zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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lunes, 31 de enero de 2011

Opiario (por Fernando Pessoa)

Antes del opio mi alma está doliente.
Sentir la vida anima y debilita
y yo busco en el opio que consuela
un Oriente al oriente del Oriente.
Esta vida de a bordo ha de matarme.
Son días sólo de fiebre en la cabeza
y, por mucho que busque hasta enfermar,
no encuentro molde al que adaptarme.
En paradoja e incompetencia astral
vivo en surcos de oro mi vida,
ola donde el decoro es recaída,
los propios gozos, ganglios de mi mal.
Y por un mecanismo de desastres,
engranaje con rodamientos falsos,
camino entre visiones de cadalsos
en un jardín en el aire pero con flores.
Me voy tambaleando entre la labor
de una vida interior de encaje y laca.
Siento que tengo en casa la navaja
con que fue degollado el Precursor.
Ando arrastrando en la maleta un crimen
que cometió un abuelo mío por exigente.
Tengo los nervios de punta, de veinte en veinte,
y caí en el opio como en una zanja.
Al toque de morfina adormecido
me pierdo en transparecias palpitantes
y en una noche llena de brillantes
se levanta la luna como mi destino.
Mal estudiante siempre fui, y ahora
no hago más que ver partir la nave
por el Canal de Suez y conducir
mi vida de alcanfor en la aurora.
Perdí días que antaño aprovechara.
trabajé para tener sólo el cansancio
que es hoy en mí una especie de brazo
que en el cuello me oprime y me ampara.
Y fui niño, como todo el mundo.
Nací en una provincia portuguesa
y ya he conocido gente inglesa
que dice que sé inglés perfectamente.
Me agradaba tener poemas y novelas
publicadas por Plon y en el Mercure.
Mas imposible es que esta vida dure.
¡Si en este viaje ni hubo temporales!
La vida a bordo es una cosa triste,
aunque la gente se divierta a veces.
Hablo con alemanes, suecos e ingleses
pero mi pena de vivir persiste.
Creo que no vale la pena haber
ido al Oriente y visto la India y China.
La tierra es parecida y muy pequeña
y hay sólo una manera de vivir.
Por eso tomo opio. Es un remedio.
Soy un convaleciente del Momento.
Vivo en la planta baja del pensamiento
y ver pasar la vida me da tedio.
Fumo. Me canso. ¡Ah, una tierra, al fin,
en donde muy al este no fuese el oeste ya!
¿Para qué fui a visitar la India que hay
si no existe la India, sino el alma en mí?
Soy desgraciado por mi beneficio.
Los gitanos me robaron la Suerte.
Quizá no encuentre, ni junto a la muerte
un lugar que me abrigue de mi frío.
Fingí haber estudiado ingeniería.
Viví en Escocia. Visité Irlanda.
Mi corazón es una abuelita que anda
limosneando a las puertas de la Alegría.
¡No llegues a Port-Said, nave de hierro!
Vira hacia la derecha, no sé adónde.
Paso los días en el smoking-room con el conde
un escroc francés, conde de fin de entierro.
Vuelvo descontento a Europa, y con suerte
de poder ser un poeta quimérico.
Soy monárquico, pero no católico
y me agradaba ser alguna cosa fuerte.
Me gustaba tener creencias y dinero,
ser varia gente insípida que vi.
Hoy, después de todo, no soy sino, aquí,
en un navío cualquiera, un pasajero.
No tengo ninguna personalidad.
Más notable que yo es ese criado
de a bordo, con bello estilo alzado,
de lord escocés hace días en ayuno.
No puedo estar en ninguna parte. Mía
es la patria donde no estoy. Ando enfermo y flaco.
El comisario de a bordo es un bellaco.
Me vio con la sueca... y el resto lo adivina.
Un día montó un alboroto a bordo
sólo para que los demás hablen de mí.
No puedo con la vida y creo desastrosas
las iras con que a veces me desbordo.
Paso el día fumando, bebiendo cosas,
drogas americanas que entontecen,
¡y yo tan bebido ya sin nada! Si diesen
un mejor cerebro a mis nervios como rosas.
Escribo estas líneas. ¡Parece imposible
que, teniendo talento, apenas lo sienta!
El hecho es que esta vida es una casa
donde se aburre hasta un alma sensible.
Los ingleses están hechos para existir.
No hay más gente como ésta, tan presta
a la Tranquilidad. La gente echa
un centavo y les sirve para sonreír.
Pertenezco a un género de portugueses
que tras haber descubierto la India
están sin trabajo. La muerte es algo cierto.
He pensado en esto muchas veces.
¡Al diablo con la vida, la gente que la tenga!
Ni leo mi libro de cabecera.
Me fastidia el Oriente. Es una alfombra
que al enrollarse deja de ser bella.
Caigo en el opio por fuerza. Pero querer
que ponga en claro una vida de éstas
no se puede exigir. Almas honestas
con horas de dormir y de comer,
¡que un rayo las parta! Y esto, al fin, es envidia,
porque estos nervios son mi misma muerte.
¡No haber un navío que me transporte
donde no quiera nada que no vea!
¡Ah! Me cansaba de este mismo modo.
Quería un opio más fuerte para ir de allí
hacia sueños que diesen cuenta de mí
y rogasen conmigo en algún lodo.
¡Fiebre! Si esto que tengo no es fiebre,
no sé cómo es que se tiene fiebre y se siente.
El hecho esencial es que estoy convaleciente.
Esta carrera, amigos, está libre.
Veo la noche. Tocó ya la primera
corneta para vestirse e ir a cenar
¡Vida social como meta! ¡Eso, andar
hasta que la gente salga cogida del cuello!
Porque esto acaba mal y ha de haber,
¡ah!, sangre y un revólver para el fin
de este desasosiego que hay en mí
y que no hay otra forma de resolver.
Quien me mire me encontrará banal,
a mi vida y a mí... ¡Anda! un muchacho...
mi propio monóculo ya me ha hecho
pertenecer a un tipo universal.
¡Ah, cuánta alma habrá, que ande metida
así como yo en lo Recto, y como yo sea mística!
¿Cuántos con la chaqueta característica
no tendrán, como yo, horror a la vida?
¡Si al menos fuese por fuera tan
interesante como lo soy por dentro!
Voy en el Maelstrom, cada vez más al centro.
y no hacer nada es mi perdición.
Un inútil. ¡Pero es tan justo serlo!
¡Si se pudiera despreciar a los otros
y, todavía, con los codos rotos,
ser un héroe, loco, maldito o bello!
Me asaltan ganas de acercar las manos
a la boca y morder a fondo haciéndome daño.
sería una ocupación original
y distraería a los otros, los tan sanos.
El absurdo, como flor de la India, como
no llegué a encontrar en la India, nace
en mi cerebro harto de cansarse.
Dios cambie mi vida o la vuelva letal.
Déjenme estar aquí, en esta silla
hasta que vengan a meterme en el cajón.
Nací para mandarín de condición,
pero me falta sosiego, suelo y esterilla.
¡Ah, qué bueno sería ir de aquí en caída
hacia la tumba por una trampa de estruendo!
La vida me sabe a tabaco rubio.
Nunca hice más que pasar la vida fumando.
Y al final lo que quiero es fe, es calma,
y no tener esas sensaciones confusas.
¡Que Dios acabe con esto! Abra las esclusas
y ¡basta de comedias en mi alma!

