viernes, 2 de noviembre de 2012

Como la memoria de la blancura (por William Carlos Williams)


El descenso nos llama

como la ascensión nos llamaba.

La memoria es una suerte de cumplimiento,

una renovación

y más: una iniciación:

los espacios

que abre son lugares nuevos,

poblados por hordas

hasta entonces inexistentes,

nuevas especies

en movimiento hacia nuevos objetivos

(los mismos

que antes habían abandonado).

Ninguna derrota

es enteramente derrota:

el mundo que abre es siempre

un lugar antes insospechado.

Un mundo perdido es un mundo

que nos llama a lugares inéditos:

ninguna blancura

(perdida) es tan blanca

como la memoria de la blancura.



Al anochecer, el amor despierta

aunque sus sombras,

vivas por la ley del sol,

ahora se aletargan

y se desprenden del deseo.

El amor sin sombras ahora

se anima y

conforme avanza la noche

despierta.


El descenso

hecho de desesperaciones

por incumplido

nos cumple: es un nuevo despertar,

reverso

de la desesperación.

Aquello que no pudimos cumplir,

aquello negado al amor,

perdido en la anticipación,

se cumple en un descenso

sin fin, indestructible.

2 comentarios:

  1. Quien ya está empapado, no teme a la lluvia.

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  2. Las cosas no eran tan negras como algunos las pintaban. Había un bello niño vestido de negro y jugaba con dos
    manzanas negras. O era una chica. Fuera lo que fuera, tenía unos pequeños dientes blancos. El paisaje al que daba
    su ventaba había sido oscurecido con un brochazo de pintura pesado y tosco. Todo era muy teológico, salvo cuando
    el niño sacó su lengua roja.

    (CHARLES SIMIC)

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