zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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domingo, 31 de marzo de 2013

Fluyendo hacia el instante (por Flor Alba)

Ascendente marea creciendo en lenta fiebre
los amantes se buscan y enlazan dulcemente,
como árboles que avanzan,
cumpliendo su destino de incendiada epidermis.
De pie son dos espadas que luchan tercamente
por distraer la muerte,
tendidos son dos ríos fluyendo hacia el instante
que anula la sellada consigna del olvido.

Y si el mundo, impaciente,
se sale de sus goznes, estalla o se disuelve,
los amantes lo ignoran, apenas necesitan
el canto de su sangre,
su vida recobrada en húmedas batallas
y las pequeñas muertes en cada despedida.

sábado, 30 de marzo de 2013

Vienes (por José Mármol)


Llegas sin por qué, así no más,

como suelen ocurrir los accidentes.

Llegas y te instalas en mi plexo

una hierba silvestre, un frágil de amarillo,

un surtidor de augurios en vacaciones muertas.

Tu llegada es señal de victorias y derrotas,

indeciso acontecer de inequívocos fracasos.

Vienes de mares desbordados y monstruos de neblina.

Vienes del centro de la noche y sus caminos ciegos.

De la nada vienes, la ruta más precisa del hastío al furor.

De todas partes vienes, porque sí, por un tal vez,

por lo inesperado del destino y sus conciertos.

Llegas sin por qué ni para qué, así no más,

como suelen llegar los accidentes.

De inadvertida te disfrazas, con harapos de ti misma.

Llegas sin venir, como las premoniciones.

Llegas y no estás y no te has ido y nunca más por siempre y para qué.

viernes, 29 de marzo de 2013

Golpes en la puerta (por Maram Al-Masri)


Soy la ladrona de los caramelos,
ante tu tienda
mis dedos se quedaron pegados,
y no conseguí
llevarme ninguno a
la boca.


*

Qué estupidez
al mínimo roce,
mi corazón se abre.

*

Golpes en la puerta.
¿Quién es?
Escondo el polvo de mi soledad
bajo la alfombra,
compongo mi sonrisa,
y abro.

*

Entran en nuestra vida
como arroyuelos;
y de repente
nos ahogamos en ellos,
y ya no sabemos
quién nos dio
el agua o la sal,
ni quién
dejó en nosotros
esta amargura.

*

Ella me abre
sus amplias puertas.
Me llama
y me empuja a abalanzarme,
libre,
hacia su espacio,
y como un pájaro
ante la puerta abierta de su jaula
no me atrevo.

*

Arden en llamas los árboles
al tocarlos
con mis dedos.

*

La anudo
entre la mandíbula y el paladar
con un pañuelo blanco
que aprieto en mi nuca,
como a los muertos
como a los prisioneros
para que, la palabra,
no estalle.

*

Esperaré
a que duerman los niños,
para dejar
que el cadáver
de mi fracaso
flote en la superficie.

*

Como me pediste
lavé los platos
fregué el suelo
limpié los cristales
planché las camisas
y leí a Dostoievski.


El malicioso tiempo que
normalmente vuela estando contigo
tic tac
tic tac
comenzó a caminar
*

Mi alegría y yo
esperamos
el aleteo de tus pasos.

*

Maté a mi padre
aquella noche
o aquel día
ya no lo sé,
huyendo con una sola maleta
que llené de sueños sin memoria,
y una fotografía
mía con él
de cuando era pequeña
y me llevaba en brazos.

Enterré a mi padre
en una hermosa caracola
en un profundo océano,
pero me encontró
escondida bajo la cama
temblando de miedo
y de soledad.

jueves, 28 de marzo de 2013

Y tú estarás al fondo (por Susana March)


Me dolerás todavía muchas veces.
Iré apartando sueños
y tú estarás al fondo de todos mis paisajes.
Tú con tu misterio
y tu extraña victoria.
Amor, ¿quién te ha dado esa fuerza de pájaro,
esa libre arrogancia
de mirar las estrellas por encima del hombro?
¿Quién eres que destruyes
mi corazón y puedo, sin embargo, existir?
¿Se vive en la muerte? ¿Se vive
con el alma en desorden y la carne
desmoronándose en el vacío?
Nunca te tuve miedo
y, sin embargo, ahora te rehúyo
porque eres como un dios que me hace daño
cada vez que me mira.
Abandonaré todo lo que me estorba,
todo lo que dificulta la huida
y escaparé por la noche adelante,
temerosa de ti, temerosa
de esta grandeza que intuyo,
de este fulgor, de este cielo
que palpita en tus manos abiertas.
Me dolerás todavía muchas veces
y cada vez me extasiaré en mi daño.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Mi nombre (por José María Fonollosa)


Los nudillos golpean los cristales
de un bar en una esquina. Hasta mí arriba
mi nombre que me busca entre la lluvia.

