De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero, creíamos que era un juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes. Al alcance
de las manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas.
A la orilla de un río
ResponderEliminarme marcho solo
y aumento la corriente
con lo que lloro.
Si no hubiera tercos, nunca habría pleitos.
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ResponderEliminarLo que saben tres, secreto no es.
ResponderEliminarEl viejecito
que anda con el bastón
vas a ser tú.
(RAFAEL BALDAYA)
ResponderEliminarSi me caso y tengo suegra
ha de ser con condición
que si al año no se muere
la tiro por el balcón.
Si no es absolutamente necesario que haya una ley, entonces es absolutamente necesario que no la haya.
ResponderEliminar(JEREMY BENTHAM )
ResponderEliminarDe gran belleza
ciego, colón y recto
nadie los tiene.
(CUQUI COVALEDA)