domingo, 30 de enero de 2011

¿Quién fui? (por Antonio Gamoneda)

Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué
fue existir entre cuerdas y olvidos?
¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?

Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño:
todavía el amor
habita en el olvido.

sábado, 29 de enero de 2011

Y también viceversa (por Mario Benedetti)

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

viernes, 28 de enero de 2011

Durante cuánto tiempo nos engañaron (por Walt Whitman)

Trasmutamos ahora,
nos apresuramos a huir
como huye la
naturaleza,
Somos la naturaleza,
durante mucho tiempo estuvimos lejos.
Pero ahora volvemos,
nos convertimos en plantas,
en troncos, en follaje,
raíces y cortezas.

Estamos asentados en la tierra,
somos peñascos,
pastamos,
somos dos en medio de la hacienda bravía,
tan espontáneos como los otros.

Somos dos peces que nadan juntos en el mar,
somos lo que son las flores del algarrobo,
derramamos fragancia
en los caminos de la mañana y de la tarde.

Somos también lo sucio de las bestias,
de las plantas, de los minerales.

Somos dos aves de rapiña,
nos elevamos en el aire y miramos la tierra.

Somos dos soles que deslumbran,
somos nosotros dos los que giramos,
cósmicos y estelares,
somos como dos cometas.

Merodeamos, cuadrúpedos y feroces, por la espesura,
y saltamos sobre la presa.

Somos dos nubes que se desplazan en lo alto
cuando amanece o atardece.

Somos dos mares que se unen,
somos esas olas felices que se revuelcan
y se juntan, mojándose.

Somos lo que es la atmósfera,
transparentes, hospitalarios,
permeables, impermeables.

Somos nieve, lluvia, frío, tinieblas,
somos lo que el planeta engendra y protege.

Hemos descrito círculos hasta volver los dos al hogar,
hemos renunciado a todo,
salvo a la libertad y a nuestra alegría.

jueves, 27 de enero de 2011

1 de enero de 1965 (por Joseph Brodsky)

Los Reyes Magos olvidarán tu dirección.
No habrá estrellas sobre tu cabeza.
Acaso sólo el ronco bramido del viento
escuches como en otros tiempos.
A tus hombros cansados les quitarás la sombra,
cuando apagues la vela, antes de acostarte,
pues el calendario nos promete
más días que velas.

¿Qué es esto? ¿Tristeza? Tal vez sea tristeza.
Una canción que te sabes de memoria.
Que se repite. Pues que se repita.
Que se repita desde ahora.
Que suene también a la hora de la muerte,
como gratitud de labios y ojos,
hacia lo que, a veces, nos obliga
a perder la mirada en la lejanía.