Es grato oír el nombre que uno lleva.

Es grato descubrir que uno aún importa.
Que importa a sus amigos que le llaman
cuando pasa uno andando por la calle.

martes, 26 de marzo de 2013

Aproximaciones (por Alejandra Pizarnik)

abrazando tu sombra en un sueño
mis huesos se arqueaban como flores

*

los bordes de silencio de las cosas
lo callado que recorre la presencia de las cosas

*

estos ojos
sólo se abren
para evaluar la ausencia

*

quién me perdió
en el silencio fantasma de las palabras

*

pasos en la niebla
del jardín de lilas
el corazón regresa
a su negrura

*

quisiera vivir siempre
como algo olvidado en la mano de un muerto

*

Por qué escribo
Por qué sollozo en madrugada
Por qué de pronto este sabor a canto de cisne
esta espuma verde acumulada en la garganta

Mi corazón es absurdo como una máscara en la lluvia
El espanto lo asemeja al mar
Mi cuerpo es una invasión de tambores en el silencio de la noche

Por qué estas noches como un oasis para brujas
Por qué esta conjuración de ausencias
este secuestro de la hija del viento

Me rodea en la noche una logia exterminadora
te llamo y no vienes
te amo y no vienes

Por qué viniste como el relámpago
y me dejaste sola en lo devastado

Si escucharas mi rumor a celda minúscula
poblada de agonizantes
mi jadeo de asfixiada

Si de pronto me vieras en la orilla del despertar,
cantante enmudecida en la cima de su asombro
Si me vieras atada a tu rostro

*

Canciones ambiguas
de algún país arrasado por las lluvias
Canciones de campaneros
memorias de algún hombre que la noche amó

*

un pueblo de luz arderá en la sombra

*

Si un mar por una lira
ángeles furiosos ahogó en el viento

*

noche amada nunca como ahora
en que la pierdo
en lo incierto del día
que rompe lo que me une a mi vida

*

todos comprenden lo que nadie
nadie comprende lo que todos

*

no lejos del alba nace el día
visión de las últimas flores
la luz gira en mi rostro que esperaba
las nupcias de los cuatro elementos

*

siempre habrá el miedo de otras voces
el miedo de otras voces

*

es tarde para reconocer el sol
el sol está y mis ojos cantan
el sol está su primavera es negra
el sol está y es tarde

*

éste es mi invierno elegido
éste es mi deber ante la niebla y lo confuso

*

querer quedarse queriendo irse

*

El amor dibuja en mis ojos el cuerpo anhelado
como un lanzador de cuchillos
tatuando en la pared con temor y destreza
la desnudez inmóvil de la que ama.

Así, en lo oscuro, fragmentos de los que amé,
lúbricos rostros adolescentes,
entre ellos soy otro fantasma.

A veces, en la noche,
me dijeron que mi corazón no existe
pero yo escucho canciones ambiguas
de un país arrasado por las lluvias.

*

Lo que no te dieron.
Lo que no te dan.
Noviciado atroz.

*

así iba yo devorando tinieblas
una flor en mi mano de sonámbula
una sonrisa ajena pegada a mis labios
mi cuerpo desnudo como una palabra
mis deseos abrazados a su imagen

*

si solamente hicieran una hoguera en mis labios
para quemar las sílabas que no se unen

*

el gran pájaro de cuerpo de paja teclea el invisible piano de viento

*

La luz amontonándose inservible a espaldas del sol. Niebla en el pozo. Hacer dibujos en un viejo muro rosado.

*

pájaros polvorientos
con sangre vieja en las alas
flores de metal olvidadas
telarañas enamoradas del espacio
en donde vive el tiempo que pasa

*

se han ocultado
entre los sonidos de la noche

*

El jardín triangular
que oprimo en mi mano
chorrea flores de agua
Abejas de perfume azul
fosforecen como ojos enemigos
incrustados en mis huesos

*

soledad cerrada y dichosa
promesas de súbito cumplidas
como campanas en un amanecer helado

*

detrás de las formas sin consuelo
el día se abre como un canto doloroso
un alarido mágico formulado en el viento

*

Apenas remitida del cielo cerrada
en donde yo era sin color y sin forma
sólo una contemplada.
Apenas devuelta de crepúsculos
de playa sola, de corazón silenciosa.

*

Yo creo en los espejos

*

La noche canta amordazada
corazones incendiados
En la memoria de mi boca
me penetran vasos vacíos.

