viernes, 24 de mayo de 2013

La niña de Pompeya (por Primo Levi)


Como la angustia ajena es también la nuestra,

otra vez vivimos la tuya, niña delgada,

aferrada en un espasmo a tu madre,

como si cuando el cielo del mediodía se tornó negro

hubieras querido volver a su seno.

Era inútil, porque el aire, envenenado,

se filtró hasta hallarte tras las ventanas cerradas

de tu casa tranquila, de gruesos muros,

alguna vez feliz con tu canto y tus tímidas risas.

Han pasado siglos, las cenizas se han petrificado

aprisionando esos delicados miembros para siempre.

Así has permanecido con nosotros, como un molde de yeso

retorcido,

una agonía sin término, testigo terrible de lo mucho

que nuestra orgullosa estirpe importa a los dioses.

Nada queda de tu hermana lejana,

la muchacha holandesa aprisionada entre cuatro paredes

que escribió sobre su juventud sin futuro.

Sus cenizas calladas fueron esparcidas por el viento,

su corta vida encerrada de un portazo en un cuaderno arrugado.

Nada queda de la niña de la escuela de Hiroshima,

sombra impresa sobre un muro por la luz de mil soles,

víctima sacrificada en el altar del miedo.

Poderosos de la tierra, dueños de venenos nuevos,

tristes guardianes secretos del trueno final,

los tormentos que el cielo nos envía son suficientes.

Antes de que vuestro dedo apriete el botón, deteneos, y pensad.

5 comentarios:

  1. El dedo está sobre el botón. Preferimos pensar que la humanidad puede detenerlo, pero es esa misma humanidad quien lo ha ideado.

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  2. En todas las lenguas la literatura empieza con el verso (la métrica, la rima). Primero fue el "Cantar de Mío Cid" y más tarde "La Celestina". Y así en todas las lenguas. Contrariamente a lo que suele creerse, primero fue el verso y sólo después la prosa.

    (BORGES)

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  3. A todas las suegras juntas
    las van a tirar al mar.
    Qué puñetera la mía,
    que está aprendiendo a nadar.

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  4. Sobre mi piel
    tus dedos, delicada
    caligrafía.

    (SUSANA BENET)

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  5. La envidia es una declaración de inferioridad.

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