Y mirando en silencio al techo,
porque el calcetín, claro, está vacío,
comprenderás que la avaricia sólo es garantía
de que eres demasiado viejo.
De que ya es tarde para creer en milagros.
Y lanzando tu mirada al cielo,
sentirás de repente que tú mismo
eres un regalo sincero.

miércoles, 26 de enero de 2011

Perros del perro (por José Saramago)

Este mundo no sirve, que venga otro.
Ya hace mucho que andamos por aquí
fingiendo razones suficientes.
Seamos perros del perro: que bien sabemos
morder a los más débiles, si mandamos,
y lamer manos si dependemos de otros.

martes, 25 de enero de 2011

¿También allí? (por Saiz de Marco)

Además de tu sede oficial en la Tierra
(el sitio donde llevas tanto tiempo asentado)
¿tienes, Dolor, abiertas
sucursales
ahí fuera?

En vecinas galaxias,
en otras dimensiones o en otros universos,
¿estás, Dolor, presente?

¿Tienes también allí
domicilios estables
o te conformas sólo con tu casa en la Tierra?

lunes, 24 de enero de 2011

Esa ráfaga (por Jorge Luis Borges)

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

domingo, 23 de enero de 2011

Cuidado con los que saben (por Charles Bukowski)

Cuidado con los que saben
Hay suficiente traición y odio, violencia,
necedad en el ser humano corriente
como para abastecer cualquier ejército o cualquier
jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son -al final- aquellos que
predican
paz.
Aquellos que hablan de Dios
necesitan a Dios.
Aquellos que predican paz
no tienen paz.
Aquellos que predican amor
no tienen amor.
Cuidado con los predicadores,
cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que están siempre
leyendo libros.
Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que no conocen.
Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes;
no son nada solos.
Cuidado con
el hombre corriente,
con la mujer corriente.
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar,
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad,
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.
Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente,
como una navaja,
como una montaña,
como un tigre,
como cicuta.
Su mejor
arte.

sábado, 22 de enero de 2011

Cerrar los ojos (por Mario Benedetti)

Cerremos estos ojos para entrar al misterio
el que acude con gozos y desdichas
así
en esta noche provocada
crearemos por fin nuestras propias estrellas
y nuestra hermosa colección de sueños
el pobre mundo seguirá rodando
lejos de nuestros párpados caídos
habrá hurtos abusos fechorías
o sea el espantoso ritmo de las cosas
allá en la calle seguirán los mismos
escaparates de las tentaciones
ah pero nuestros ojos tapados piensan sienten
lo que no pensaron ni sintieron antes
si pasado mañana los abrimos
el corazón acaso se encabrite
así hasta que los párpados
se nos caigan de nuevo
y volvamos al pacto de lo oscuro

viernes, 21 de enero de 2011

Cuarentena (por Luis García Montero)

Con qué ferocidad y a qué hora importuna
salen tus veinte años de la fotografía
para exigirme cuentas.
En los ojos heridos por la luz
sostienes la mirada de mis sobras,
en el descaro de tus profecías
desdeñas la lealtad de mis recuerdos,
en la piel transparente
anegas el cansancio de mi piel
y defines mis años por traiciones.

No escandalices más,
hablemos si tú quieres,
elige tú las armas y el paisaje
de la conversación,
y espera a que se vayan
los invitados a la cena fría
de mis cuarenta años.
Por evaporaciones,
como las aguas sucias de los charcos
se acercan a las nubes,
caminaré contigo
hasta la plaza de tu juventud.
Allí están los magníficos
árboles de las ciencias y las letras
con sus palabras en el mes de mayo,
y el orden de los números
a la orilla del tiempo,
más cerca de las sumas que de las divisiones.

Imagino tu voz, supongo el aire
-porque a veces regresa hasta mis labios
en noches de espesura-
con el que afirmarás
que toda libertad es una roca,
que no faltan el viento y las razones,
sino la voluntad en el timón,
para gritar después que mi conciencia
es ya ropa tendida,
palabras puestas a secar.

Tendrás razón. No digo
ni la mitad de lo que siento.
Pero recuerda que mi soledad,
la que arde en mi lámpara de desaparecido,
es el silencio de las causas públicas.
Y puedes comprenderme:
mis mujeres dormidas,
el cajón de los barcos indefensos,
un teléfono antiguo...,
todas las tachaduras se parecen
a la inquietud que sufres
ante la vida en blanco.

Ya que fuerzas mis sombras con tu luz
comprende mi silencio en tus exclamaciones.
Porque sabes que sé
el lado frágil de la impertinencia,
lo que hay de imitación en tu seguridad,
la certeza que llega de los otros
para empujarte
por el afán de ser el elegido,
por el deseo de gustar,
hasta vivir de oídas en muchas ocasiones.

Aceptaré las quejas, si tú me reconoces
la legitimidad de la impostura.

Ahora que necesito
meditar lo que creo
en busca de un destino soportable,
me acerco a ti,
porque sabías meditar tus dudas.
Cuando tengas la edad que se avecina,
admitirás el tiempo de los encajadores,
la piel gastada y resistente,
el tono bajo de la voz
y el corazón cansado de elegir
sombras de pie o luz arrodillada.