*

En la cavidad iluminada
en que este instante es perla pródiga
escucho el ronco abrirse de mi memoria
como una puerta al viento

*

Si morir es memoria cerrada

*

Yo trabajo el silencio
lo hago llama

*
I


Yo no canto, no celebro,
no bailo desnuda y ebria
sobre mi ataúd.
Pero yo le ruego al poema,
yo le pido la luna al poema.


II

He desatado el corazón de la lluvia

Antiguas baladas
alimentaron mi silencio.


III

El amor es este viaje inútil, pero muy suave,
al otro lado del espejo.

Tantas criaturas en mi sed y en mi vaso vacío.


IV

La niña que fui
ahora en mi memoria
entre mis muertos

De lágrimas se nutrirá mil años
De destierro el sonido de su voz

*

yo vi ese rostro partir la mañana
en dos noches iguales.
Mi cuerpo se pobló de muertos
y mi lengua de palabras crispadas,
ruinas de un canto olvidado.

*
Morir como muere un animal pequeño
en los cuentos para niños.

Eso tan terrible.
Lleno de hermosura.

*

Las cosas amarilleaban frente a mis ojos
recién venidos de un sueño de otoño.

*

Si la noche no es azul,
si el verano es una lenta plaga.

*

habla al gran espacio vacío
en donde corre una niña
que ya no reconoces

sólo deseo no tener nada con nada

*

Has dicho tantas palabras
que ya no te atreves a oírte llamar.

*

En mis huesos la noche tatuada.
La noche y la nada.

*

Escribes poemas
porque necesitas
un lugar
en donde sea lo que no es

*

El aire se eternizaba
En caras plateadas o coléricas

Se puede morir de presencias

*

Hay un rostro salvajemente asomado al día
que se abre en dos noches iguales.

¿Quién cantará al amor?
No yo.
Yo amo.

*

y finalmente

un himno sin desdicha
un sueño como una estrella

*

ebria del silencio
de los jardines abandonados
mi memoria se abre y se cierra
como una puerta al viento

*

Perdida en el silencio
de las palabras fantasmas.
Si vivir es memoria cerrada
quién me pierde
en el silencio fantasma
de las palabras

*

Zona de la visión perpetua.
Yo la atravesé en un misterioso gemido.

*

Yo he dado el reino de mi edad a la noche de los cuerpos
para saber si hay una luz detrás de la puerta cerrada.

*

En un lugar de temblores
manos oscilan enamoradas
en la dulzura de mi rostro
sobre tu oscuridad ardiente.

lunes, 25 de marzo de 2013

Lejos del silbido (por Dylan Thomas)

He deseado irme lejos
del silbido de la mentira gastada
y el incesante grito de los antiguos terrores
haciéndose más terribles mientras el día
camina sobre la loma hacia el insondable mar;
he deseado irme lejos
de las repeticiones de los saludos,
porque hay fantasmas en el aire
y ecos fantasmales en el papel,
y el trueno de llamadas y notas.

He deseado apartarme pero he sentido miedo;
alguna vida, aún no gastada, podría explotar
saliendo de la patraña antigua que arde sobre los campos,
y, restallando en el aire, dejarme medio ciego,
ni por el terror antiguo de la noche,
sombrero que se aparta del pelo,
labios en cucurucho sobre el receptor,
caeré yo ante el plumaje de la muerte;
por todo esto no me importaría morir,
a medias convención y a medias mentira.

domingo, 24 de marzo de 2013

El sol se partió (por Marosa Di Giorgio)

De súbito, estalló la guerra. Se abrió como una bomba de azúcar
arriba de las calas. Primero, creíamos que era un juego;
después, vimos que la cosa era siniestra. El aire quedó
ligeramente envenenado. Se desprendían los murciélagos
desde sus escondites, sus cuevas ocultas caían a los platos,
como rosas, como ratones que volvieran del infinito,
todavía, con las alas.
Por protegerlos de algún modo, enumerábamos los seres y las cosas:
"Las lechugas, los reptiles comestibles, las tacitas...".
Pero ya los arados se habían vuelto aviones; cada uno tenía
calavera y tenía alas, y ronroneaba cerca de las nubes. Al alcance
de las manos pasaron los batallones al galope, al paso. Se prolongó
la aurora quieta, y al mediodía, el sol se partió; uno fue hacia el este,
el otro hacia el oeste. Como si el abuelo y la abuela se divorciaran.
De esto ya hace mucho, aquella vez, cuando estalló la guerra,
arriba de las calas.

sábado, 23 de marzo de 2013

Te me fuiste (por Juan Ramón Jiménez)


¡Agua corriente eras
y te me fuiste de las manos!
¿En qué lecho de amor,
hecha cristal, te habrás parado,
corriendo sola dentro de ti misma
a tu propio mar solo, ardiente y mágico?

