lunes, 4 de abril de 2011

En esa blancura (por Roberto Bolaño)

En esa blancura en la que nos reuniremos finalmente
¿qué aullidos,
qué silencio,
qué permutaciones nos aguardan
cuando hayamos atravesado todo lo que hay que atravesar,
cuando nos hayamos despojado de todo?

14 comentarios:

  1. Qué blancos son los huesos del osario...
    Qué blancas las larvas de las moscas.
    Qué blancos los jirones del
    sudario.
    Pero todos mudos como muertos:
    ni rastro de gritos ni susurros
    atrabiliarios.

    Total pa qué...

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  2. Llevas razón, Necro, y nunca se me había ocurrido pensar que (por todo lo que dices) la muerte es blanca, y no negra. Yo quiero pensar como Saramago, que ese día me disolveré en la nada. Pero también te digo que, a su modo, la nada puede ser bella. De hecho, yo estuve en la nada hasta 1963 y, la verdad, allí no se estaba mal.

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  3. No tengas prisa, Emily, para volver a la nada. No se me ponga triste ni sentenciosa, mijita, que usted ha llegado resién a esta bola, y está en esa edad donde apabulla el TODO (como pa acogotarse con la nada), y ha de ver aún muchos tsunamis y algún que otro volcán.
    Pues sepa que este bardo viste el luto blanco de sus primos
    abencerrajes, y que el negro lo saca del armario para los saraos
    tales que óperas, bodoques y presentación de cartas credenciales.
    Aquí, al borde de la mar océana, puede más el blanco de las espumas que los azules calmos del mar meridional.
    Blanca espuma, cantiles que invitan a jugar con el destino: un pasito más cerca del borde y...
    ¿Y si me da un repente y me tiro?
    Experiencias estas que ignoran los nacidos en la costa llana, que no ven moverse apenas la marca de la marea, que desconocen el bramido de la galerna que entra por la ventana del invierno y acuna nuestros sueños.
    Toma.

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  4. No, no hay que tener prisa por regresar a la madre Nada. Pero, cuando el cuerpo o la mente no aguanten dignamente, será bueno irse de aquí y caer en brazos de la dulce Nada. Lo triste es no poder, al mismo tiempo, desintegrarse del todo: tener que dejar aquí (para que otros lo gestionen y tramiten) el cadáver, el soporte físico, el recipiente. ¿No crees que sería estupendo partir, evaporarse del todo... llevándose consigo los restos, los despojos?

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  5. Mar de las Sombras5 de abril de 2011, 10:50

    No entiendo a las personas que dicen ser indiferentes a cuál vaya a ser el destino de su carcasa tras la muerte.
    Es cierto que no vamos a ser conscientes de estar muertos, pero ello no quita para que, ahora, en plena vida, proyectemos el pensamiento hacia el futuro..., y pensemos en cosas como esta.
    A mi me horripilan los enterramientos; nada más tétrico que el ruido del cajón de madera al deslizarse por el cemento áspero de un nicho; deprimente ver a un albañil montar en un pispás el tabique de ladrillos que separa a un muerto de los vivos. Pero peor imaginar la corrupción que se adivina en aquel antro. Y años después, cuando la familia quiere "rentabilizar" aquella tumba, ser testigos de cómo vuelven a la luz los míseros despojos de los muertos...Horrible.
    Siempre he sentido fascinación por el fuego. Soy hombre de muchas hogueras en su vida (reales y metafóricas). Yo mismo ardo con frecuencia: de impaciencia, de ira, de pasión, de indignación...
    A veces veo en la tele el magma rojo de los volcanes, esa masa ardiente y espesa que me recuerda la del pan antes de hornearlo. O esas imágenes bellísimas del sol que nos procura el telescopio... Tengo decidido que me incineren cuando llegue el momento, a poder ser después de muerto.
    Como César, como mi padre, cuyas cenizas enterré al pie de un roble, allá en mi Arcadia (¿feliz?).

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  6. Yo también quiero ser incinerada. Es decir, que me cremen (como en las fallas de Valencia). Y, a ser posible, que también me mascleten.

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  7. Mar Ciano (la bisnieta de de Mussolini)5 de abril de 2011, 14:43

    Si puedo echar una mano en lo tuyo ...
    Que me avisen, deja dispuesto.
    La gasolina, de mi parte.
    Paso de mascleteo, tronca.
    Agur.

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  8. Pra mí la muerte no será blanca ni negra, sino transparente.

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  9. Cuando se quieren decir grandes cosas es fácil decir grandes tonterías. Por eso hay quien, queriendo parecer cósmico, se queda en cómico.

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  10. Joder, M. A., qué bueno. El verdadero color de la muerte es transparente.-

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  11. Maldito sea el dinero,
    que con él se compra to
    y un cariño verdadero
    ante el oro se rindió.
    Maldito sea el dinero,
    que con él se compra to.

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  12. Quien no oye consejo no llega a viejo.

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  13. Los amores son como las setas, que no sabe uno si son venenosas hasta que las ha comido y es demasiado tarde.

    (BERNARD)

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  14. Viejo es aquél cuyos recuerdos le pesan más que sus esperanzas.

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