Después de lo que he visto y lo que tú verás,
no es un mal resultado, te lo juro.
Baja conmigo al día,
ven hasta los paisajes verdaderos
en los que discutimos,
y me agradecerás
la difícil tarea de tu supervivencia.

jueves, 20 de enero de 2011

El cielo está aquí (por Michael Jackson)

Tú y yo nunca estaremos separados
Es solo una ilusión
forjada por las mágicas lentes de la percepción
Solo existe una integridad
un pensamiento
Somos como los rizos
en el vasto océano de la conciencia

Ven, vamos a bailar
el baile de la creación
Vamos a celebrar
la alegría de la vida
Los pájaros, las abejas
las galaxias infinitas
ríos, montañas, nubes y valles
son todo un ejemplo palpitante
viviendo, respirando
vivos con la energía cósmica
Lleno de vida, de alegría
este universo es mío

No tengo miedo
de conocer quién eres tú
Eres mucho más de lo que jamás imaginaste.
Eres el sol
eres la luna
eres la flor silvestre floreciendo
eres la vida pulsante
que late, baila
desde una partícula de polvo
hasta la más lejana estrella

Tú y yo nunca estaremos separados
es tan solo una ilusión
forjada por las mágicas lentes de la percepción

Vamos a celebrar
la alegría de la vida
Vamos a bailar
el baile de la creación
regresando a nosotros mismos
Nosotros creamos una y otra vez
círculos infinitos que vienen y van
Nosotros gozamos
en la infinidad del tiempo.
Nunca hubo un tiempo
en que yo no existiera y tú no existieras
Nunca habrá un tiempo
en que dejemos de ser
Infinitamente, ilimitadamente
en el océano de la conciencia
somos como rizos
en el mar del gozo

Tú y yo nunca estaremos separados
es tan solo una ilusión
forjada por las mágicas lentes de la percepción
El cielo está aquí
ahora es el momento de la eternidad
No te engañes a ti mismo
recobra tu felicidad
Una vez estuviste perdido
pero ahora estás en casa
en un universo vecinal
De aquí para allá
es el ilimitado océano de la conciencia
y nosotros somos como rizos
en el océano de la felicidad

Ven vamos a bailar
el baile de la creación
Vamos a celebrar
la alegría de la vida
Tú y yo nunca estaremos separados
es tan solo una ilusión
forjada por las mágicas lentes de la percepción
El cielo está aquí
ahora es el momento de la eternidad
No te engañes a ti mismo
y recobra tu gozo

miércoles, 19 de enero de 2011

Ahora que ya tus ojos son como sal (por Camilo José Cela)

Ahora que ya tus ojos son como sal, y fértil
tu inmensa boca es un volcán difunto.

Ahora que ya los lobos y las piedras,
tus vestidos pegados cual olvidadas vendas

y este atroz mineral que extraje de tu pecho,
son reliquias tan ciertas como antiguos abrazos.

Ahora que tus axilas pueblan de olor el mundo
donde yo con mi piel de viudo te presiento.

Ahora que tus zapatos, tus sostenes, tu lápiz de labios,
no me dan más que frío al encontrarlos.

Ahora que ya no puedo dormir donde has dormido
porque mis ojos lloran azufre y yodo ardiendo.

Ahora que ya no puedo ver tu talla desnuda
porque alambres al rojo se clavan en mi sexo.

Ahora que los domingos salgo sin rumbo, inmóvil.
y que tranvías, yeguas, las moradas mujeres ni el consuelo,
han de torcer mi ruta de novio eternamente.

Ahora que ya conozco lo bastante a los hombres,
para que no me fíe ni de mi pena misma.

Ahora que los difuntos, en montones austeros,
son incapaces de hacerme verter lágrimas
porque mis ojos son de cristal y aluminio.

Ahora que ya me olvido de qué es dormir tranquilo,
e imbéciles amigos pueblan mi soledad de compasiones que no quiero.

Ahora que mis dos manos son totalmente inútiles
porque en clavos con óxido sólo encuentran tu cuerpo.

Ahora que ya mi boca pudiera cerrarse eternamente,
porque tus salobres ingles, tus sustanciosos huesos,
ya ni me pertenecen.

Ahora que ni cuchillos, ni pistolas, ni ojos envenenados,
me hacen temblar de miedo, porque un solo veneno
es quien late en mis pulsos.

martes, 18 de enero de 2011

¿Adónde llegarán esas piernecitas? (por Wislawa Szymborska)

¿Quién es ese rorro en pañales?
¡Vaya, es Adolfito, el hijo de los señores Hitler!
¿Llegará a ser doctor en derecho?
¿Tenor de la ópera de Viena?
¿De quién es esa manita?, ¿y esa orejona?, ¿y el ojito y la naricilla?
De quién es la pancita llena de leche aún no se sabe:
¿de un impresor, un médico, un comerciante o un cura?
¿Adónde llegarán esas piernecitas tan graciosas, adónde?
¿Al jardín, a la escuela, a la oficina, al matrimonio
quizá con la hija del alcalde?
Nene, angelito, rey de la casa, solete,
cuando vino al mundo hace ahora un año
no faltaron señales en la tierra y en el cielo:
sol primaveral, geranios en las ventanas,
música de organillo en el patio de casa,
un buen augurio envuelto en papel rosado,
el sueño profético de la madre antes del parto:
ver una paloma en sueños -albricias cogerla
con la mano-, el huésped tan esperado esta al llegar.
Tac, tac, ¿quién es?, el corazón de Adolfito palpita.
Babero, chupete, pañal, sonajero,
el crío, gracias a Dios y toquemos madera,
está sano, un gatito en su cestita, se parece a sus padres
y a los niños de todos los álbumes familiares.
No, ahora nada de berrinches, ¿eh?,
debajo de esta tela negra el fotógrafo hará ¡clic!
Estudio Klinger, Grabenstrasse Braunen,
y Braunen es un pueblo pequeño pero digno,
establecimientos de confianza, bonachones vecinos,
olor a bizcocho y a jabón de saín.
No se oye aullar a los perros ni los pasos del destino.
El profesor de historia se afloja el cuello
y bosteza sobre los cuadernos.

