zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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miércoles, 28 de febrero de 2018

Ese rumor que avanza (por Jorge Galán)


Diez millones de puertas acaban de cerrarse. Un millón de palabras
se acaban de decir. Un millón. Una sola.
El mundo se mueve, los ríos entran en la garganta de leones y antílopes,
el árbol crece, se reduce el anciano, la sangre se abre paso
a través de una piel joven, hogueras enormes se encienden en el este,
se inclinan los árboles por el peso de la nieve en el norte,
las focas avanzan como astillas que penetran la espalda de las aguas glaciales,
un hombre se arrodilla y utiliza palabras temblorosas
para decir una oración, nadie le escucha, él mismo no comprende lo dicho.
Todo avanza. Los días se repiten como el estribillo de una canción
y lo que cuenta ya ha sido contado antes.
El pasado dio un paso y me alcanzó.
La antigua constelación ha llegado por fin a la pupila del astrónomo.
Y aunque todo lo que partió de mí ha regresado a mí de muchas formas distintas,
nada puede explicarme ese rumor que avanza en lo subterráneo
como una colonia de hormigas que crece a través de lo que devora.
Nadie puede explicarme tampoco este instante más grande
ni puede darle un nombre a esta escena de siluetas que crecen sobre el polvo.
Esta noche la brisa en mi cabello también es un fantasma que me cuenta una historia
que no quiero escuchar: la de esos bellos muertos que también son mis muertos,
las siluetas atrás tiradas como arbustos en la niebla nocturna.
Un millón de ventanas acaban de cerrarse y otro millón de abrirse.
Sobre esta calle larga camino. Nada existe
de lo que me rodea. El mundo es una sombra que envuelve mi cabeza.


martes, 27 de febrero de 2018

Nada nos necesita (por Basilio Sánchez)


Hay días en que es posible
bajar hasta la calle y pasear
por los alrededores de las casas
con la humilde sospecha de que nada
depende de nosotros,
nada nos necesita.
Sintiendo que no tiene la vida que alumbrarse
con la luz incompleta de nuestros pensamientos
o de nuestras palabras para hacerse presente.

Así, esta mañana,
nada de lo que miro me requiere:
ni el polvo desprendido del castaño de Indias
ni el barniz de las flores arrastradas
por el agua de las acequias,
en el amanecer de otro verano
que ha empezado a extenderse
sobre los paredones de los huertos y ya alcanza
las fachadas de piedra
y las desmochaduras de las torres.

Donde acaban las naves, los talleres,
los viejos edificios arrumbados
del barrio de las minas, hay una nube inmóvil
que se apoya en su bastón de cerezo
y una mujer perdida, detrás de una ventana,
en las ocupaciones del vivir.

Entre la nube y ella se reparten,
a la vista de todos, ignorándome,
las cuentas de colores del baúl de la noche
con las que se abre el día.

Cerca ya de un arroyo,
donde afloran los restos de hierro y de madera
de unas vías en desuso,
las flores blanquecinas de la jaras
arrancan los reflejos de las salpicaduras
sin esperar tampoco a que yo pase,
a que llegue hasta ellas.

Hay nidos de cigüeñas en los postes
vencidos de teléfonos, sobre árboles secos.
Cuando atravieso el puente,
unas hojas flotantes me separan
del fondo del riachuelo, del poso de la nieve
de los otros inviernos, que permanece allí,
debajo de estas hojas,
sin estar obligado a la mañana
ni a mi luz imprevista.

Nada me pide nada: ni el vuelo de una abeja
ni el milagro de un árbol acunado
por un aire de lejos.

Ni el cielo de la tapia
ni el despuntar azul de las violetas
junto a los que regresan caminando,
con las manos cogidas,
de otra noche lavada
por el agua de lluvia de las gárgolas
de la ciudad antigua,
que me ha dejado afuera.



lunes, 26 de febrero de 2018

El cómplice (por Jorge Luis Borges)


Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.



