprimida, para desayunar cada mañana. (Rico en vitaminas y antioxidantes. Muy muy nutritivo.)
viernes, 23 de marzo de 2012
Muerte, di (por Juan Ramón Jiménez)
¿Qué le pasa a una música que deja de sonar; qué a una brisa que deja de acariciar; y qué a una luz que se apaga? ¿Qué males les suceden? ¿Les pasa mal alguno? Muerte, di, ¿y qué eres tú sino silencio, calma y sombra?
NO hay que temer a la muerte porque la muerte es la no-vida y eso ya lo conocemos, ya sabemos de qué va. Antes de nacer, o mejor dicho antes de ser concebidos, antes de que el espermatozoide y el óvulo del que cada uno surgimos se fusionasen..., hasta ese preciso instante estuvimos en la no-vida, o sea, en la muerte. Y no nos pasó nada, ningún daño sufrimos porque la muerte es indolora e insensitiva. De modo que no hay por qué tenerle ningún miedo.
Sí, Tragi, la muerte es indolora e insensitiva... Pero subir esa docena de peldaños de pino con el corazón saliéndote por la boca, llegar a la plataforma y sentir que pisas un pringoso serrín color de chocolate, reparar en el par de sans-culottes que trajinan con el capacho de mimbre y que accionan la palanca del tablero sobre el que te tienden con brusquedad. Y cuando cierran el cepo que te aprisiona la cabeza y reparas por primera vez en el gran charco carmesí... La vibración de la madera cuando la cuchilla se desliza por los canales de latón es cosa de una fracción de segundo...: ZSSSSSS...¡Plop!
PD.- Decía el doctor Joseph Ignace Guillotín que "el reo apenas iba a sentir un fugaz frescor en el cuello"... Nadie vivió para contarlo, ni siquiera las cabezas separadas del tronco que -cuentan los afortunados de las primeras filas- hacían muecas y llegaban a emitir sonidos. De los horrores de la noche anterior en los calabozos de la prisión del Temple; del paseo en carreta por las calles de París; del desfallecimiento al ver la silueta del patíbulo plantado en medio de la Place de la Concorde..., solo gente como yo puede atestiguar. Y juro por Satanás que es dolorosa la muerte. Doy fe de ello y lo escribo en un papel arrugado, durante una pausa que hacen los verdugos para reponer el cesto capital.
Coño, vizconde, qué descriptivo. A veces uno piensa que la cápsula de cianuro debería venir de serie. Yo no la usaría a las primeras de cambio (en el fondo me gusta la vida), pero ante una enfermedad terminal, incurable y dolorosa...; ante un apagamiento extenuante, irreversible y paulatino...; ante eso, desde luego que sí la utilizaría.
Buen consejo, pero hay que tener en cuenta el instinto de supervivencia que es un intangible asociado al alma y a las especies anima-les Seguro saben que Juan Ramón se enamoró de Georgina Hübner, una mujer ficción creada por dos fans peruanos que querían tener un contacto epistolar con el poeta y recibir sus libros firmados. Está en Google Hasta pronto
Sepa vuesa merced, mi buen bachiller Sansón Carrasco, que ostenta dos apellidos que le entroncan con dos linajes de verdugos bien señeros: -El linaje de los Sansón, que por siete generaciones dio a Francia eficientes ejecutores de la Justicia. El propio Charles-Henri Sansón fue quien decapito al rey Luis XVI. Este funcionario rebanó 2.918 cabezas en tan solo quince años (ignoro si se encargó de Beauharnais). Un descendiente suyo, Charles-Henri Sansón Clement, fue el último verdugo jefe de París (siglo XIX).
-Carrasco es como se denomina en portugués al verdugo. Los apellidos "de oficio", informan de la labor de los antepasados.
Queda vuesa merced informado y yo satisfecho de aportarle alguna luz.
Coño, joder, cagonlaleche, pues de vaya estirpe provienen mis cromosomas, y yo aquí tan ufano e indocumentado, dándomelas de intelectual y sin siquiera conocer mi genealógico árbol.
En réalité, yo no me refería a que la muerte (el acto de morir: la agonía, la expiración o como queramos llamarlo) no pueda ser doloroso, sino a que el estado de muerto (el no ser, la no vida: o sea, el inerte, el objeto, la cosa, el cadáver, las cenizas, los restos físicos...) ese estado no puede ser doloroso porque en él se carece de percepciones sensitivas y las terminaciones nerviosas están tan muertas como el propio cuerpo al que pertenecieron. ¿Tú sentías algo antes de haber nacido? Pues después de muerto, tampoco.
Te entendió, querida Traji: pero, una vez salidos de la no-vida, puede ser cosa jodida, según cómo, dónde y cuando, la sí-vida ir dejando: sí que suele ser jodida.
Ahí las dao, Lapidario: al F., al Al (sic), al Cándido, al tal don Alonso, al Caponata y a sus respectivas y repajoleras parentelas, les gusta más la gresca y el badulaqueo que a un tonto una tiza. Por eso los tengo apuntados en una libretita negra de tapas de hule... Pues va a ser que te apuntó a ti también, Lapi, por sentencioso, conejito risón y picapiedra. Chincha.
"Hablar" empieza con hache muda y apenas una interjección admirativa y termina con el verbo "blar" de bla-bla-bla, indicándonos que la verdadera conversación se halla a medio camino de ambos extremos.
