jueves, 28 de enero de 2010

Para que yo me llame (por Ángel González)

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer,
y cuerpos y más cuerpos fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin,
sobreviviendo naufragios,
aferrándose al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí, tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste a su ruina,
que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio.
El éxito de todos los fracasos.
La enloquecida fuerza del desaliento...

18 comentarios:

  1. Tanta gente de la que venimos: 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos. Más arriba 32, en el siguiente escalón 64... Y eso en sólo en 5 generaciones. Da vértigo mirar un árbol genealógico.

    ResponderEliminar
  2. Está claro, la poesía es un buen sentido de la vida. Está ahí esperando a salir a la luz.

    ResponderEliminar
  3. Y somos tan distintos, a veces tan opuestos, a nuestros padres. Y tan distintos y opuestos, en tantas cosas, a nuestros hijos... Parece mentira que compartamos con ellos gran parte de los genes, de la materia cromosómica.

    ResponderEliminar
  4. las circunstancias que nos rodean...son muy muy diferentes,

    quizá de jóvenes hay semejanzas pero después...

    Cuando más avanza la vida, van quedando sólo los roles, eso me parece a mí

    ResponderEliminar
  5. Probablemente la única cosa segura que sabemos sobre nuestra inconmensurable cadena de antepasados-as, es que ninguno de ellos-as falleció antes de haber alcanzado la edad de reproducirse. Es bastante obvio.

    ResponderEliminar
  6. ¿Y qué me dices, Pablo Veiga, de un antepasado mío que, con diecisiete años, se clavó una daga en el costado y murió?
    Sé que era de la guardia del divino Eneas, que huía de Ilión incinerada. Sé que lavaron su cadáver en un ribazo del Escamandro. Sé que se llamaba Aetos y que su dulce amiga, Euterpe, pereció sepultada bajo un montón de escombros del paño occidental de la muralla.
    ¿Acaso no era un antepasado mío, el noble Aetos? ¿No murió en la flor sin dejar hijos que fundaran Alba Longa?
    Conservo la cartilla militar del buen troyano; es apenas un jirón de piel de oveja renegrido, que se me deshace entre los dedos. Se habla allí del arrojo de un joven lanzador de jabalina...
    Y es el pariente que más quiero.

    ResponderEliminar
  7. Ya dije que mi afirmación era obvia y de Pero Grullo (por cierto, ¿quién fue Pero Grullo?). Así que supongo que merezco la ironía, el sarcasmo e inclusive la retranca.

    ResponderEliminar
  8. Yo de mis abuelos todavía sé algo. De mis bisa- y tatar-abuelos, nothing of nothing. O sea, ni flowers. ¿Serían buenas o malas personas? Vete a saber. Supongo que, entre tantísima gente, los habría de múltiples pelajes: santos, canallas y mediopensionistas. O séase, de todo como en botika.

    ResponderEliminar
  9. Por cierto, Tragi: te había mandado un escrito que venía a ser disculpa o cosa así por mis maneras un tanto desabridas. También daba algunas explicaciones.
    No lo he visto en el blog -ahora tan hiperactivo: quién lo ha visto y quién lo ve; ¿álguien merece una medalla o, por lo menos, una caja de mantecados de Estepa, ¿no?
    Doy por recibido lo mandado.
    Y no te comas el coco con tus ancestros, que en este terruño ha habido muchos verdugos (hasta ese apellido llevan algunos) y unos pocos serafines (conozco a dos).
    B.

    ResponderEliminar
  10. Somos descendientes (hijos, nietos, bisnietos, tataranietos...) de muchísima gente pero sobre todo somos hijos de doña Casualidad.

    ResponderEliminar
  11. Parientes con u, tómalos tú.

    ResponderEliminar
  12. Quien bien quiere a Beltrán, bien quiere a su can.

    ResponderEliminar

  13. El sabio forastero siempre parece mejor que el que vive al lado.

    (proverbio hindú)

    ResponderEliminar
  14. Goya no viaja
    en tren. Tampoco tú
    en diligencia.

    (CUQUI COVALEDA)

    ResponderEliminar

  15. La estupidez nunca se da por vencida. La estupidez insiste.

    (CAMUS)

    ResponderEliminar
  16. Edgar Allan Poe sostenía que todo cuento debe escribirse para el último párrafo o acaso para la última línea. Esta exigencia puede ser una exageración, pero es la exageración o simplificación de un hecho indudable.

    (BORGES)

    ResponderEliminar
  17. En dónde está el que con su amor me envuelva?
    Ha de traer su gran verdad sabida...
    Hielo y más hielo recogí en la vida:
    Yo necesito un sol que me disuelva.

    (ALFONSINA STORNI)

    ResponderEliminar

  18. Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. Las preguntas son éstas: ¿quién eres?, ¿qué has querido de verdad?, ¿qué has sabido de verdad?, ¿a qué has sido fiel o infiel?... ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía?... Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.

    (SÁNDOR MÁRAI)

    ResponderEliminar

¿Te gustó el poema seleccionado? ¿Crees que merece estar en zUmO dE pOeSíA?

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.