domingo, 2 de junio de 2019

Tan fácilmente uno se esconde en otro (por E.E. Cummings)


Tanto ser diverso (tantos dioses y demonios
éste más ávido que aquél) es un hombre

(tan fácilmente uno se esconde en otro;
y, no obstante, cada uno, siendo todos, no escapa de ninguno)
tumulto tan vasto es el deseo más simple:
tan despiadada mortandad la esperanza
más inocente (tan profundo el espíritu del cuerpo,
tan lúcido eso que la vigilia llama sueño)

tan solitario y tan nunca el hombre solo
su más breve latido dura un año terrestre
sus más largos años el latido de un sol;
su más leve quietud lo lleva hasta la estrella más joven)

¿Cómo podría ese tonto que se llama a sí mismo Yo
atreverse a comprender su innumerable Quién?



3 comentarios:



  1. En realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el repirar o el comer.

    (HESSE)

    ResponderEliminar
  2. Según Chesterton, todo autor termina siendo su mejor e involuntario parodista. Las últimas composiciones de Swinburne parecen parodias de Swinburne, porque el autor tiene ciertos hábitos, y los exagera. En mi caso, creo que el hábito más evidente es la enumeración, ¿no?, creo que es uno de mis hábitos, y a veces me ha salido bien, y otras veces, digamos, un poco menos bien. Y habrá sin duda hábitos sintácticos, que yo no conozco; seguramente todo escritor, a medida que pasa el tiempo, va empobreciendo su vocabulario, o simplificándolo.

    ResponderEliminar
  3. Arriba canta el pájaro
    y abajo canta el agua.
    (Arriba y abajo,
    se me abre el alma).

    ¡Entre dos melodías,
    la columna de plata!
    Hoja, pájaro, estrella;
    baja flor, raíz, agua.
    ¡Entre dos conmociones,
    la columna de plata!
    (¡Y tú, tronco ideal,
    entre mi alma y mi alma!)

    Mece a la estrella el trino,
    la onda a la flor baja.
    (Abajo y arriba,
    me tiembla el alma).

    (JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)

    ResponderEliminar

¿Te gustó el poema seleccionado? ¿Crees que merece estar en zUmO dE pOeSíA?

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.