Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora
[como un día de mayo dulcísimo de otoño]
y lo que es más aún todo mi olvido
[para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia]
y más aún te di mi muerte
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte,
sigue creciendo como un fuego,
y me destruyes me construyes eres oscura como la luz.
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora
[como un día de mayo dulcísimo de otoño]
y lo que es más aún todo mi olvido
[para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia]
y más aún te di mi muerte
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte,
sigue creciendo como un fuego,
y me destruyes me construyes eres oscura como la luz.
La nada no requiere explicaciones. Todo lo demás sí.
ResponderEliminar(LEIBNIZ)
Los que dimiten de la vida tal vez sólo dimiten de esta clase de vida.
ResponderEliminarHay más pérdidas que encuentros.
ResponderEliminarHay más heridas que vendas.
Hay más dolor que consuelo.
Cide, me parece que estás haciendo la crónica del Sporting de Gijón.
ResponderEliminarO del Atlético de Madrid.
ResponderEliminarYo destorturo.
ResponderEliminarTú desarrojas bombas.
Él desmasacra.
(CUQUI COVALEDA)
Estar delante de un milagro y no verlo, eso pasa a diario.
ResponderEliminar(MONTIEL)