lunes, 17 de enero de 2011

Y una de ellas es la tuya (por Carol Ann Duffy)

Imagina vivir veinte años en una extraña, lúgubre ciudad.
Hay algunas viviendas miserables en la zona oriental
y una de ellas es tuya. En el rellano, escuchas
el eco de tu acento extranjero doblar las escaleras. Piensas
en un idioma propio y hablas en el de ellos.
Luego escribes a casa. La voz en tu cabeza
recita cada frase en un habla nativa;
detrás está el sonido de tu madre al cantar,
hace ya tantos años, y entonces te preguntas
por qué lloran tus ojos, y cuál es la palabra para esto.
Tomas el autobús. Trabajas. Duermes. Imagina que has visto,
pintado con spray rojo en un muro de ladrillo,
el nombre que te dieron. Un nombre para el odio. Rojo como la sangre.
Nieva en las calles, bajo las luces de neón,
como si este lugar se cayera a pedazos ante tus ojos.
Y en la tienda de comestibles, a veces, las monedas
que sostienes no logran traducirse. Sin habla,
porque no estás en casa, señalas la fruta. Imagina
que uno de vosotros dice Yo no saber qué quieren decir ellos.
Es como que sólo duermen y sueñan. Imagínalo.

domingo, 16 de enero de 2011

Y envejecen con cierta elegancia (por Uberto Stabile)

los chicos rebeldes se han vuelto tiernos con la edad
se emocionan leyendo poemas,
circulan lento frente a los escaparates del pasado
han abandonado el gusto por las citas
y envejecen con cierta elegancia,
a sus novias ya no les dicen tía
les llaman corazón,
han aprendido a lavar la ropa, a planchar y a doblar
con cuidado acierto
cada uno de sus errores,
a los chicos rebeldes el amor ya no les quita el sueño
pero no podrían vivir ni un sólo día sin amar,
hacen trampas con el tiempo pero tienen los días contados.
los chicos rebeldes saben que ya no volverán a caminar
sobre ninguno de sus propios pasos
por eso ahora cada caricia es siempre la primera
cada beso el último beso.
ya no persiguen ni se hacen perseguir
son incómodos frente a la ambición
aman las causas perdidas
y nadan contracorriente.
los chicos rebeldes con la edad toman pastillas que no les drogan
drogas que no les matan
y mueren un poquito cada día
sin perder el brillo errático de sus miradas.
los chicos rebeldes han aprendido a despedirse sin decir adiós
se van sin hacer ruido ni dejar rastro
solos
con el mundo dentro.

sábado, 15 de enero de 2011

Hacia las 2.30 de la tarde (por Charles Bukowski)

los perros y los ángeles no andan
muy lejos.
suelo ir a un garito
a comer
hacia las 2.30 de la tarde
porque toda la gente que come
allí está cuerda por completo,
alegre sencillamente de estar viva y
comiendo su comida
cerca de un ventanal
que da la bienvenida al sol
pero no deja que entren los coches
ni las aceras.

cruzando la calle hay un bar topless
chino
que ya está abierto a las 2.30 de
la tarde.
está pintado de un inane e inerme
azul.

se nos permite tomar tanto café
como podamos beber
y todos nos sentamos y bebemos en silencio
el fuerte café negro.

se está bien sentado en algún lugar
público a las 2.30 de la tarde
sin que te arranquen la carne de
los huesos.

nadie nos molesta.
no molestamos a nadie.

los ángeles y los perros no andan
muy lejos
a las 2.30 de la tarde.

tengo mi mesa preferida
junto al ventanal
y después de acabar
apilo los platos, platillos,
la taza, los cubiertos, etc.
pulcramente
en un cómodo montoncito
-mi ofrenda a la
camarera entrada en años-
comida y tiempo
incólumes,
y ese cabrón de sol
ahí fuera
afanándose a base de bien
arriba y
abajo.

viernes, 14 de enero de 2011

Ni siquiera la lluvia (por E. E. Cummings)

En algún lugar al que nunca he viajado,
felizmente más allá de toda experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me rodean
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.

Con solo mirarme, me liberas.
Aunque yo me haya cerrado como un puño,
siempre abres, pétalo tras pétalo, mi ser
como la primavera abre con un toque diestro
y misterioso su primera rosa.

O si deseas cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos muy bella, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por doquier.