NO hay que temer a la muerte porque la muerte es la no-vida y eso ya lo conocemos, ya sabemos de qué va. Antes de nacer, o mejor dicho antes de ser concebidos, antes de que el espermatozoide y el óvulo del que cada uno surgimos se fusionasen..., hasta ese preciso instante estuvimos en la no-vida, o sea, en la muerte. Y no nos pasó nada, ningún daño sufrimos porque la muerte es indolora e insensitiva. De modo que no hay por qué tenerle ningún miedo.
ResponderEliminarSí, Tragi, la muerte es indolora e insensitiva... Pero subir esa docena de peldaños de pino con el corazón saliéndote por la boca, llegar a la plataforma y sentir que pisas un pringoso serrín color de chocolate, reparar en el par de sans-culottes que trajinan con el capacho de mimbre y que accionan la palanca del tablero sobre el que te tienden con brusquedad.
ResponderEliminarY cuando cierran el cepo que te aprisiona la cabeza y reparas por primera vez en el gran charco carmesí...
La vibración de la madera cuando la cuchilla se desliza por los canales de latón es cosa de una fracción de segundo...: ZSSSSSS...¡Plop!
PD.- Decía el doctor Joseph Ignace Guillotín que "el reo apenas iba a sentir un fugaz frescor en el cuello"...
Nadie vivió para contarlo, ni siquiera las cabezas separadas del tronco que -cuentan los afortunados de las primeras filas- hacían muecas y llegaban a emitir sonidos.
De los horrores de la noche anterior en los calabozos de la prisión del Temple; del paseo en carreta por las calles de París; del desfallecimiento al ver la silueta del patíbulo plantado en medio de la Place de la Concorde..., solo gente como yo puede atestiguar. Y juro por Satanás que es dolorosa la muerte.
Doy fe de ello y lo escribo en un papel arrugado, durante una pausa que hacen los verdugos para reponer el cesto capital.
Coño, vizconde, qué descriptivo. A veces uno piensa que la cápsula de cianuro debería venir de serie. Yo no la usaría a las primeras de cambio (en el fondo me gusta la vida), pero ante una enfermedad terminal, incurable y dolorosa...; ante un apagamiento extenuante, irreversible y paulatino...; ante eso, desde luego que sí la utilizaría.
ResponderEliminarBuen consejo, pero hay que tener en cuenta el instinto de supervivencia que es un intangible asociado al alma y a las especies anima-les
ResponderEliminarSeguro saben que Juan Ramón se enamoró de Georgina Hübner, una mujer ficción creada por dos fans peruanos que querían tener un contacto epistolar con el poeta y recibir sus libros firmados. Está en Google
Hasta pronto
Sepa vuesa merced, mi buen bachiller Sansón Carrasco, que ostenta dos apellidos que le entroncan con dos linajes de verdugos bien señeros:
ResponderEliminar-El linaje de los Sansón, que por siete generaciones dio a Francia eficientes ejecutores de la Justicia. El propio Charles-Henri Sansón fue quien decapito al rey Luis XVI. Este funcionario rebanó 2.918 cabezas en tan solo quince años (ignoro si se encargó de Beauharnais). Un descendiente suyo, Charles-Henri Sansón Clement, fue el último verdugo jefe de París (siglo XIX).
-Carrasco es como se denomina en portugués al verdugo. Los apellidos "de oficio", informan de la labor de los antepasados.
Queda vuesa merced informado y yo satisfecho de aportarle alguna luz.
Coño, joder, cagonlaleche, pues de vaya estirpe provienen mis cromosomas, y yo aquí tan ufano e indocumentado, dándomelas de intelectual y sin siquiera conocer mi genealógico árbol.
ResponderEliminarEn réalité, yo no me refería a que la muerte (el acto de morir: la agonía, la expiración o como queramos llamarlo) no pueda ser doloroso, sino a que el estado de muerto (el no ser, la no vida: o sea, el inerte, el objeto, la cosa, el cadáver, las cenizas, los restos físicos...) ese estado no puede ser doloroso porque en él se carece de percepciones sensitivas y las terminaciones nerviosas están tan muertas como el propio cuerpo al que pertenecieron. ¿Tú sentías algo antes de haber nacido? Pues después de muerto, tampoco.
ResponderEliminarTe entendió, querida Traji: pero, una vez salidos de la no-vida, puede ser cosa jodida, según cómo, dónde y cuando, la sí-vida ir dejando:
ResponderEliminarsí que suele ser jodida.
Esto es un blockg de poesía y tiene que notarse.
Hay a quienes les gusta tanto discutir que, con tal de mantener una discusión, defienden lo contrario de lo que piensan.
ResponderEliminarAhí las dao, Lapidario: al F., al Al (sic), al Cándido, al tal don Alonso, al Caponata y a sus respectivas y repajoleras parentelas, les gusta más la gresca y el badulaqueo que a un tonto una tiza. Por eso los tengo apuntados en una libretita negra de tapas de hule...
ResponderEliminarPues va a ser que te apuntó a ti también, Lapi, por sentencioso, conejito risón y picapiedra.
Chincha.
"Hablar" empieza con hache muda y apenas una interjección admirativa y termina con el verbo "blar" de bla-bla-bla, indicándonos que la verdadera conversación se halla a medio camino de ambos extremos.
ResponderEliminar(ENRIQUE GARCÍA MÁIQUEZ)
ResponderEliminarNada le falta a quien nada es.
(PESSOA)
ResponderEliminarAunque yo me vea en dos palos
y un capuchino a los pies
y una soga en el pescuezo,
yo siempre te he de querer.
ResponderEliminarMás vale mala boda que buen entierro.