Desalojé mi mesa de cuadernos,
de libros, de papeles.
Plegué mi ordenador portátil,
y la negra ventana que del mundo
metía tanto ruido se cerró.
Desnuda como el día en que la trajo
del taller Pepe Cancho, el carpintero,
quedó irreconocible y sólo entonces
por vez primera en años pudo verse
el dorado oleaje del nogal.
Así siguió durante mucho tiempo.
Cuando pasó esa prueba,
traje el otoño, el mar y unos caminos
e, igual que lapiceros con la punta
afilada, los puse frente a mí
de mayor a menor, como si fueran
una flauta de Pan. Hice lo propio
con algunas palabras de la calle
que perdidas vagaban como perros.
Vino también la muerte, celosa de tal orden,
y me sirvió de vaso: puse en ella una rosa.
El traje de tintero quedó para la noche,
y el silencio pidió el del ruiseñor.
No me importa, poema, quién te escriba
ni cuándo ni en qué sitio,
ni si no fuera yo.
A Trapiello se le puede seguir en su blog hemeroflexia.blogspot.com
ResponderEliminarPosiblemente los poemas están ya en el aire desde siempre, y simplemente se valen de los poetas como medios instrumentales, o sea como meros vehículos, para materializarse.
ResponderEliminarEs verdad , que importa quien la escriba. No todo está dicho en literatura y casi nadie creo haya leído el 1 % de la poesía publicada en el mundo . Un poema tiene vida propia y al poema igual le vale la opinión de un niño/a que la de un adulto .
ResponderEliminarAndrés pública post todos los días aunque este mes solo pública los domingos , domina muy bien el castellano y recupera palabras moribundas, sus post no olvidan la inmediatez del mundo y recuperan verdades históricas.
Chao
Si quieres ver bien la montaña, baja al valle.
ResponderEliminarSi quieres ver bien el valle, sube a la montaña.
Mejor dos bocados de vaca que siete de patata.
ResponderEliminarVeo mi juventud como algo muy lejano, como algo ajeno pero que ni siquiera tiene el interés de lo ajeno.
ResponderEliminar(BORGES)