Nada que hayamos de percibir en este mundo iguala
la fuerza de tu intensa fragilidad, cuya textura
me somete con el color de sus campos,
retornando a la muerte y la eternidad con cada respiro.

Ignoro tu destreza para cerrar y abrir
pero cierto es que algo me dice
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas...

Nadie, ni siquiera la lluvia tiene unas manos tan pequeñas.

jueves, 13 de enero de 2011

En estos brazos (por Bon Jovi)

Como las rosas necesitan la lluvia
como las estaciones necesitan el cambio
como el poeta necesita la tristeza
yo te necesito
en estos brazos esta noche

miércoles, 12 de enero de 2011

Y sigo llamando (por Mark Strand)

Mi hijo
mi único hijo
el que no tuve
sería ya un hombre.
Descarnado y sin nombre
se mueve
en el viento.
A veces
viene
y reclina su cabeza
más liviana que el aire
sobre mi hombro
y yo le pregunto,
Hijo,
¿dónde te encuentras,
dónde te ocultas?
Y él me responde
con un hálito frío,
No lo advertías
aunque llamé
y llamé
y sigo llamando
desde un lugar
lejano,
más allá del amor,
donde nada,
todo,
quiere nacer.

martes, 11 de enero de 2011

En trémulo seguir (por Fernando Pessoa)

Soñar un sueño es perder otro. Entristecido
contemplo el puente pesado y en calma…
cada sueño es un existir de otro sueño.
¡Oh, alma mía, eterna desterrada en ti misma!
Siento en mi cuerpo más conscientemente
el rodar estremecido del tren. ¿Se para?
Como con un intento intermitente
de mal rodar, se detiene. En una estación, clara
de realidad y gente y movimiento.
Miro afuera… Ceso… Me estanco en mí.
Resoplar de la máquina… Caricia de viento
pero la ventana se abre… Estoy distraído…
Parar…Seguir… Parar… Esto no tiene fin.
¡Oh el horror de la llegada! ¡Horror! ¡Oh nunca
llegar, oh hierro en trémulo seguir!
Al margen del viaje prosigue… Trunca
la realidad, pasa al lado del ir
y por el lado interior de la Hora
huye, usa la eternidad, vive…
Sobrevive el momento. ¡Va!
Suavemente…, suavemente, cada vez más suave y tarda,
entra en la estación… Rechina… Se detiene… ¡Es ahora!
Todo lo que fui en sueños, el otro-yo que tuve
resbala por mi alma… Negro declive
resbala, se hunde, se evapora para siempre
y de mi conciencia un Yo que nunca obtuve
dentro en mí de mí cae.

lunes, 10 de enero de 2011

Al pensar en los viejos errores (por José Luis Piquero)

Ese vértigo-abajo de los días peores
al fin no es más terrible
que ese vértigo-arriba de la infancia
mientras alguien se inclina hacia nosotros
desde torres monstruosas y nos deja
un pellizco de susto en la mejilla.

Acaso tu problema fue quedarte
en aquellas regiones tanto tiempo
y no haber asumido esta estatura;
ser siempre el niño atónito
al que cambiaban sustos y juguetes
por miradas de pasmo y unas gracias.
Apostaría a que fuiste un niño silencioso.

De las mañanas tontas de cafés y sin clase
(hace no muchos años) me han quedado
unas cuantas imágenes sucesivas de ti:
Pelayo en blanco y negro, muy de acuerdo
con lo que ha dicho alguien y está claro.
Pelayo un disparate de voces, consiguiendo
que nos echen. Pelayo
con la mirada fría y en silencio. Por fin,
Pelayo desolado frente al vértigo
de sus peores días, ya inconexo y terrible,
lejos de todos, roto.
Lo confieso:
Casi te aborrecí por habernos dejado
solos, por asumir
ese papel confuso, desgraciado, que hacía
de nosotros inútiles testigos
de tu dolor, figurones sin frase;
y porque nos pusiste
frente a frente con algo que se parece al miedo.
Eras un ser extraño: un pez de charco,
un comedor de tierra, un joker triste
perdido no sé dónde entre los naipes,
y me acuerdo de días
en que te despedí ya para siempre
y ya sin sentir nada.

Vienen luego
las escenas cruentas: Un cristal
que se rompe. Gritos en la escalera.
Alguien que pide un taxi. Una bufanda
empapada de sangre. La negrura
del lobo en una cándida cama del hospital.

No fueron buenos tiempos, quién lo duda.

Pero hoy que, ya de vuelta de esos años,
sano y salvo, te sientas junto a mí,
pido café y charlamos tan a gusto,
e incluso nos reímos al pensar
en los viejos errores, yo quisiera
saber más, comprenderlo.

Preguntarte (quizá porque es preciso
saber que hubo una justificación
para tanto dolor) qué te tentaba
del lado oscuro, si valió la pena
y si aprendiste algo. O si fue sólo
una forma egoísta de salvarte,
o un ajuste de cuentas con la vida
y el ensayo de otra vida imposible.

