jueves, 26 de septiembre de 2019

La muchacha del balcón (por Juan Gelman)


La tarde bajaba por esa calle junto al puerto
con paso lento, balanceándose, llena de olor,
las viejas casas palidecen en tardes como ésta,
nunca es mayor su harapienta melancolía
ni andan más tristes de paredes,
en las profundas escaleras brillan fosforescencias como de mar,
ojos muertos tal vez que miran a la tarde como si recordaran,
eran las seis, una dulzura detenía a los desconocidos,
una dulzura como de labios de la tarde, carnal,
carnal,
los rostros se ponen suaves en tardes como ésta,
arden con una especie de niñez
contra la oscuridad, el vaho de los dancings.

Esa dulzura era como si cada uno recordara a una mujer
sus muslos abrazados, la cabeza en su vientre,
el silencio de los desconocidos
era un oleaje en medio de la calle
con rodillas y rostros de ternura chocando
contra el «New Inn», las puertas, los umbrales de color abandono.

Hasta que la muchacha se asomó al balcón
de pie sobre la tarde íntima como su cuarto con la cama deshecha
donde todos creyeron haberla amado alguna vez
antes de que viniera el olvido.


2 comentarios:


  1. Por un beso de la Flaca yo daría lo que fuera

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  2. Solo
    lo que amo y deseo
    hasta el punto del terror
    me sobrevive, nada
    es real hasta que sangra, en mi ordalía
    no acepto más abrigo que la culpa
    ni más paz que la espera
    bajo este cielo enmilagrado:
    líbrame,
    señora de mis abismos,
    de contemplar la vida como quien contempla,
    para intentar comprender su naturaleza,
    un animal disecado.

    (EMILIO MARTÍN VARGAS)

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