¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar,
y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba,
y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar!
¡Qué extraño es verme aquí sentado!
¡Qué extraño verme como una planta que respira,
y sentir en el pecho un pájaro encerrado,
y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!
¡Qué extraño es verme aquí sentado,
y agarrarme una mano con la otra,
y tocarme, y sonreír, y decir en voz alta
mi propio nombre tan falto de sentido!
¡Oh, qué extraño, qué horriblemente extraño!
La sorpresa hace mudo mi espanto.
Hay un desconocido que me habita
y habla como si no fuera yo mismo.
No sabes cuántos
ResponderEliminarviven bajo tu nombre
y entre tu piel.
(RAFAEL BALDAYA)
La señora del gaiteiro
ResponderEliminares mujer de gran fortuna.
Tiene dos flautas pa ella
y otras no tienen ninguna.
Machado en ruso,
ResponderEliminardespojado de rima,
otro poeta.
(CUQUI COVALEDA)
ResponderEliminarNo te tapes con pinturas
los colores de tu cara,
que solo las casas viejas
se revocan la fachada.
ResponderEliminarUn travestí de revista
va dir un dia a un convergent:
“La vida fóra menys trista
si en Jordi fos la florista
i la Marta el president”.
.......
(Un travesti de revista
díjole un día a un convergente:
“La vida sería menos triste
Si Jordi fuera florista
Y Marta presidente".)
-SALVADOR OLIVA-
ResponderEliminarLa mentira es rápida pero la verdad es tenaz.
ResponderEliminarPáncreas, estómago,
hígado, corazón…:
turbinas, máquinas.
(RAFAEL BALDAYA)
ResponderEliminarEs tarde pero es nuestra hora. Es tarde pero es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer el futuro. Es tarde pero somos nosotros esta hora tardía. Es tarde pero es madrugada, si insistimos un poco.
(PEDRO CASALDÁLIGA)
ResponderEliminarSólo con que los políticos fueran más perezosos seríamos mucho más felices. El hombre perezoso se guarda de cometer los crímenes más repugnantes, y muchos de los motivos que hacen que sacrifiquemos el inocente placer del ocio en aras del trabajo se cuentan entre los más innobles: la soberbia, la codicia, la emulación, la vanagloria y, por encima de todos, el deseo de poder.
(WAUGH)