domingo, 25 de febrero de 2018

La espina (por Tadeusz Różewicz)


no creo

no creo desde que abro los ojos

hasta cerrarlos

no creo desde una orilla

hasta la otra

de mi vida

no creo

con la misma profundidad

con que mi madre

creía

no creo

al comer pan

al beber agua

al amar un cuerpo

no creo

en sus templos

en sus curas en sus signos

no creo

al pasar por la calle de una ciudad

por el campo

bajo la lluvia en el aire

dentro del resplandor

de la anunciación

leo sus parábolas

rectas como la espiga del trigo

y evoco a un dios

que no sabía reír

pienso

en un dios

pequeño y sangrante

que yace

en los blancos lienzos de la infancia

pienso

en una espina que desgarra

nuestros ojos nuestras bocas

ahora

y en la hora de la muerte



sábado, 24 de febrero de 2018

Mi soledad amiga (por José Ángel Valente)


Ah soledad,
mi vieja y sola compañera,
salud.
Escúchame tú ahora
cuando el amor
como por negra magia de la mano izquierda
cayó desde su cielo,
cada vez más radiante, igual que lluvia
de pájaros quemados, apaleado hasta el quebranto, y quebrantaron
al fin todos sus huesos,
por una diosa adversa y amarilla
y tú, oh alma,
considera o medita cuántas veces
hemos pecado en vano contra nadie
y una vez más aquí fuimos juzgados,
una vez más, oh dios, en el banquillo
de la infidelidad y las irreverencias.
Así pues, considera,
considérate, oh alma,
para que un día seas perdonada,
mientras ahora escuchas impasible
o desasida al cabo
de tu mortal miseria
la caída infinita
de la sonata opus
ciento veintiséis
de Mozart
que apaga en tan insólita
suspensión de los tiempos
la sucesiva imagen de tu culpa.
Ah soledad,
mi soledad amiga, lávame,
como a quien nace, en tus aguas australes
y pueda yo encontrarte,
descender de tu mano,
bajar en esta noche,
en esta noche séptuple del llanto,
los mismos siete círculos que guardan
en el centro del aire
tu recinto sellado.



viernes, 23 de febrero de 2018

De quién es la firma (por Adrienne Rich)


Las nubes y las estrellas no libraron esta guerra
los arroyos no informaron a nadie
si las montañas arrojaron piedras de fuego al río
fue sin tomar partido
la gota de agua que se balanceaba levemente bajo la hoja
no tenía opinión política

y si aquí o allí una casa
se inundó de aguas residuales
o envenenó a los que allí vivían
con lentas humaredas, durante años
las casas no estuvieron en guerra
ni los edificios tapiados

quisieron negar cobijo
a las ancianas sin techo o a los niños vagabundos
no siguieron la política de hacerlos errar
o morir, no, las ciudades no fueron el problema
los puentes no eran partidistas
las autopistas ardieron, pero no con odio

Incluso los kilómetros de alambrada
tendida que oprimía los barracones temporales
diseñados para mantener a los indeseables
a distancia segura, fuera de la vista
incluso los tablones que tuvieron que absorber
año tras año, tantos sonidos humanos

tanta profundidad de vómito, lágrimas
sangre que calaba lentamente
no se ofrecieron a esto
Los árboles no se prestaron a que los cortaran en tablones
ni las espinas a desgarrar carne
Mira a tu alrededor

y pregunta de quién es la firma
impresa en las órdenes, trazada
en la esquina de los planos de construcción
Pregunta dónde estaban los analfabetos, las mujeres
barrigonas, los borrachos y los locos,
aquéllos a los que temes más que a nada: pregunta dónde estabas tú.



jueves, 22 de febrero de 2018

Sin ti (por Julio Cortázar)


Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.
Esto creo entenderlo, pero me engaño:
hará falta la escarcha del dintel
para que el guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor, los manteles de leche, y el aroma
del pan que pasa su morena mano por la hendija.


Tan lejos ya de ti
como un ojo del otro,
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca.



miércoles, 21 de febrero de 2018

El puente de hierro (por Billy Collins)


Me encuentro de pie en un abandonado puente de hierro
construido en 1902
según reza la placa de metal atornillada a la viga,
la fecha en que mi madre cumplió un año de edad.
Imagínate: una madre en su infancia,
y era una niña canadiense en aquella época,
una de las niñas más admirables de la provincia de Ontario.

Pero yo estoy aquí inclinado sobre el oxidado antepecho
mirando el agua que corre debajo,
que está en calma y refleja la mañana,
el cielo azul entreverado con nubes densas,
y cuanto más veo el agua,
que es como una imagen que habla,
más pienso en 1902,
cuando los obreros, en camisetas y gorras
remachaban este puente de hierro
por un estrecho canal que entronca en dos lagos
donde las flores silvestres se dispersan a lo largo de las orillas
y un par de cisnes vaga por los frondosos cuévanos.