O simplemente eras como un niño
rompiendo en mil pedazos el espejo,
dando cuerda al reloj de tal manera
que aún le dicen dormido,
sin escuela, y se ríen.

domingo, 9 de enero de 2011

Estás (por Saiz de Marco)

Podrías no estar aquí.
Podrías ser ausencia, oquedad, nada...
y sin embargo estás.
En lugar de tu voz
podría estar el silencio.
En lugar de tus ojos
el aire omnipresente.
En lugar de tus pasos
el ruido de la calle que entra por las rendijas.
En lugar de tu risa
un zumbido lejano, el viento en los postigos, un eco que persiste.
Podrías no estar aquí.
Podrías ser un delirio, una ráfaga, un hálito.
Podrías ser meramente una extraña carencia,
lo que sin faltar falta,
algo que sin saberlo echaría ahora de menos.
Podrías no estar aquí
y sin embargo
estás.

sábado, 8 de enero de 2011

Que he salido (por Alfonsina Storni)

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola; oyes romper los brotes...
Te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.

Pero ellas no me vieron (por Niels Hav)

Me he vuelto a enamorar de cinco mujeres
distintas durante un viaje en el autobús de la ruta 40
de Njalsgade a Osterbro. ¿Cómo va uno a controlar
su vida en esa condiciones?
Una de ellas llevaba un abrigo de piel;
otra, botas rojas. Una leía el periódico; la otra, a Heidegger
y las calles estaban inundadas de lluvia.
En el bulevar Amager subió una princesa empapada,
eufórica y furiosa, y me cautivó totalmente.
Pero se bajó frente a la estación de policía
y su lugar lo tomaron dos reinas con pañoletas fulgurantes
que hablaban con voces estridentes en pakistaní
durante el trayecto al Hospital Municipal
mientras el autobús bullía de poesía.
Eran hermanas e igualmente bellas, por lo que les entregué
mi corazón a las dos y empecé a hacer planes de una nueva vida
en una aldea cerca de Rawalpindi, donde los niños crecen en medio del olor
a hibisco mientras sus madres cantan canciones desgarradoras cuando
la tarde cae sobre las llanuras pakistaníes.

¡Pero ellas no me vieron! Y la que llevaba el abrigo de piel lloraba
con disimulo, cubriéndose con el guante, cuando se bajó en Farimagsgade.
La que leía a Heidegger cerró el libro de súbito y me miró fijamente
con sonrisa burlona, como si acabase de vislumbrar a un Don Nadie
en su mismísima insignificancia. Así se me partió el corazón por quinta vez
cuando se levantó y se fue con las otras. ¡Qué brutal es la vida!
Seguí otras dos paradas antes de darme por vencido.
Siempre termina así: Uno, de pie en la acera, fumando un cigarrillo,
tenso y levemente desdichado.

viernes, 7 de enero de 2011

Cosas (por Jorge Luis Borges)

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada violeta,
monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

jueves, 6 de enero de 2011

Esa extraña isla (por Antonio Porpetta)

Y si un día mi mar amaneciera
con una nueva isla en su regazo,
una isla nacida
del oculto lugar donde los dioses
reposan su pretérito esplendor,
la quietud implacable de su olvido...
Y si fuera una isla nacida en alborozo,
de benigno perfil y tierno territorio,
de playas como lámparas votivas,
titánicos volcanes,
valles ensimismados,
anchos lagos sin fondo,
y en sus selvas atónitas crecieran
el rojo flamboyán, el jacaranda azul,
la umbría de las ceibas, la lujuria
sutil de las orquídeas,
y se oyera un murmullo polícromo de pájaros
arropando en sus vuelos
el libérrimo canto del quetzal...
Y si esa extraña isla decidiera
conocer tierras nuevas, rumbos nuevos,
nuevas constelaciones,
y levando sus anclas de obsidiana,
entre un fragor de nieblas y maizales
por tenebrosos mares
proa pusiera hacia mundos remotos,
hacia horizontes hondos como dudas,
inciertos como augurios,
amplios como el azar...
Y en una latitud inesperada
unos brazos de atlante
enamoradamente la acogieran,
y pacíficas aguas la bañaran
ofreciéndola al sol y a la benevolencia
de otros dioses ignotos y lejanos,
y allí quedara para siempre, y fuera
poblada de hombres puros,
gentes de piel oscura, voz humilde,
negros ojos, limpio y alto mirar,
y con los siglos le nacieran pueblos
de nombres como gemas brilladoras
en los que eterna la esperanza ardiera:
Antigua, Sololá, Quetzaltenango,
Santa Cruz del Quiché...
Y preso en sus orillas, nuestro mar,
con sus islas sembradas de cenizas,
sepulcros de tritones y gorgonas,
harapientos trofeos,
viejas desolaciones,
quedara encadenado a sus leyendas,
con su nostalgia herida,
y con su ausencia a solas...

miércoles, 5 de enero de 2011

El sexto acto (por Wislawa Szymborska)

Para mí, lo esencial de una tragedia es el sexto acto:
el resucitar de los muertos en la batalla del escenario,
el retocar pelucas y vestuario,
el arrancar el puñal del pecho,
el quitar la soga del cuello,
el unirse en fila a los vivos
de cara al público.

Saludos individuales y colectivos:
la mano blanca en el corazón herido,
la reverencia de la suicida,
la inclinación de la cabeza cortada.

