domingo, 9 de septiembre de 2018

El olivo (por Vicente Gallego)


En su hábito oscuro, con los brazos abiertos, 
como un monje que al cielo le dirige
su plegaria obstinada por la vida del alma,
el olivo difunto permanece de pie
mientras la tarde dobla sus rodillas.

Enhebrado en la luz que se adelgaza,
su severo perfil
cose el cielo a la tierra,
vertebra el espinazo de la tarde.
Y un saber de lo nuestro
en su reserva humilde sospechamos.

Encallecida mano codiciosa
cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
un pellizco de vuelo,
algo extraño nos hurta el viejo olivo:
un secreto inminente, temperatura extrema
de un decirse que clama en su lenguaje mudo.

Y el hombre le dirige su pregunta.

Con su carga de hormigas y de soles,
con el misterio a cuestas
que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
este tronco orgulloso es sólo eso:
sugestión arraigada de las cosas
que quedarán aquí cuando partamos,
contundente respuesta
que a la luz de la luna nos aturde el oído
con su seco zarpazo de silencio.

5 comentarios:

  1. De gris y verde
    van mezcladas las hojas
    de los olivos.

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  2. Dentro de un alma absolutamente libre de pensamientos y emoción,
    ni el tigre encuentra sitio para meter sus fieras garras.

    (BRUCE LEE)

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  3. Si pudiera
    reconstruir un solo
    rincón de aquella playa
    sin salida posible, si pudiera
    volver al sitio aquel, reconocer
    la cerrazón de la cabaña, andar
    a tientas hasta el último
    recodo del silencio, ¿oiría
    algo distinto a la fricción
    de unas piernas con otras, al barrunto
    de alguien aproximándose
    en lo oscuro? ¿Vería
    aún desde allí, ya en el terrado
    de Sanlúcar, asiéndome
    al parteluz de la ventana, el bulto
    azul de los faluchos y, más cerca,
    la agitación de las fogatas
    que encendían los sigilosos areneros?

    Imágenes sin ojos pasan
    con más tenacidad que el giro
    extenuante del recuerdo. Hortensia,
    hija de Minos, no
    es tarde todavía, ven, veloces
    son las noches que hemos vivido ya:
    aún estamos a tiempo
    de no querer salir del laberinto.

    (CABALLERO BONALD)

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  4. Y quien te quiere no te hiere.

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