A veces la madera
de mi mesa
tiene un crujido oscuro,
un desgarrón
difuso de tormenta.
Una periódica migraña
la tortura.
Sus fibras ceden,
se descruzan,
buscan un acomodo
más humano.
Es la madera
que recuerda
viejos brazos.
Y que recuerda
que reverdecían.
Hay muchos ruidos que a veces el silencio deja oír. Ruidos que no se sabe de donde vienen, ruidos ignorados, ruidos anónimos. El ruido de nuestro corazón que late, o de nuestra sangre que fluye. O simplemente el oído que se oye a sí mismo. O el de nuestro propio cerebro, el sonido de nuestro yo por dentro.
ResponderEliminarHay mesas o muebles antiguos que tienen traza vital, ya no lo usan pero te viene a la memoria ¿ Quien fue su usuario ? ¿ Cuanto cariño hay en este ensamblado para que alguien lo conserve ? . Nadie guardara un mueble viejo que no proceda de un árbol de la vida , dejara de ser útil cuando muera su usuario. Un saludo
ResponderEliminarTodo artista debe imitar a Dios, o sea, crear y callarse.
ResponderEliminar(FLAUBERT)
Nadie es totalmente libre para dejar de hacer aquello que, de entre todas las acciones posibles, más placer le produce.
ResponderEliminarEl agua de abril cabe en un barril.
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ResponderEliminarEl hombre ha perfeccionado muchas cosas, pero no al hombre.
La serpiente muda su piel pero no su alma.
ResponderEliminar(proverbio paquistaní)