¡Oh fresco remolino,
que empieza, eterno, en ti, y acaba, eterno,
en ti, y prende lo que ansía
en su raudal cuajado!

viernes, 22 de marzo de 2013

¿Qué voy a cantar? (por León Felipe)


¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y le digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.

Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se le veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

jueves, 21 de marzo de 2013

Voy a verme (por Idea Vilariño)

Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decíme
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez -mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es Idea
y le sonreiré dándome ánimos

miércoles, 20 de marzo de 2013

Nave (por Saiz de Marco)


Tomó Noé una pareja de cada especie
y las fue subiendo al arca.

Y mientras subían,
iba diciéndoles:

Vamos a ir a otro sitio:
a vuestro sitio.

Allí no habréis de luchar por vivir.
No tendréis que pelear por comer.
No tendréis que matar ni ser matados.

¡Mis pobrecitos! ¡Cuánto habéis sufrido
bajo el rigor de las leyes vigentes
en la región de las hostilidades!

Donde iremos no hay hambre ni miedo.
Donde iremos no hay vejez ni dolor.
Donde iremos no hay pérdidas ni heridas.


Y cuando la nave por fin estuvo llena,
añadió:

Os llevo a vuestro verdadero sitio.

Porque la Tierra no es vuestro lugar.
Porque esta vida no se hizo para vosotros.
Porque aquí nunca fuisteis felices.

Porque también vosotros nacisteis desterrados,
exiliados en este lugar.

Y porque, en fin,
vuestro reino tampoco es de este mundo.

martes, 19 de marzo de 2013

Sólo porque me amaste (por Marias Polydouri)


No canto sino porque me amaste
en los años pasados.
Y ya con el sol, con presentimientos de verano,
ya con lluvia y con nieves,
no canto sino porque me amaste.
Sólo porque me tuviste entre tus brazos
una noche y en los labios me besaste,
sólo por eso soy hermosa como un lirio siempre abierto
y aún conservo un temblor en mi alma
sólo porque me tuviste entre tus brazos.
Sólo porque tus ojos me miraron
con el alma en la mirada,
orgullosa me adorné con la corona
más excelsa de mi existencia;
sólo porque tus ojos me miraron.
Sólo porque me amaste he nacido,
por esto se dio mi vida;
en el triste vivir no realizado
mi vida se cumplió.
Sólo porque me amaste he nacido.
Sólo porque tan bellamente me amaste
viví para multiplicar
mis sueños, amado mío, que como astro te pusiste.
Y así en tal dulzura muero
sólo porque tan bellamente me amaste.

lunes, 18 de marzo de 2013

Piérdete en ti (por Octavio Paz)

Cierra los ojos y a oscuras piérdete
bajo el follaje rojo de tus párpados.
Húndete en esas espirales
del sonido que zumba y cae
y suena allá, remoto,
hacia el sitio del tímpano,
como una catarata ensordecida.
Hunde tu ser a oscuras,
anégate en tu piel,
y más, en tus entrañas;
que te deslumbre y ciegue
el hueso, lívida centella,
y entre simas y golfos de tiniebla
abra su azul penacho el fuego fatuo.
En esa sombra líquida del sueño
moja tu desnudez;
abandona tu forma, espuma
que no se sabe quién dejó en la orilla;
piérdete en ti, infinita,
en tu infinito ser,
mar que se pierde en otro mar:
olvídate y olvídame.

domingo, 17 de marzo de 2013

Ha pasado (por Ángel González)



El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

sábado, 16 de marzo de 2013

Pura lascivia (por Wislawa Szymborska)

No hay peor lujuria que pensar.
Es pura lascivia que se propaga como hierbajo anemófilo
por los parterres reservados a las margaritas.

Nada hay sagrado para quienes piensan.
Con descaro llaman a las cosas por su nombre,
elaboran análisis disipados y síntesis concupiscentes,
se entregan a la salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda,
al toqueteo libidinoso de temas delicados,
al roce de opiniones. Y se quedan tan anchos.

A la luz del día o al abrigo de la noche,
se juntan en parejas, triángulos y círculos.
No importan sexo ni edad de los integrantes.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo pervierte al amigo.
Hijas depravadas corrompen a sus padres.
El hermano celestinea con su hermana menor.

Les apetecen otros frutos,
los del árbol prohibido de la ciencia,
y no las nalgas rosadas de las revistas en color,
ni la pornografía al uso, ingenua en el fondo.
Les divierten los libros sin estampas,
con único interés: ciertas frases
subrayadas a uña o a lápiz rojo.

¡Qué espanto!¡En qué posturas,
y con qué escabrosa simplicidad
se deja una mente fecundar por otra!
No constan ni en el mismo Kamasutra.

