sábado, 15 de octubre de 2011

El camino no elegido (por Robert Frost)

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo
y, apenado por no poder tomar los dos
siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
mirando uno de ellos tan lejos como pude,
hasta donde se perdía en la espesura;

entonces tomé el otro, imparcialmente,
y habiendo tenido quizás la elección acertada,
pues era tupido y requería uso;
aunque por lo que vi allí
podría haber elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente.
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
dudé si debía haber vuelto sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro.
De aquí a la eternidad:
dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia.

11 comentarios:

  1. Tanyas bifurcaciones (y trifurcaciones y cuatriforcaciones) a lo largo de la vida

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  2. Tantas, quise escribir

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  3. Tambien puede uno no elegir, dejarse llevar por la inercia. Claro que eso tambien es una eleccion. Elijo no elegir.

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  4. LA PHRASE LAPIDARIA9 de octubre de 2013, 13:53

    La calle de Después hace esquina con la plaza de Nunca.

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  5. Brilla la luna
    en el rastro reseco
    del caracol.

    (BENET)

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  6. El verdadero viaje de descubrimiento, no consiste en buscar nuevos territorios sino en tener nuevos ojos.

    (PROUST)

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  7. No sé como haría la gente para irse si no tuviera espalda.

    (Miguelito)

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  8. Para huir de las moscas no te refugies en un avispero.

    (proverbio malayo)

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  9. No quiero que te vayas
    ni que te quedes,
    ni que me lleves contigo,
    ni que me dejes.
    Quiero tan sólo…
    Pero no quiero nada
    y lo quiero todo.

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  10. Ningún adversario nos desconcierta tanto como un partidario tonto.

    (GARCÍA-MÁIQUEZ)

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  11. En el lebrillo, va el aceite

    dorando las patatas y, picado,

    el tomate ilumina el palimpsesto,

    hermano del atún y la cebolla.

    La sal besa el vinagre, da el orégano

    envidia de verdor a la aceituna.

    Cuchara y tenedor vuelven al árbol

    en que eran un tronco indivisible

    y bailan bajo el viento de las manos.

    Imposible pensar que en este instante

    alguien pueda morir,

    imposible que ahora

    exista algo distinto a la sencilla

    integración del ser, y que alguien parta

    con esta luz al fondo de la tierra.

    Los límites de todo se confunden

    con todo y ya las formas se amalgaman

    en la unidad. Un hombre muere

    cuando todo empujaba hacia la vida.

    Se apaga el apetito, la receta

    la borra este mensaje: condimenta

    con amargura el brillo del aliño

    de pronto mate, rancio, oscuro, insípido.

    Un hombre muere, y muere el universo

    en un vuelco fatal.

    A la velocidad de las tinieblas,

    nos llega la noticia de su estrago.

    (RIVERO TARAVILLO)

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