viernes, 25 de mayo de 2018

Y así se entrega a lo fugaz (por Hermann Hesse)


Que lo hermoso y lo encantador
sean tan sólo aliento y tormenta,
que lo delicioso, lo maravilloso
y lo propicio no duren:
que las nubes, flores, pompas de jabón,
que los fuegos artificiales y las risas de los niños,
la mirada de una mujer en el espejo
y tantas cosas tan prodigiosas
desaparezcan, apenas descubiertas,
que duren no más que un instante:
¡ah, eso lo sabemos con tristeza!
Lo duradero e inmóvil
no nos parece tan valioso:
piedras preciosas de fuego gélido,
pesada barra de oro reluciente;
las mismísimas estrellas,
que permanecen alejadas y extrañas, no nos resultan
semejantes a nosotros, seres transitorios:
no llegan a lo más profundo del alma.
Es como si lo hermoso y lo amable tendiera a la destrucción,
cerca siempre de la muerte,
y que lo más valioso, las notas musicales
que desde el nacimiento
corren y se extinguen,
son nada más que ligero aliento, torrentes, huida.
Y dolorosamente derribados por un leve soplo,
no permanecen más que el tiempo
que dura un latido;
sonido tras sonido, casi apenas entonados,
manan y se esfuman.

Y así se entrega a lo fugaz
lealmente nuestro corazón,
a la vida, a lo que surge de continuo,
y no a lo que, rígido, dura.
Muy pronto lo que permanece nos fatiga,
joyas, rocas y el cielo estrellado,
a nosotros, errantes del eterno cambio,
almas y pompas de jabón,

al tiempo unidos, y fugaces,
a quienes el rocío de una hoja rosa,
a quienes el cortejo de unas aves,
la muerte de las nubes,
el brillo de la nieve, el arco iris,
la mariposa voladora;
nosotros, a quienes el roce del sonido
de una risa fugaz
nos parece una fiesta
o nos causa dolor.
Amamos cuanto nos es semejante, y entendemos
lo que el viento escribe sobre la arena.


4 comentarios:


  1. Belleza y eternidad se repelen entre sí. Sólo lo efímero es bello, y todo lo bello es efímero.

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  2. A veces ocurre que, cuando el rosal silvestre florece, la maraña de espinas secas se cubre de milagros rosados. Me ocurrió hasta a mí...



    (EDITH SÖDERGRAN)

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  3. Las personas que han significado realmente algo en nuestra vida podemos contarlas con los dedos de una mano, y muy a menudo esa mano se rebela contra la perversión que consiste en creer que tenemos que recurrir a toda una mano para contar a esas personas, cuando, si somos sinceros, podríamos arreglárnoslas sin un solo dedo.



    (BERNHARD)

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  4. Llorando me expulsó del paraíso.
    En la tarde herrumbrosa peinó mis cabellos
    me cubrió con su manto
    y puso sandalias en mis pies.
    De la mano me llevó a las puertas
    del paraíso
    y me dio un largo abrazo.
    Y ya al final, de manera repentina
    y con un brillo de fuego en la mirada
    se me acercó al oído
    y me preguntó
    casi me suplicó que le dijera
    qué sabor tenía
    la manzana.

    (ANA ILCE GÓMEZ)

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