miércoles, 1 de julio de 2015

Y entonces cantó un gallo (por Saiz de Marco)

En el 2500 no son los hombres-máquinas propensos a emociones.
Aun así un hombre-máquina ha leído ese pasaje
en que en tres ocasiones Pedro niega haber sido amigo de Jesús.
Entonces canta un gallo y las lágrimas ruedan por la cara de Pedro.

“Y lloró amargamente”
(lo dice así el relato,
puede que “lloró” a secas no describiera bien).

Y aunque los hombres-máquinas son fríos y circunspectos,
al leer ese episodio se alteran o saturan sus conexiones híbridas.

Las veces que fue amado y no devolvió amor.

Las veces que no estuvo al nivel de sí mismo.

Las veces que fue infiel,
que engañó o traicionó.

Culpas y deslealtades del siglo 26...

No llora el hombre-máquina
(no tiene el cibercuerpo glándulas lacrimales)

pero algo se revuelve,
quiere ser derramado de esos visores que hay
en el hueco donde antes se insertaban los ojos.


9 comentarios:

  1. Me recuerda un cuento de Chejov. A ver si luego lo localizo.

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  2. Se titula "El estudiante" y puede llerse aquí

    http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/el_estudiante.htm

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  3. Caminos brotan
    (como ramas de árbol)
    de otros caminos.

    (RAFAEL BALDAYA)

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  4. Aquél que lió el nudo, debe ahora desatarlo.

    (proverbio argelino)

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  5. Nadie está en varios.
    Cada cual se compone
    de un solo alguien.

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  6. Puño no será voz
    y nunca lo será.

    (RENÉ SEGURA)

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  7. De humanos es errar, y de tontos no enmendar.

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  8. La única condición que me distingue es la de haber recorrido la vida sin dejar morir al niño de los inicios. Hoy, a los ochenta, lo soy. Las células jadean, los huesos chirrían, se deforma el muñeco carnal, pero el infante lozano lo asiste en su andadura por el jardín de los asombros. Ignoro qué, quién, dispuso que el tiempo me distinguiera así. Lo considero una gracia. De tal índole que la muerte deberá dejarle paso a este niño soberano, independiente de mí, cuando el hombre acabe. Cuando suceda, saltará hacia el nuevo asombro. Pino, pez, jazmín, ornitorrinco. La fiesta continúa.

    (ESTEBAN PEICOVICH)

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