lunes, 7 de abril de 2014

También (por José Emilio Pacheco)


Dos mil años después de que el Vesubio
sepultó entre cenizas a Pompeya
encontraron un muro en que estaba escrito:


Nada es eterno.
Brillan los soles y en el mar se hunden.
Arde la luna y se desvanece más tarde.
La pasión de amor
se termina también
como la lluvia.

Al tercer día de copiado el grafito
el yeso en que lo inscribieron se vino abajo.

Se acabaron los versos
como la lluvia.

5 comentarios:


  1. El paraíso...
    sin libros ni internet.
    Nos han timado

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  2. A veces basta la ausencia de una sola persona para que el mundo te parezca deshabitado.

    (LAMARTINE)

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  3. Real Academia:
    Es el rebaño quien
    guía al pastor.

    (RAFAEL BALDAYA)

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  4. Pienso en un tigre. La penumbra exalta
    la vasta Biblioteca laboriosa
    y parece alejar los anaqueles;
    Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,
    él irá por su selva y su mañana
    y marcará su rastro en la limosa
    margen de un río cuyo nombre ignora
    (en su mundo no hay nombres ni pasado
    ni porvenir, sólo un instante cierto.)
    y salvará las bárbaras distancias
    y husmeará en el trenzado laberinto
    de los olores el olor del alba
    y el olor deleitable del venado;
    Entre las rayas del bambú descifro,
    sus rayas y presiento la osatura
    bajo la piel espléndida que vibra.
    En vano se interponen los convexos
    mares y los desiertos del planeta;
    Desde esta casa de un remoto puerto
    de América del Sur, te sigo y sueño,
    oh tigre de las márgenes del Ganges.

    Cunde la tarde en mi alma y reflexiono
    que el tigre vocativo de mi verso
    es un tigre de símbolos y sombras,
    Una serie de tropos literarios
    y de memorias de la enciclopedia
    y no el tigre fatal, la aciaga joya
    que, bajo el sol o la diversa luna,
    va cumpliendo en Sumatra o en Bengala
    su rutina de amor, de ocio y de muerte.
    Al tigre de los símbolos he opuesto
    el verdadero, el de caliente sangre,
    el que diezma la tribu de los búfalos
    y hoy, 3 de agosto del 59,
    alarga en la pradera una pausada
    sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
    y de conjeturar su circunstancia
    lo hace ficción del arte y no criatura
    viviente de las que andan por la tierra.

    Un tercer tigre buscaremos. Éste
    será como los otros una forma
    de mi sueño, un sistema de palabras
    humanas y no el tigre vertebrado
    que, más allá de las mitologías,
    pisa la tierra. Bien lo sé, pero algo
    me impone esta aventura indefinida,
    insensata y antigua, y persevero
    en buscar por el tiempo de la tarde
    el otro tigre, el que no está en el verso.

    (BORGES)

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