Un amoroso estudio radiográfico de mi mujer
permite comprobar que la naturaleza
contempló también su belleza interior.
Por ejemplo, esas teselas bizantinas
caídas por el tallo de su guitarra oculta.
Se le ve en su vestido más noche
la desnuda luciérnaga.
Hay ese breve recodo en su columna
y luego la protocolaria curva sonriente
sobre la que descansa el sistema
de su elegancia serenamente náutica.
Hay sus riñones, con ronroneo de Alhambra
y el arco dispensador de sus caderas,
un miriñaque obsceno
ofrecido hasta el fin.
Y hay la Vía Láctea en viaje intercostal
y una rosa que dice sí y no, desde un andamio.
También se muestra nítido el esternón
donde suele esperarme.
Estas son apenas las primeras imágenes
de la constelación de mi mujer por dentro.
Dar las de afuera escapa a las angulaciones
y compases de la astronomía.
Sólo se sabe que no tiene término
y que aun dormida ondula,
en pliegues invisibles,
como una buena luz.
Se nota que Esteban Peicovich es un eminente radiólogo (consulta en Belgrano, 337; de 12 a 14 y de 17 a 22).
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ResponderEliminarPor dentro, vistos por rayos X, ya somos un esqueleto.
Si piensas que a dentelladas cazarás un jabalí, entonces será él el que te cace a ti.
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ResponderEliminarSin respeto, no hay amor ni amistad que valgan. Sin respeto hay sólo afán de poseer a otra persona.
ResponderEliminarVale más dar media vuelta que perderse en el camino.
(proverbio eslovaco)
ResponderEliminarNoche de frío.
Un gato callejero
en el rellano.
(RIVERO TARAVILLO)