Recuerdo dos horas seguidas. Luego un abatimiento. Se filtraba la luz, pero anochecía. Yo era otra. ¿Dónde estará aquella ropa? Era la misma que soy ahora. Menos cosas que recordar menos vida, o más vida, o poca vida. O ninguna vida por delante ni hacia atrás. Mi vida. ¿Qué es mi vida? Estaba sentada en otra silla, lo recuerdo, estructura de madera recubierta de lona.
Al asomarme, te vi, rocío, y recordé el país de antes.
Antes es el más hermoso país.
Cuando por sobre todo ponías tu blanca fantasía, tu oscura confitura; hasta los mágicos claveles guerreros amanecían con un copete de plata, velada su taza de rojo café, de canela ardiendo.
Sobre la albahaca, el diente de león, las ciruelas, las milenarias hadas jovencitas que pululaban entre nosotros, allá, junto a los castaños y los robles.
Tu bordadura de luna asustaba a las arañas, que quedaban inmóviles; alhelí sobre alhelíes; lirio sobre lirios, lila de nieve. Por tus reflejos se perdía el rumbo de la escuela; llovías sobre las manos de mamá, que preparaba el desayuno, fuera, hacía los ramos
con su gran traje de baile y capelina
hacía las ensaladas de celeste lechuga y diabólico ají, las grandes ensaladas verdes y granates, con las cuales crecimos, vimos pasar los años y las clases, las muertes y las bodas, la vida de los cielos y la tierra.
La vida es flor en corriente;
ResponderEliminarla vida es un soplo suave;
la vida es astro candente;
la vida es volar del ave.
Recuerdo dos horas seguidas.
ResponderEliminarLuego un abatimiento. Se filtraba
la luz, pero anochecía. Yo era otra.
¿Dónde estará aquella ropa?
Era la misma que soy ahora.
Menos cosas que recordar
menos vida, o más vida, o poca
vida. O ninguna vida por delante
ni hacia atrás. Mi vida. ¿Qué es mi vida?
Estaba sentada en otra silla, lo recuerdo,
estructura de madera recubierta de lona.
(CONCHA GARCÍA)
Al asomarme, te vi, rocío, y recordé el país de antes.
ResponderEliminarAntes es el más hermoso país.
Cuando por sobre todo ponías tu blanca fantasía, tu oscura confitura; hasta los mágicos claveles guerreros amanecían con un copete de plata, velada su taza de rojo café, de canela ardiendo.
Sobre la albahaca, el diente de león, las ciruelas, las milenarias hadas jovencitas que pululaban entre nosotros, allá, junto a los castaños y los robles.
Tu bordadura de luna asustaba a las arañas, que quedaban inmóviles; alhelí sobre alhelíes; lirio sobre lirios, lila de nieve. Por tus reflejos se perdía el rumbo de la escuela; llovías sobre las manos de mamá, que preparaba el desayuno, fuera, hacía los ramos
con su gran traje de baile y capelina
hacía las ensaladas de celeste lechuga y diabólico ají, las grandes ensaladas verdes y granates, con las cuales crecimos, vimos pasar los años y las clases, las muertes y las bodas, la vida de los cielos y la tierra.
(MAROSA DI GIORGIO)