Enterré a mi padre
en el cielo.
Desde entonces, los pájaros
lo limpian y peinan cada mañana
y lo tapan con las sábanas hasta arriba
cada noche.
Enterré a mi padre bajo tierra.
Desde entonces, mis escaleras
sólo van hacia abajo
y toda la tierra se convirtió en una casa
cuyos cuartos son las horas, cuyas puertas
permanecen abiertas a la tarde, recibiendo
a un invitado tras otro.
A veces veo detrás de ellos
las mesas dispuestas para un casamiento.
Enterré a mi padre en mi corazón.
Ahora crece dentro de mí mi extraño hijo,
mi pequeña raíz que no bebe leche,
pequeño y pálido pie hundido en la noche,
pequeño reloj que sale recién mojado
del fuego, pequeña uva, padre del futuro
vino, un hijo fruto de su propio hijo,
pequeño padre que rescato con mi vida.
Emotivo y directo, el hilo versal se convierte en confidencia, saca a la luz esos puentes secretos entre pensamiento y corazón. Un saludo entrañable desde Rivas.
ResponderEliminarDemasiado de algo puede ser su contrario.
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ResponderEliminarPor los añicos
del corazón que he roto
ando descalzo.
(RAPHAEL BALDAYA)
ResponderEliminarSi no tienes cimientos, no puedes tener torre.
ResponderEliminarNo importa mucho la muerte, el hecho de la mortalidad. Está claro que, siendo inmortales, tampoco seríamos felices.
Un perro del que te deshaces
ResponderEliminares un perro para toda la vida.
No hay perro que aúlle como el que echaste en la noche.
Intenta mirar a un perro así a los ojos.
(ARMITAGE)