Yo le decía a mi hermana,
o ella me decía,
ven, ¿jugamos a reír?
Nos acostábamos una junto a la otra en la cama
y empezábamos.
Para hacer como que hacíamos, por supuesto.
Risas forzadas.
Risas ridículas.
Risas tan ridículas que nos hacían reír.
Entonces venía, sí, la verdadera risa,
la risa entera a arrastrarnos en su rompiente inmensa.
Risas estalladas, proseguidas, atropelladas, desencadenadas,
risas magníficas, suntuosas y locas...
y reíamos al infinito de la risa de nuestras risas...
Oh risa, risa del goce, goce de la risa;
reírse es de una manera tan profunda vivir
Cada vez que reímos le quitamos un clavo al ataúd. "Defendiendo la risa / pluma por pluma", decía Miguel Hernández a su hijo desde la cárcel donde iban a morirle. "Es tu risa la espada / más victoriosa,/ vencedor de las flores / y las alondras"...
ResponderEliminarNo son verdaderos problemas aquéllos cuya solución sólo depende de uno mismo.
ResponderEliminarCaridad y amor no quieren tambor.
ResponderEliminarEl mejor humorismo es el que arranca una lágrima junto con la carcajada.
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