En estas citas sólo el té está caliente.
La gente se sienta, mueve los labios.
Cruza las piernas, pero cada cual las propias.
Así, un pie descansa en el suelo,
y el otro, el libre, se columpia en el aire.
Sólo de vez en cuando alguien se levanta,
se acerca a la ventana
y por una rendija de la persiana
fisga la calle.

viernes, 15 de marzo de 2013

Perder (por Hans Magnus Enzensberger)


Perder el pelo, perder la calma,

¿me explico?, perder el tiempo,

librar una batalla perdida,

perder peso y esplendor, perdón, no importa,

perder puntos, déjame terminar de una vez,

perder la sangre, perder al padre y a la madre,

perder el corazón, hace tiempo perdido

en Heidelberg, y ahora otra vez,

sin parpadear, el encanto de la

novedad, olvídalo, perder los

derechos civiles, me doy cuenta,

perder la cabeza, por favor,

si no puede evitarse,

perder el Paraíso Perdido, y qué más,

el empleo, al Hijo Pródigo,

perder la cara, que le vaya bien,

dos Guerras Mundiales, una muela,

tres kilos de sobrepeso,

perder, perder, y volver a perder, hasta

las ilusiones perdidas hace tanto tiempo,

y qué, no desperdiciemos una palabra más

en la tarea perdida del amor, digo que no,

perder de vista la vista perdida,

la virginidad, qué lástima, las llaves,

qué lástima, perderse en la multitud,

perderse en las ideas, déjame terminar,

perder la mente, el último céntimo,

no importa, termino en un momento,

las causas perdidas, toda sensación de bochorno,

todo, golpe a golpe,

¡ay!, hasta el hilo del relato,

el carnet de conducir, las ganas.

jueves, 14 de marzo de 2013

De mi cuerpo (por Juan Ramón Jiménez)

Vivo olvidada
de mi cuerpo.
Cuando miro la aurora,
confusamente lo recuerdo bello,
cual si estuviera
fuera de mí y muy lejos.

Mas cuando tú me coges
me lo siento
todo,
duro, suave, dibujado, lleno,
y gozo de él en ti y en mí,
contigo, descubierto, en su secreto.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Un encuentro (por Wallace Stevens)



Llegó un día, hubo un día -un día en que un hombre
caminaba vivo entre las formas del pensamiento,
para ver su esplendor tal como es,

y en armonioso prodigio ser,
por un momento, concibiendo su pasaje hacia un tiempo
que él mismo percibió inmóvil, perenne.

Menos tiempo que espacio, menos espacio que pensamiento,
y en sustancia, una semejanza a la tierra,
que, por parecido, vibraba pensamiento tras pensamiento.

Liberando una melodía abismal,
un encuentro, una emergente luz,
un deslumbramiento de recuerdo y de mirada.



martes, 12 de marzo de 2013

Valor (por Erri de Luca)



Considero valor cada forma de vida, la nieve, la fresa, la mosca.

Considero valor el reino mineral, el conjunto de las estrellas.

Considero valor el vino junto a la pasta, una sonrisa involuntaria, el cansancio que no niegan dos viejos que se gustan.

Considero valor lo que mañana no valdrá nada y lo que hoy ya vale poco.

Considero valor todas las heridas.

Considero valor ahorrar agua, reparar zapatos, callar a tiempo, socorrer a gritos, pedir permiso antes de sentarse, probar gratitud sin recordar bien el porqué.

Considero valor poder saber dónde está el norte en una habitación y el nombre del viento que seca la ropa.

Considero valor el viaje del vagabundo, la clausura del monje, la paciencia del condenado sea cual sea su culpa.

Considero valor emplear el verbo amar y la hipótesis de que un creador existe.

Muchos de estos valores no los he conocido.

lunes, 11 de marzo de 2013

Y meterme contigo en una concha (por Kirmen Uribe)



Mira, ha entrado mayo,

ha extendido su párpado azul sobre el puerto.

Ven, hace tiempo que no sé de ti,

se te ve tembloroso, como esos gatitos que ahogamos siendo niños.

Ven, y hablaremos de las cosas de siempre,

del valor de ser amable,

de la necesidad de arreglárselas con las dudas,

de cómo llenar los huecos que tenemos dentro.

Ven, siente en tu rostro la mañana,

cuando estamos tristes, todo nos parece oscuro;

cuando estamos fuertes, el mundo se desmigaja.

Cada uno de nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas,

sea un secreto, un error o un gesto.

Ven y pondremos verdes a los vencedores,

saltaremos desde el puente riéndonos de nosotros mismos.

Contemplaremos en silencio las grúas del puerto,

porque estar juntos en silencio es

la mejor prueba de la amistad.

