Qué inaudita tu voz, qué misteriosa
la reverberación de sus metales,
el rastro que dejaba en la arboleda
apócrifa del aire.
Era como
un suavísimo adorno
de la tarde inclinada sobre el río,
cayendo nota a nota en el acero
intranquilo del agua.
Y yo como naciendo en una
dimensión ignorada de mí misma,
todo lo más augurio, nebulosa,
girando en el espacio, extraviada
en el dulce dominio del asombro,
respirando palabras como flores
confusamente abiertas
y en los parterres de la tarde.
(Amor, no entiendo lo que dices.
Sólo sé que me duele…)
En el silencio, las voces de los que se fueron siguen oyéndose nítidamente.
ResponderEliminarViajan los genes.
ResponderEliminarAbuela, hijo, nieta
son sus taxistas.
(RAPHAEL BALDAYA)
Viajan los genes.
ResponderEliminarY abuelo, hija, nieto
son sus cocheros.
Aunque es bonico el culo
ResponderEliminarde la Dolores,
no pienses que lo tiene
para echar flores.
ResponderEliminarEscribir… Derramar con rabia toda la sensibilidad de sí misma sobre el papel tentador, tan de prisa, tan de prisa, que a veces la mano lucha y se encabrita, agotada por el dios impaciente que la conduce.
(COLETTE)