Un día comprendió cómo sus brazos eran
solamente de nubes;
imposible con nubes estrechar hasta el fondo
un cuerpo, una fortuna.
La fortuna es redonda y cuenta lentamente
estrellas del estío.
Hacen falta unos brazos seguros como el viento,
y como el mar un beso.
Pero él con sus labios,
con sus labios no sabe sino decir palabras;
palabras hacia el techo,
palabras hacia el suelo,
y sus brazos son nubes que transforman la vida
en aire navegable.
Las palabras son nubes, y tiene que llover y escampar, y tienen que abrirse claros en los lánguidos cielos hasta que nos ilumine la palabra sol.
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ResponderEliminarAl amor lo comparan
con el cigarro.
Nadie lo deja y todos
quieren dejarlo.
Y el que lo deja
vuelve otra vez a ello
con mayor fuerza.
Llanto llevaba en sus ojos,
ResponderEliminarrisa llevaba en sus labios.
Dentro de su pecho estaban
gozo y pesar batallando.