Vente conmigo, quiero cambiar de país,

dejar este cuerpo mío a un lado

y meterme contigo en una concha,

con nuestra pequeñez, como los bígaros.

Ven, te espero,

continuaremos la historia interrumpida hace un año,

como si no tuvieran un círculo más

los abedules blancos de la rivera.

domingo, 10 de marzo de 2013

Una ciudad de postigos (por Vladimir Gandelman)

Un puente alto y estrecho sobre las vías,
los silbatos de las locomotoras, el estrépito de los enganches,
un mendigo cojo, con una gorra y monedas de cobre,
bajo un arbusto de lilas florecientes,

una ciudad de postigos con corazoncitos y de calles arenosas,
blanca por la mañana, amarilla de día y azul de noche,
con su peluquero, su loco, su bazar de mostradores húmedos y roñosos,
que huelen a melón,

Dios mío, con la vida pecosa y taheña
de dos gemelos tras una cerca destartalada,
desde el jardín un sonido límpido, de aprendiz,
de un futuro primer violín,

con un nudo en la garganta,
quizá sea la mía, pero yo no me veo,
con una parienta lejana, una muchacha blanca y flaca
sobre un platillo de pendientes de cerezas,

con un punzante sentimiento incestuoso
hacia ella, con una dulzura infantil,
con el aire cálido, vacío,
como un aula en tiempo de vacaciones,

con un señor que bromea todo el rato
y bailotea, y al cabo de diez años,
Dios mío, morirá y se olvidará de todo,
y al cabo de veinte más, resucitará en la última estrofa.


sábado, 9 de marzo de 2013

La mano ha cambiado su destino (por Roberto Juarroz)



La mano se extiende,

pero a mitad de camino

la detiene una imagen.

Y se marcha entonces con ella,

no para poseerla

sino tan sólo para entrar en su juego.

La mano ha comenzado a enamorarse en el camino

y así la posesión y el don se le escapan.

La mano ha cambiado su destino

por un vuelo que no es el vuelo del pájaro,

sino un abandono a las mareas que no tienen costa

o a los desequilibrios de una sabiduría diferente.

La mano ha renunciado a su objeto

y ha adquirido el valor de su distracción.

La mano ha renunciado a salvarse.


viernes, 8 de marzo de 2013

Nuestras metamorfosis (por Paul Éluard)


Vivimos en el olvido de nuestras metamorfosis
El día es holgazán pero la noche es activa
Un bol de aire al mediodía la noche lo filtra y lo consume
La noche no deja polvo sobre nosotros
Pero este eco que rueda a lo largo del día
este eco fuera del tiempo de angustia o de caricias
este brutal encadenamiento de los mundos insípidos
y de los mundos sensibles su sol es doble
Estamos cerca o lejos de nuestra conciencia
Dónde están nuestras orillas nuestras raíces nuestro fin
El largo placer sin embargo de nuestras metamorfosis
esqueletos que se animan en los muros pudriéndose
las citas dadas a las formas insensatas
a la carne ingeniosa a los ciegos videntes
las citas dadas por el rostro al perfil
por el sufrimiento a la luz por la claridad
al bosque por la montaña al valle
por la mina a la flor al sol por la perla
Estamos cuerpo a cuerpo tierra a tierra
nacemos por todas partes no tenemos límites.

jueves, 7 de marzo de 2013

Prescindir de mí (por Henrik Nordbrandt)


Un auténtico verano danés va a ser el tema de este soneto.
Porque debe de ser cierto que lo que te rodea no debe decirse
en trece o quince líneas, sino en catorce: eso es lo que quiero decir
todo llega a su sitio de manera que forma y contenido se funden
así como yo me fundo con el verano
que es fundirse con lo danés
lo que es totalmente correcto: pero no lo sería este poema
si no se advirtiera que nadie puede fundirse con otra cosa.
Tiene que haber sitio: un auténtico verano danés
es probablemente aquel donde mejor puedo prescindir de mí.

Y dejaría con gusto que la naturaleza hablara por mí, si el verde vulgar
no lo hubiera hecho tan embarazoso:
en medio de todo eso hay una alta chimenea roja: pertenece al crematorio.
¡Qué consuelo liberarse por fin de sí mismo!

miércoles, 6 de marzo de 2013

Una mano (por Federico García Lorca)


Yo no quiero más que una mano,
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano,
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal,
sería una paloma amarrada a mi corazón,
sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que una mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.

Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya, astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.

martes, 5 de marzo de 2013

La cosa es muchísimo más grave (por Mario Benedetti)


Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo

y eso en verdad no es nada extraordinario,

vos lo sabés tan objetivamente como yo.

Sin embargo hay algo que quisiera aclararte:

cuando digo todas las parcelas

no me refiero sólo a esto de ahora,

a esto de esperarte y aleluya encontrarte,

y carajo perderte,

y volverte a encontrar,

y ojalá nada más.