Pero lo en verdad solemne es la bajada del telón
y lo que se sigue viendo por una estrecha rendija:
aquí una mano que se precipita hacia una flor,
allá, otra mano recoge la espada caída.
Y sólo entonces una tercera mano, la invisible,
cumple con su cometido:

Me agarra por el cuello.

martes, 4 de enero de 2011

Esos seres distintos (por Rafael Adolfo Téllez)

Una mujer y un hombre que se miran
a fines de 1957,
y en el umbral de una casa con luna
preguntan cómo será mi cara.
Alguien que sorprende en la flor helada del naranjo
su destino.
Quien no ha nacido.
Quien ignora todas las cosas.
El que cruza la plaza de noche
y entre la lluvia encuentra el rostro de sus padres.
Quien conoció una parra, un patio, un aljibe
que son aún su entraña.
Quien amó una calle.
Quien amó a una mujer como a sí mismo.
El que está solo.
El que escribe estos versos.
Soy esos seres distintos y se han ido.

lunes, 3 de enero de 2011

Todos los cuentos (por León Felipe)

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos…
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos…
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos…
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos…
Y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

Luz de un quinquet (por Jon Jonenjur)

Luz de un quinquet
9 pintas, 29 latidos, Gillespie,
madrugada, ganas de hablar.
La generación del 77 íbamos a cambiar el mundo en el fututo
pero los electrodomésticos siguen funcionando en el 2007,
como siempre…
Me pregunto:
Por qué un intermitente puede llevarme a la lágrima, de vasta emoción, por qué siento que me responde, cuando se ilumina su automática luz naranja, y que no estoy solo, que somos dos, objetos comunicándose, que la máquina pretende mi atención, sabiendo antes de que se ilumine sin embargo apenas un segundo antes que así será…
No lo entiendo:
Por qué ladra el borracho a los coches que pasan a su lado.
Es de noche.
Hace frío.
Mientras, la gente ahí afuera insiste, empujando sus pesadas rocas, hacia la pirámide.
En las paredes de mi casa se pudre la luz de ayer por la mañana.
Y yo sigo de pie junto a la ventana, sin tomar ninguna decisión.
Podría quedarme a vivir dentro de esta canción.
A night in Tunisia.
Pienso que:
La oportunidad debe ir acompañada de destreza…
Todos los muebles de casa me observan con rostro de preocupación.
No quiero pensar,
para no atraer su atención, con el ruido de mi cabeza.
Un automóvil ha atropellado al borracho, se apagó el ruido y la furia.
Está muerto, pero no siento lástima.
Tampoco sé qué significa eso realmente, si es salvaje, inhumano o inmoral,
pero es cierto.
Y mientras, la gente ahí afuera no deja de insistir, empujando sus rocas.
Me pregunto:
Debe haber algún motivo por el que todo haya adquirido esta forma,
esta forma de costumbre, en que amanece como una herida sin importancia.
Ya no recuerdo qué clase de paciencia me trajo a este lugar...

domingo, 2 de enero de 2011

Al tú mismo que llega (por Derek Walcott)

El tiempo vendrá
cuando, con gran alegría,
saludarás al tú mismo que llega
a tu puerta, en tu espejo,
y cada uno sonreirá a la bienvenida del otro,
y dirá, siéntate aquí. Come.
Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.
Ofrece vino. Ofrece pan. Devuelve tu amor
a ti mismo, al extraño que te amó
toda tu vida, a quien no has conocido
para conocer a otro corazón, que te conoce de memoria.
Recoge las cartas del escritorio,
las fotografías, las desesperadas líneas,
despega tu imagen del espejo.
Siéntate. Celebra tu vida.

sábado, 1 de enero de 2011

Me dejo llevar (por Mark Strand)

El frente de la casa
de un azul pálido
se yergue ante mí
como un muro de hielo
y el solitario,
distante
aullar de un búho
me llega cercano.
Entrecierro los ojos.
En el oscuro,
fresco jardín
las flores se mueven
de acá para allá
como pequeños globos.
Los árboles solemnes
sepultados por una nube de hojas
parecen dormir profundamente.
Es tarde ya.
Me tiendo en la hierba,
enciendo un cigarrillo,
y en completo reposo
me engaño diciéndome
que el final será también así.
La luz de la luna
cae sobre mi cuerpo.
La brisa
me rodea las muñecas.
Me dejo llevar.
Tiemblo.
Sé que pronto
vendrá el día
para borrar la mancha
blanca de la luna,
y que caminaré bajo el sol de la mañana
invisible
como todos.

Yo sigo atada (por Elena Anníbali)

frente a la casa, antes de que construyeran
los edificios ostentosos
las oficinas asépticas de la calle belgrano
los negocios de chucherías
hubo un baldío
y en el centro
un malacate


íbamos con mauro lesjtch
algunas siestas, a jugar
que éramos caballos ciegos
y dábamos vueltas alrededor
del pozo seco


mauro es un hombre ahora
ha hecho dinero, hijos,
sólo persisten en él
los ojos oscuros
con pestañas de muñeca
yo sigo atada
al hábito de esas tardes
caminando el círculo del pozo
jugando al animal ciego


ahora
la sed es real