1902: mi madre era tan diminuta
que cabía en uno de aquellos canastos ovales
para cargar manzanas,
que su madre cubría con un delgado paño
y colocaba en la mesa de la cocina
para no perder de vista a la pequeña Katherine
mientras, a restregones, limpiaba patatas o desvainaba ejotes,
como yo, que no pierdo de vista al cormorán
que acaba de romper la vidriosa superficie
y se aleja del puente y de mí,
haciendo girar su curiosa cabeza,
escabulléndose hacia donde el sol rastrilla el agua
y se filtra a través de los árboles que atestan la ribera.

Y ahora desciende en picado,
desaparece bajo la superficie,
y mientras espero a que aparezca repentinamente
lo imagino volando bajo el agua con sus extrañas alas,
como te imagino a ti, mi diminuta madre,
que desapareciste el año pasado,
que vuelas hacia algún lado con tus extrañas alas,
tus grandes ojos y tu denso traje mojado,
moviendo las piernas hacia lo más profundo de un lago
sin confín y sin nombre, en alguna provincia de agua sin fronteras.


martes, 20 de febrero de 2018

Para ella todos los chistes son malos (por Nicanor Parra)


La muerte no respeta ni a los humoristas de buena ley
para ella todos los chistes son malos
a pesar de ser ella en persona
quien nos enseña el arte de reír
tomemos el caso de Aristófanes
arrodillado sobre sus propias rodillas
riéndose como un energúmeno en las propias barbas de la Parca:
en mi poder hubiese economizado vida tan preciosa
pero la Muerte que no respeta Fulanos
irá a respetar Sutanos, Menganos o Perenganos?


lunes, 19 de febrero de 2018

Esta grasa que flota (por Raymond Carver)


Apretamos los labios contra el borde esmaltado de las tazas
e intuimos que esta grasa que flota
en el café logrará que el corazón se nos pare cualquier día.
Ojos y dedos se dejan caer sobre los cubiertos de plata
que no son de plata. Al otro lado de la ventana, las olas
golpean contra las paredes desconchadas de la vieja ciudad.
Tus manos se alzan del áspero mantel
como si fueran a hacer una profecía. Tus labios se estremecen…
Te diría que al diablo con el futuro.
Nuestro futuro yace en lo más profundo de la tarde.
Es una calle estrecha por la que pasa un carro con su carretero,
el carretero nos mira y vacila,
luego menea la cabeza. Mientras tanto,
rompo indiferente el espléndido huevo de una gallina de raza Leghorn.
Tus ojos se nublan. Te vuelves para mirar el mar
tras la hilera de tejados. Ni las moscas se mueven,
rompo el otro huevo.
Seguramente nos hemos empequeñecido juntos.



domingo, 18 de febrero de 2018

La escalera (por Blas de Otero)


Mientras tanto subimos la escalera (de vez en cuando se oye
a los que caen de espaldas), nos paramos
un poco, alguna vez (vacilamos, como una hoja
en el instante de arrojarse al aire).
viene
el vértigo a todo correr desde el vacío
y, cerrando los ojos,
nos asimos a nuestro ser más íntimo,
y seguimos
y seguimos subiendo la trágica escalera
colocada,
creada, por nosotros mismos.


sábado, 17 de febrero de 2018

Cóctel (por Rafael Baldaya)


Lo amado
lo sufrido
lo visto
lo soñado
lo odiado
lo sabido
lo ansiado
lo temido
lo oído
lo olvidado
lo exhibido
lo oculto
lo hallado
lo perdido
Todo dentro de un vaso
(son entre sí solubles)


Y ahora, agitadme



viernes, 16 de febrero de 2018

Nadie debería ser nadie (por Cuqui Covaleda)


Guardo teléfonos

de gente muerta, aunque

no nos llamemos.


.....


A nadie expulso

de mi agenda por irse

a un des-lugar.


.....


En el listado

de "Mis contactos", todos

están con vida.


.....