No me refiero a que de pronto digas, voy a llorar,

y yo con un discreto nudo en la garganta, bueno llorá.

Y que un lindo aguacero invisible nos ampare

y quizás por eso salga enseguida el sol.

Ni me refiero sólo a que día tras día

aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades,

o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias,

o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación.



No.

La cosa es muchísimo más grave.

Cuando digo todas las parcelas

quiero decir que además de ese dulce cataclismo

también estás reescribiendo mi infancia,

esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes

y los solemnes adultos las celebran,

y vos en cambio sabés que eso no sirve.

Quiero decir que estás rearmando mi adolescencia,

ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos,

y vos sabés en cambio extraer de ese páramo

mi germen de alegría y regarlo mirándolo.

Quiero decir que estás sacudiendo mi juventud,

ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos,

esa sombra que nadie arrimó a su sombra,

y vos en cambio sabés estremecerla

hasta que empiecen a caer las hojas secas,

y quede la armazón de mi verdad sin proezas.

Quiero decir que estás abrazando mi madurez,

esta mezcla de estupor y experiencia,

este extraño confín de angustia y nieve,

esta bujía que ilumina la muerte,

este precipicio de la pobre vida.

Como ves es más grave,

muchísimo más grave,

porque con estas y con otras palabras

quiero decir que no sos tan sólo

la querida muchacha que sos,

sino también las espléndidas o cautelosas mujeres

que quise o quiero.



Porque gracias a vos he descubierto

(dirás que ya era hora y con razón)

que el amor es una bahía linda y generosa

que se ilumina y se oscurece

según venga la vida,

una bahía donde los barcos llegan y se van,

llegan con pájaros y augurios

y se van con sirenas y nubarrones.

Una bahía linda y generosa

donde los barcos llegan y se van.

Pero vos,

por favor,

no te vayas.

lunes, 4 de marzo de 2013

Muerte de Clarice Lispector (por Haroldo de Campos)


Mientras te enterraban en el cementerio judío
de Caju
(y el destello de tu mirar soterrado
aún resistía),
el taxi corría conmigo a la orilla de la Laguna
en dirección a Botafogo.
Y las piedras y las nubes y los árboles
en el viento
mostraban alegremente
que no dependen de nosotros.

domingo, 3 de marzo de 2013

Reencuentro (por Ray Bradbury)


Veníamos aquí, pensé.

Por aquí, por allá, por el césped…

Hará cuarenta años,

regresé y caminé por esas calles.

Vi la casa donde nací,

crecí y pasé mis días infinitos.

Ahora que eran cortos, había vuelto

para contemplar y mirar y observar

mi recuerdo de aquel ilimitado laberinto de tardes.

Pero, sobre todo, ansiaba el reencuentro con aquellos espacios

por los que corría

como corren los perros, por delante o detrás de los chavales;

con las rutas trazadas por los indios o por esos hermanos (prudentes y veloces)

que se creían miembros de una tribu.

Llegué al barranco.

Por poco me resbalo en el descenso.

Ya tenía mis canas,

pero mi corazón era robusto.

Allí no había nadie. Estos chicos de ahora,

¡qué cretinos! Me dije.

¿Acaso no sabéis que hay un abismo que os está esperando?

Los barrancos son de un verde especial, perfecto y agradable.

Son lugares inaccesibles, por donde deambulan pequeños rateros

y abejas bandidas que roban a las flores para dárselo a los árboles.

En las cuevas hay eco, y arroyos en los que meterte en busca de un botín:

una araña de agua, un cangrejo, una piedra preciosa

o una bota de goma perdida hace tiempo.

Son el hogar natural de los tesoros. Entonces, ¿a qué se debe este silencio?

¿Qué les ha pasado a nuestros chicos, que ya no se persiguen,

que contemplan la artesanía del Señor:

su clara sangre brotando como sirope de árboles heridos?

¿Por qué sólo veo abejas y mirlos en el viento y briznas de hierba inclinadas?

No importa. Camina. Camina, mira y recuerda con dulzura.

Llegué al roble que trepé con doce años

y por el que llamé a Skip para que me bajara.

Estaba a miles de kilómetros del suelo. Cerré los ojos y chillé.

Mi hermano, profundamente alborozado, soltó una carcajada

y subió a rescatarme.

“¿Qué hacías ahí?” Preguntó.

No se lo dije. Antes, la muerte.

Pero estaba allí para dejar en el nido de una ardilla una nota

en la que había escrito un antiguo secreto ya olvidado.

Ahora, en el verde barranco de la edad madura, me paré

bajo aquel mismo árbol. ¿Por qué, por qué, Dios mío?

