Los reyes no tocan las puertas.
Ellos no conocen esta dicha: empujar ante sí con suavidad o rudeza uno de esos grandes paneles familiares, volverse hacia él para colocarlo de nuevo en su lugar,
tener entre sus brazos una puerta.
La dicha de empuñar por el vientre, por su nudo de porcelana, uno de esos altos obstáculos de una pieza;
La dicha de empuñar por el vientre, por su nudo de porcelana, uno de esos altos obstáculos de una pieza;
ese cuerpo a cuerpo rápido mediante el cual, detenido el paso un instante, los ojos se abren y el cuerpo todo se acomoda a su nuevo apartamento.
Con una mano amistosa, él la retiene todavía, antes de empujarla decididamente y encerrarse,
Con una mano amistosa, él la retiene todavía, antes de empujarla decididamente y encerrarse,
de lo cual el ruido del resorte poderoso pero bien aceitado agradablemente lo asegura.
A tal cornada, tal estocada.
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ResponderEliminarLos puñales y las lanzas no son tan afilados como las lenguas.
(proverbio malayo)
Sobreproteger es dañar.
ResponderEliminarUn solo yo.
ResponderEliminarSolo uno en cada cuerpo.
Uno y no más.
(RAFAEL BALDAYA)