Sin distinción

los vivos y los muertos

siguen conmigo.


jueves, 15 de febrero de 2018

Ni un descenso ni una huida (por Margaret Atwood)


Si el tiempo no era como el desbordarse de una copa

o la fuga de los instantes cuenta atrás

la fuga de todos los instantes insensatos como prófugos

huyendo de tu reloj de pulsera

en un movimiento sutil en la quietud

de tu cuerpo viajero…

Si tampoco era el tiempo

como una amapola de cabeza cortada en tu regazo

ni una felina ausencia

o caer vertiginosamente desde la última ventana del último piso

de una gran torre

describiendo círculos cada vez más amplios.

Si estaba hecha de tiempo o era tiempo

sin ser ninguna de esas cosas:

ni un ciempiés monstruoso

ni una caída hacia la muerte

ni un descenso ni una huida

ni una fuga cuenta atrás ni una ausencia

entonces… ¿cómo?



miércoles, 14 de febrero de 2018

De este mundo vacío (por Joaquín Giannuzzi)



El domingo está desierto. La calle se alarga sin finalidad precisa.

Detrás de las paredes la vida parece haber agotado su última oportunidad.

Llamo al azar en algunas puertas y nadie acude.

La población entera ha abandonado el planeta en automóvil.

La historia ha concluido aquí. Las empresas humanas han hecho el ridículo.

¿A quién llamar por teléfono? ¿Por quién morir?

¿A quién apelar con esta mentira?

Si este simulacro durara demasiado, recordaría

que una vez tuve un destino y hasta un entusiasmo

y que la razón de estar vivo estaba en los otros.

Y no quiero imaginar mi pánico

si buscando la prueba absoluta de este mundo vacío

encendiera la radio portátil

y me respondiera el silencio universal.

Si la llegada del hombre había sido un producto casual,

su partida es una fuga que me excluye

para que deambule como un muerto

que sabe que está muerto en un domingo infinito.


martes, 13 de febrero de 2018

Blues del mostrador (por Antonio Gamoneda)



Llegó con el papel entre las manos

y me miró con sus ojos cansados.

Llegó con el papel y con sus manos

y yo sentí su mirada en mi vida.


Cuando venga otro día con sus manos

y su papel a mirarme en silencio,

espero comprender por qué me mira,

por qué es viejo y es grande y por qué pesan

en mi corazón estos ojos cansados.



lunes, 12 de febrero de 2018

Quien no siente es feliz (por Fernando Pessoa)


El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, es decir, la voluntad. Ahora bien, las dos cosas que estorban a la acción son la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, más que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, debido a su naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior y, como el mundo exterior está en grande y principal parte compuesto por entes humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad es esencialmente el atravesarnos en el camino ajeno, el estorbar, herir y aplastar a los otros, conforme nuestro modo de hacer.

Para hacer es, pues, preciso que no nos figuremos con facilidad a las personalidades ajenas, a sus dolores y alegrías. Quien simpatiza se para. El hombre de acción considera al mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia inerte —o inerte en sí misma, como una piedra sobre la que pasa o aparta del camino, o inerte como un ente humano que, porque no puede oponerle resistencia, lo mismo da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le ha apartado o se ha pasado por encima de él.

El ejemplo máximo del hombre práctico, porque reúne a la extrema concentración de la acción con su extrema importancia, es el estratega. Toda la vida es una guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con las vidas como el jugador de ajedrez con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensase que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y la congoja a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga a la sensibilidad a la que ha tenido que olvidar la acción.

El arte es la Gata Cenicienta, que se quedó en casa porque tuvo que ser.

Todo hombre de acción es esencialmente animoso y optimista porque quien no siente es feliz. Se conoce a un hombre de acción porque nunca está mal dispuesto.

Quien trabaja aunque esté mal dispuesto es un subsidiario de la acción; puede ser en la vida, en la gran generalidad de la vida, un contable, como lo soy yo en su particularidad. Lo que no puede ser es un regente de cosas o de hombres. A la regencia pertenece la insensibilidad. Gobierna quien es alegre porque para ser triste es preciso sentir.



domingo, 11 de febrero de 2018

Todo prestado (por Wislawa Szymborska)


