viernes, 21 de septiembre de 2018

Sentirte en lenta huida hacia la tarde (por Leopoldo de Luis)


Es como levantarte con los ojos,
con las húmedas alas de los ojos,
al imborrable cielo del recuerdo.
Pasan nubes oscuras, tristes pájaros.
Lentamente tu nombre al fin se queda
solo, desnudo, inmóvil, imposible,
como estrella varada.

Y nombrarte es dolor. Reconocerte
después de cada tarde, como el sueño,
es el dolor diario. Cruzo absorto
calles hacia la angustia de la nada,
entro en casas desnudas,
hablo a seres extraños, torpemente.

Reconocerte es triste, como es triste
siempre identificarnos lo más nuestro
inútilmente cerca, naufragando
en la luz impiadosa de los días.
Entramos y salimos de nosotros

abandonando siempre lo que somos,
esa sola verdad que nos habita,
apaleado perro en las veredas
por las que transitamos sordamente.

Sentirte cerca duele, como duele
siempre palpar la herida que no cura.
Sentirte en lenta huida hacia la tarde
con un dolor solar sobre los párpados.

Veo a veces tu cuerpo como un río,
como un río pasando mudamente
el puente de mis años, por mi pecho.
Y en un heroico cielo, siempre inmóvil,
solo tu nombre, herido de memoria.

En esta soledad me estoy poblando,
haciéndome de bosque y fronda hirviente.

Una renunciación acaso sea,
más que segar la pretendida rosa,
brotar oscuros árboles de sueño.


5 comentarios:

  1. Sí,
    las primaveras te necesitaban.
    Infinitas estrellas esperaron
    que tú las contemplases. Del pasado
    vino a ti una onda henchida, o, al pasar
    ante un balcón abierto, la queja de un violín
    se te entregó. Todo ello era mensaje.
    Pero, dime: ¿supiste tú abarcarlo?

    (RILKE)

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  2. El nacionalismo, la afición por un equipo de fútbol y la religión tienen algo en común (aparte de su naturaleza emocional): que a quienes profesan alguna de estas pasiones generalmente les fue inculcada desde su primera infancia.

    (BERNARD HENRI-LÉVY)

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  3. Dicen que no nos queremos
    porque no nos ven hablar
    A tu corazón y al mío
    se lo pueden preguntar.

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  4. De no existir la muerte la vida no sería vida, sería otra cosa; lo que hace que la vida sea lo que es, tal como la vivimos, la gozamos y la sufrimos es, precisamente, la muerte, su presencia efectiva. La muerte no es una negación; es, por así decirlo, una propiedad de la vida que si no le da el ser, en cambio sí el sentido, el drama del ser. Suprimid la muerte de nuestro horizonte y la sensación de un vacío insoportable nos sobrecoge; reponedla en su lugar y cada segundo se nos llena, de nuevo, de angustia; de angustia, de placer, de deseo. En una palabra, de vida.

    (GIL-ALBERT)

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  5. Dura una vida
    menos que una baldosa
    o un adoquín.

    (RAFAEL BALDAYA)

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