martes, 8 de marzo de 2016

Yo tropezaba en la huella de sus botas (por Seamus Heaney)


Mi padre araba con un caballo de tiro,

su espalda se curvaba como una vela inflada

extendida entre la esteva y el surco.

El caballo tiraba a un chasquido de su lengua.


Todo un experto. Colocaba el yugo

y ensartaba la reja de acero reluciente.

Y la tierra se volteaba sin romperse.

Al final del campo, con un solo tirón


de riendas, el grupo sudoroso daba la vuelta

y volvía a la tierra. El ojo entrecerrado

de mi padre, fijo en el suelo,

al trazar cada surco con exactitud.


Yo tropezaba en la huella de sus botas,

a veces me caía en la tierra lustrosa,

otras veces él me llevaba en andas

subiendo y bajando mientras caminaba.


Yo quería crecer y arar,

cerrar un ojo, tensar el brazo.

Lo único que hacía era seguir

su sombra ancha alrededor de la granja.


Era un fastidio, tropezando, cayéndome,

siempre parloteando. Pero ahora

es mi padre el que tropieza

detrás de mí, y no se va.


5 comentarios:

  1. Cierra los ojos.
    La gaita trae sonidos
    de lluvia y prados.

    (JUAN CARLOS GÓMEZ)

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  2. No se es padre por el mero hecho de tener un hijo, como no se es pianista sólo por tener un piano.

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  3. Qué suerte, árboles:
    tan vivos como estáis
    y nada os duele.

    (RAFAEL BALDAYA)

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  4. Las únicas personas normales son aquéllas que uno no conoce bien.

    (ANCIS)

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  5. La nieve por tu cara
    pasó diciendo:
    como aquí no hago falta,
    no me detengo.

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