Nada en propiedad, todo prestado.
Hundida en deudas hasta las orejas.
Tendré que liquidar la deuda
entregándome a mí misma.
Así fue convenido:
devolver el corazón,
devolver el hígado
y cada uno de los dedos.
Es tarde para cambiar las cláusulas del contrato.
Me arrancarán el pago
junto con toda la piel.
Voy por el mundo
entre una multitud de deudores.
Sobre unos pesa
el embargo de las alas.
Otros, quieran o no,
tendrán que declarar sus hojas.
Cada tejido nuestro
está en el Debe;
ni una pestaña, ni una ramita
podrá ser conservada para siempre.
Hasta el último detalle está inventariado
y todo parece indicar
que al final nos quedaremos sin nada.
No logro recordar
dónde, cuándo y para qué
permití que me abrieran
esta cuenta.
La protesta contra eso
es lo que llamamos alma.
Y es justo lo único
que no está en el inventario.



sábado, 10 de febrero de 2018

El diálogo (por Concha Lagos)


No hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.

Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.

«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.

Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.

¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?

A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».

¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.

A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?

Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).

Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.

No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.



viernes, 9 de febrero de 2018

Por donde pasan cosas (por Patricio Foglia)


estoy en la fila del súper
esperando para saludar a la cajera
esperando para sonreírle
esperando que me pida mi tarjeta de descuentos
y el sonido del scanner
mientras los productos pasan
y de fondo suena pop coreano
o Aspen o la Mega o lo que sea
y esta mañana leí en el diario
que las ventas aumentaron un 25%
con respecto a igual período del año anterior
y cuando vuelvo a casa lo que más me gusta
es ir acomodando todo
el arroz en su frasco de vidrio
los fideos en su frasco de fideos
la yerba con la yerba
y cada cosa a su vez
muy prolijamente en la alacena
y es tan raro porque los productos
hicieron un largo viaje
del campo a los camiones
de las fábricas a las góndolas
hasta llegar a las alacenas
y así las personas van transportando productos
de un punto a otro del planeta
y la vida es como un camionero que escucha la radio mientras maneja
o la vida es como un repositor
que se duerme sobre un paquete de fideos
o la vida es como un scanner
por donde pasan cosas
y pasan cosas por el scanner de nuestras manos
pasan cosas por el scanner de nuestra cabeza
de nuestro corazón
y en cada persona
con cada producto
se movilizan la alegría y la tristeza
o la absoluta indiferencia
y últimamente mi vida es un supercamercado chino
mientras de fondo se escucha pop coreano



jueves, 8 de febrero de 2018

Y se aleja el espíritu (por Emily Dickinson)



La Muerte es un diálogo

entre polvo y espíritu.

«Deshazte», dice Ella — y el espíritu:

«Señora, espero algo bien distinto» —

Duda de esto la Muerte – Argumentando

a ras de suelo – Y se aleja el espíritu,

sólo dejando como prueba

un abrigo de arcilla.



miércoles, 7 de febrero de 2018

Estabas en cualquier cosa (por Roberto Bolaño)



Contra ti he intentado irme alejarme

la clausura requería velocidad

pero finalmente eras tú la que abría la puerta


Estabas en cualquier cosa que pudiera

caminar llorar caerse al pozo

y desde la claridad me preguntabas por mi salud


Estoy mal Lola casi no sueño


martes, 6 de febrero de 2018

La luz de una ventana (por Fernando Pessoa)


Es de noche. La noche es muy oscura. 
En una casa a una gran distancia
brilla la luz de una ventana.
La veo y me siento humano de los pies a la cabeza.
Es curioso que toda la vida del individuo que allí vive,
y que no sé quién es,
me atrae sólo por esa luz vista a lo lejos.
Sin duda su vida es real y él tiene rostro, gestos, familia y profesión.

Pero ahora sólo me importa la luz de su ventana.
A pesar de que la luz esté allí por haberla él encendido,
la luz es la realidad inmediata para mí.
Yo nunca voy más allá de la realidad inmediata.
Más allá de la realidad inmediata no hay nada.
Si yo, desde donde estoy, sólo veo aquella luz,
en relación a la distancia en que estoy hay sólo aquella luz.
El hombre y su familia son reales del lado de allá de la ventana.
Yo estoy del lado de acá, a gran distancia.
Se apagó la luz.
¿Qué me importa que el hombre continúe existiendo?


lunes, 5 de febrero de 2018

El hombre interior (por Charles Simic)


No el cuerpo, no.
El extraño es otro.