Pero si no es tan alto. ¿Por qué grité?

No pueden ser más de dos metros. Subiré sin dificultad.

Y lo hice.

Y me acuclillé como un simio decrépito, dando gracias a Dios

de que nadie me viese haciendo el payaso

agarrado grotescamente al tronco.

Pero entonces (¡oh Dios, qué desazón!)

el agujero de la ardilla y su nido se encontraban allí.

Me quedé pensando un buen rato apoyado en la rama.

Me embebí de todas las hojas y de las nubes y de las sensaciones

que pasaban de manera mecánica

como los días.

¿Y qué, y qué, y qué si…? Pensé. Pero no. ¡Han transcurrido unos cuarenta años!

¿La nota que dejé? Ya se la habrán llevado.

Un chico o una lechuza blanca la habrán robado, leído y destrozado.

Habrá volado hasta el lago como el polen, como una hoja de castaño

o como el humo del diente de león que atraviesa el viento del tiempo…

No. No.

Metí la mano en el nido. Hundí los dedos.

Nada. Nada. Sin embargo, al seguir horadando

la saqué:

la nota.

Como alas de polilla dobladas limpiamente sobre sí mismas, y plegadas,

había sobrevivido. Las lluvias no la habían tocado, ni los rayos de sol habían blanqueado su superficie. La tenía en mi palma. La reconocía:

papel rayado de un viejo cuaderno de la marca Sioux.

¿Qué, qué, pero qué había escrito

hacía tantos años?

La abrí. Tenía que saberlo.

La abrí y sollocé. Me agarré al árbol y dejé que las lágrimas

me resbalaran por la barbilla.

“Chico querido, niño extraño que conoce la Historia,

que es consciente del tiempo y ha aspirado la muerte en las flores del lejano jardín de la iglesia”.

Se trataba de un mensaje al futuro, dirigido a mí,

sabiendo que alguna vez vendría, volvería, buscaría, retornaría.

Del joven al viejo. De mi yo pequeño e inocente, a mi yo grande y ya no tan ingenuo.

¿Qué ponía que provocó mi llanto?

“Te recuerdo.

Te recuerdo”.

sábado, 2 de marzo de 2013

También (por Saiz de Marco)



También en esa hermosa lengua

que suena dulce

blanda

exótica

también en ese amable idioma

hay palabras tiernas

melódicas

suaves

para designar miedo

para llamar dolor

o para decir pérdida

finitud



Sabe a decepción constatar que

debajo de esa lengua eufónica

que suena blanda

dulce

armónica

debajo de ella y sus palabras

vibra también la realidad

viernes, 1 de marzo de 2013

Voy a someteros, monstruos (por Ilarie Voronca)


Quiero luchar contra vosotras, fuerzas

de la desgracia, fuerzas tenebrosas de la muerte,

térreas máscaras de la epidemia,

hambres y sed más pesadas que un cadáver.

Angustias,

el sudario de vuestras llamas sobre los delirantes cuerpos,

os convoco aquí, os hago frente,

me acerco riendo al lecho del agonizante,

su boca, sortija de oro en el dedo de la noche,

su cabellera, temblorosa respiración, sus pupilas,

piedras trazando círculos en el agua de su rostro,

belleza, heme aquí con las manos llenas

de caricias más perfumadas que un jardín, heme aquí,

los labios, una alabanza para cada uno de tus contornos,

la muerte nada podrá, abandonará esta habitación.

¡Ah! Voy a someteros, monstruos, voy

a pisotearos,

incluso si adoptáis rasgos humildes: miseria,

enfermedad, injusticia, fatiga, incluso si

vuestras garras se ocultan bajo el terciopelo de la piedad.

Entro en el tugurio, en el patio sofocante,

la prisión, el hospital, el tormento, el suplicio,

el frío, la sangre, los remordimientos, las heridas,

el vientre de la mujer donde nace un sol

y el hombre que maldice el pan, y el hombre

a quien el sueño ara mejor que un arado,

la garganta, cuando abandona la voz, como un hueco de árbol

el seno cortado en dos por un puñal de leche,

el fango, el ojo ciego, el agujero de obús, la gangrena.

¡Yo os destierro! Y digo: “levántate y anda” al enfermo

y el enfermo es el rayo que quema sus muletas,

la imagen de lo lejano embellece las palabras

y lo cercano es suave en este apaciguamiento.

Mujeres, he aquí el día, su cetro y su corona,

vosotras sois los escaparates que iluminan la calle,

y todos vosotros, muchachos, adolescentes, ancianos,

ved cómo os acogen en las casas alegres.

He aquí las ciudades orgullosas del amor, de la gracia.

¡Ah! la muerte y la miseria caen extenuadas.