jueves, 6 de agosto de 2020

Intercambiamos un saludo (por Hagar Peeters)


Anoche me crucé con mis padres,
dos pálidas figuras inclinadas
una hacia otra bajo la blanca luz de un farol.
A juzgar por su alegría yo no había nacido
aún. Ambos eran jóvenes y muy enamorados.
A mí me dio mucha tristeza
porque yo sabía el curso que iban a tomar las cosas.
Ella se moría de risa por algo que él le susurró.
Él se reía a carcajadas como suele hacerlo todavía.
Intercambiamos un saludo cortés
y después nos fuimos cada uno por su lado.
“Un momento -les dije a distancia-,
seguramente nos vamos a reencontrar dentro de un tiempo”.
Ellos, tomados del brazo, doblaron en silencio la esquina.



4 comentarios:

  1. Incluso despues de morir, una madre o un padre siguen para sus hijos ejerciendo de padre, de madre.

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  2. Mi hijo

    casi nunca

    me llama papá.

    Casi nunca.

    Él sabe

    que a los papás

    les gusta el fútbol,

    tomar copas con los amigotes

    y quedarse en la cama

    hasta tarde

    los domingos.

    Sabe que los papás,

    en general,

    no llevan el cuerpo

    infectado de tinta

    ni tienen la música puesta

    a un volumen molesto

    todo el santo día.

    Sabe que los papás

    bautizan a sus hijos

    y más tarde

    les preparan

    primeras comuniones,

    sin dejarles muy claro

    todo el asunto de Dios, el infierno

    y la Santísima Trinidad.

    Mi hijo piensa

    que los papás son serios,

    intransigentes

    y que,

    la mayoría de las veces,

    están tristes.

    Él ha visto

    como los papás

    castigan,

    enderezan,

    adoctrinan,

    aconsejan.

    Hijo mío,

    no sabes lo que me gusta que,

    para ti,

    yo no sea papá

    y que tan sólo

    sea

    el Kutxi.

    (KUTXI ROMERO)

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  3. Cuando los insectos de junio hacían círculos
    alrededor de la luz de arco de la esquina
    y proyectaban sombras en la calle;
    cuando deambulabas con los pies descalzos
    una noche oscura y cálida de junio
    por donde el rocío de la hierba fresca bañaba tus pies.
    Cuando oíste el punteo del banjo
    en el porche del otro lado de la calle,
    y percibiste la fragancia de las lilas del parque
    había algo que forcejeaba en tu interior
    que no podías expresar con palabras.
    Estabas realmente viviendo poesía a oscuras.

    (HEMINGWAY)

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