Nos paseamos por el mundo
con un aspecto igual de lamentable.
Si yo me rasco,
él también.

Hay mujeres
que dicen haberle atrapado.
Un perro
me sigue a todas partes.
A lo mejor es suyo.

Si estoy tranquilo,
él más.
He acabado por olvidarle.
Sin embargo, cuando me inclino
para anudarme los cordones,
él sigue de pie.

Proyectamos la misma sombra.
¿Es suya o mía?

Querría comentar:
“Él estuvo al principio
y seguirá estando al final”,
pero no estoy seguro.

De noche, al sentarme
barajando las cartas
de nuestro silencio,
le digo:

“Aunque pronuncias
cada una de mis palabras,
sigues siendo un extraño.
Ya es hora de que hables".



domingo, 4 de febrero de 2018

¿Hay palabra que pueda ser tu nombre? (por Juan Ramón Jiménez)


Volcán que pasas traslaticio,
como un total cometa,
prendiendo con la llama
de tu abismo dinámico la vida
(las piedras están grises y mojadas,
pero están granas, vivamente granas),
resplandor hondo y alto de otro estraño día
dentro del laminado día
¿qué inminente ser eres?
¿hay palabra que pueda ser tu nombre?
¿qué semejanza tienes con nosotros?
Lo que prendes e inflamas
¿qué anuncia a nuestra estancia
vejetal, animal y mineral?
¿Cuál será el hecho, para quiénes?
Los animales y las plantas
te miran como el hombre, como yo.
Todos estamos gravemente deslumbrados.
Y ya se raja el aire,
se dilata el azul, se espande el agua;
todo va persiguiéndote hacia arriba,
todo hacia ti,
resplandor grana de otro día,
errante herida inmensa,
otro fulgor, otro calor, otro valor
de otra esperanza.

sábado, 3 de febrero de 2018

La culpa (por Rosa Chacel)


La culpa se levanta al caer de la tarde,

la oscuridad la alumbra,

el ocaso es su aurora…

Se empieza a oír la sombra desde lejos

cuando el cielo está limpio aún sobre los árboles

como una pampa verdeazul, intacta,

y el silencio recorre

los quietos laberintos de arrayanes.

Llegará el sueño: alerta está el insomnio.

Antes que caiga la cortina oscura,

gritad al menos, hombres,

como el pavón metálico que grazna su lamento

desgarrado en la rama de la araucaria.

Gritad con voces múltiples,

piad entre la enredadera,

entre las hiedras y rosales trepadores.

Buscad refugio en las glicinas

con los gorriones y zorzales

porque avanza la onda de la noche

y su ausencia de luz,

y su implacable huésped

de suaves pasos, el peligro.


Una apuesta ciega (por Juan Gelman)


El hilo tendido entre
lo que fue y lo que será es una
apuesta ciega. Sentir su cierzo
en pasos del recuerdo como
delicada pasión
es capaz de llorar en la esquina.
Las pesadillas de sí
son hierros que no se pueden doblar.
Aquello que aman se murió.
Hace sufrir la claridad
de una mañana buena que
confía en tus pasos y
nada pregunta. Caminar
por senderos de lo inesperado
prueba que los cisnes existen.
La luz que cae
no se puede sentir.



viernes, 2 de febrero de 2018

Dársenas (por Rafael Guillén)


Hay en el tiempo dársenas
en las que el incesante devenir
fondea; remansos que detienen
el curso natural
de las horas. Son como remolinos
que absorben la energía;
y la materia, libre,
recupera su ingravidez; y el aire,
cristalizado, inmoviliza
toda acción.

Y es que, a veces,
el tiempo también pierde
su tiempo. Después sigue
fluyendo, ajeno siempre
a nuestra condición. Pero nos deja
la desazón de este pequeño lapso
en que fuimos eternos.



jueves, 1 de febrero de 2018

Sobre la nieve (por Antonio Gamoneda)


La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,
y yo pienso en el pan y en las miradas
mientras camino sobre la nieve.

Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.

Yo veo el río como acero oscuro
bajar entre la nieve.
Veo el espino: llamear el rojo,
agrio fruto de enero.
Y el robledal, sobre tierra quemada,
resistir en silencio.

Hoy, domingo, la tierra es semejante
a la belleza y la necesidad
de lo que yo más amo.