domingo, 22 de marzo de 2020

Amanecer en las trincheras (por Isaac Rosenberg)


La oscuridad se disgrega.
Es el viejo tiempo druídico de siempre,
sólo que algo vivo salta de mi mano,
una rara y sardónica rata,
mientras arranco la amapola del parapeto
para ponérmela tras la oreja.
Graciosa rata, te dispararían si conocieran
tus cosmopolitas simpatías.
Ahora has tocado esta mano inglesa.
Pronto, sin duda, harás lo mismo con una alemana
si lo que deseas es cruzar el dormido verdor que las separa.
Parece que sonrieras para ti mientras pasas junto a
ojos de mirada intensa, extremidades delgadas, atletas altivos,
con menos posibilidades de vivir que tú,
sujetos a los caprichos de la aniquilación,
tumbados en las entrañas de la tierra,
los desgarrados campos de Francia.
¿Qué ves en nuestros ojos
ante los gritos del hierro y el fuego
que atraviesan los cielos tranquilos?
¿Qué temblor, qué corazón horrorizado?
Las amapolas, cuyas raíces están en las venas del hombre,
caen y no paran de caer;
pero la mía está a salvo detrás de mi oreja
aunque un poco blanca a causa del polvo.



2 comentarios:


  1. Es un monstruo grande y pisa fuerte

    sobre la pobre inocencia de la gente

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  2. NO SE PUEDE GANAR UNA GUERRA, COMO NO SE PUEDE GANAR UN TERREMOTO.

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