jueves, 14 de noviembre de 2013

Materia arremolinada (por Stathis Intzes)

a

En el principio fue materia arremolinada
como ella manó del nicho
del primer ojo
Después, el alejamiento del alquitrán por un sol

b

En el principio, la mezcla hervida de las venas
como ella maduró en el corazón de las estrellas
haciéndose estrella de nuevo
Luego, las circunstancias favorecieron el nacimiento del destello

7 comentarios:

  1. El mono, aunque viva entre perros, no aprenderá a ladrar.

    (proverbio nigeriano)

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  2. Manjar de dioses,
    el pan y aquella onza
    de chocolate.

    (GARCÍA MARTÍN)

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  3. Casa sin mujer y barco sin timón, la misma cosa son.

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  4. Eché un limón a rodar
    y en tu puerta se paró.
    Hasta los limones saben
    que nos queremos los dos.

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  5. Uno no tiene por qué sentir nada mirando las fotografías de sus viajes, las fotografías de los suyos o las fotografías de sí mismo. No estás obligado a sentir nada cada vez que la memoria reconozca una imagen o un olor. No hay por qué llorar o alegrarse, no hay por qué cambiar de ánimo con las cartas guardadas ni con las comidas que se repiten con el mismo sabor durante años. Uno no tiene por qué acordarse de los niños al mirar a los hombres. No hay ninguna buena razón para que una playa nos recuerde a otra playa, y esto sirve igual para dos autobuses o dos trenes. Es mejor aceptar que algunas cosas sencillamente se pierden.

    (LORIGA)

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  6. Haz del todo lo que haces.

    (proverbio chino)

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  7. Enero


    El agua golpea sobre el cuerpo
    de mi hijo.
    Tiene doce años y ríe
    sin parar, semidesnudo en la mitad del patio.
    Nos rodea el verde,
    la hiedra en los muros,
    la tierra en los canteros de cada esquina.
    De pronto el agua es una bendición,
    y en este cuadrante del mundo
    que nos contiene a los dos,
    todo lo demás se escurre.
    Sólo su risa
    irrefrenable
    sacude mi corazón como campanas
    en lo alto de una iglesia.
    Su risa es sagrada,
    el agua brillante sobre la piel morena.
    Yo me quedo sorda y ciega hasta saciarme
    nada más contemplándolo.

    Ahora mi hijo baila de felicidad
    y me pide que le arroje otro balde,
    y después otro más y otro que lleno hasta el tope.
    Estamos solos
    él y yo, bajo el fulgor
    de este día de verano.
    Ya descendieron los dioses
    para saludarme, lo sé.
    Es el año nuevo.

    (GRACIELA BATTICUORE)

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