zUmO dE pOeSíA

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de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

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jueves, 31 de enero de 2019

En lo alto sobre vosotros (por Enrique Molina)


Me abrazo a vosotros -¡oh zapatos!- color herrumbre de bodega
en los viejos barcos sarnosos que crujen de miedo
color muro de monasterio y puerta de letrina
zapatos míos queridos que beso y se disuelven como una caricia de arena

Encajonado en vosotros soy el rehén vagabundo
de este planeta cálido como una bestia
lleno de hojas
y calles que el invierno baldea inundando vuestras suelas por un frío agujero
y no obstante
con apasionados labios de cuero volvéis a la hierba
trotando en silenciosos parques o franjas de césped baldío de los suburbios
y el repiquetear sobre los adoquines cuando el alba aparece envuelta en leche humeante
o bien zapatos de cementerio
junto a la sangre polar de un ataúd
bamboleado en lo alto sobre vosotros y agitando sus largas cintas moradas que se desprenden
como los tentáculos de un ronco carguero que zarpa en la niebla
con el chasquito de la resaca
y un rumor de pisadas que se alejan

Zapatos de vientre sombrío
cálidas bocas curtidas caparazones errantes uno tras otro hacia un astro de sombra ineluctable
tras enormes mujeres con las axilas abiertas en el sofocante aliento de algún cuarto de
respiraciones de flores donde palpitan tantos abrazos pasionales tantas rampas de sexos
vivos que conducen a la infancia del fuego
entre el elástico alcohol de los bares con sorprendentes individuos coronados de humo y de
blasfemias
prisioneros hasta la muerte
de esos tatuajes que perpetúan en las almas
los romances absurdos de este mundo

Hermanos incitantes zapatos desmantelados escucho en vuestro caracol una atronadora
melodía de cosas que pasan y estallan como un tambor quemado vivo en viejas
habitaciones abandonadas
hacia donde me condujeron y de las cuales me arrancaron sin saber por qué
para lanzarme al viento de esos grandes paisajes asados de la nada
¡dementes zapatos míos mocasines hambrientos de garras de pantera!



miércoles, 30 de enero de 2019

De una orilla a otra (por Octavio Paz)


Entre ahora y ahora
entre yo soy y tú eres
la palabra puente.

Entras en ti misma
al entrar en ella:
como un anillo
el mundo se cierra.

De una orilla a otra
siempre se tiende un cuerpo,
un arcoiris.

Yo cantaré por sus repechos,
yo dormiré bajo sus arcos.



martes, 29 de enero de 2019

Si alguno, desarmado, da con él (por Emily Dickinson)


Es una criatura tan curiosa el pasado.
Examinar su rostro
puede dejarnos como impronta un éxtasis
o, en cambio, una vergüenza.


Si alguno, desarmado, da con él
que escape cuanto antes.
Sus consumidas municiones pueden
aún reaccionar.


lunes, 28 de enero de 2019

Se llaman Descubrimiento (por Ciaran Carson)


Sucedió por una manzana. 

Estábamos en un mercado, luz solar y lloviznas de agosto parpadeaban a través del techo acristalado sobre un barril de manzanas, verdes con un rubor rojizo, el rocío aún parecía relucir sobre ellas. 

Tomaste una.

Pruébela y vea señorita, dijo el vendedor. 

Asentiste, y mordiste la pulpa crujiente. 

Sentiste el jugo explotar en tu boca, al igual que yo cuando me la pasaste para la segunda mordida.

Se llaman Descubrimiento, dijo el vendedor, una muy buena manzana para comer. 

Compramos una libra de ellas, algo de vino y queso, y acudimos al campo, donde hicimos un picnic junto a un arroyo.

Me ofreciste una Descubrimiento. 

Esta vez pude sentir tu boca a través del jugo. 

Mordida a mordida, hasta que la terminamos como uno. 

Tiramos el centro.

Luego nos preguntamos cosas que nunca nos habíamos preguntado antes.


domingo, 27 de enero de 2019

Todas las habitaciones (por Louis Aragon)


Todas las habitaciones de mi vida
me habrán estrangulado con sus muros
aquí los murmullos se ahogan
los gritos se rompen

Aquellas en las que viví solo
con grandes pasos vacíos
aquellas que guardaban sus espectros antiguos
las habitaciones de indiferencia

las habitaciones de la fiebre y aquella que
yo había instalado para morir ahí fríamente
el placer alquilado las noches extranjeras

Hay habitaciones más hermosas que heridas
hay habitaciones que les parecerán banales
hay habitaciones de súplicas
habitaciones de luz baja
habitaciones dispuestas para todo salvo para la felicidad
hay habitaciones para mí para siempre salpicadas de mi sangre

Todas las habitaciones llega un día en que el hombre
ahí se despelleja vivo
en que cae de rodillas en que pide piedad
en que balbucea y se vuelca como un vaso
y sufre el suplicio espantoso del tiempo
asceta lento es el tiempo redondo que gira sobre sí mismo
que mira con un ojo circular
el descuartizamiento de su destino
y el pequeño ruido de angustia antes de las
horas de las medias horas
Nunca sé si eso va a sonar por mi muerte
Todas las habitaciones son habitaciones de justicia
Aquí conozco mi medida y el espejo
no me perdona

Todas las habitaciones cuando al fin me duermo
han lanzado sobre mí el castigo de los sueños
porque de los dos, soñar o vivir, no sé cuál es peor.



sábado, 26 de enero de 2019

Catedral (por Jorge Luis Borges)


Las olas de rodillas
los músculos del viento
las torres verticales como gritos
la catedral colgada de un lucero
la catedral que es una inmensa parva
con espigas de rezos

Lejos
lejos
los mástiles hilvanan horizontes
y en las playas ingenuas
las olas nuevas cantan los maitines.

La catedral es un avión de piedra

que puja por romper las mil amarras
que lo encarcelan
la catedral sonora como un aplauso
o como un beso.



viernes, 25 de enero de 2019

Formulario (por Olga Ivanova)


Llenemos el formulario: fecha de nacimiento-
ése es el inicio del engaño,
el comienzo del delirio o sueño...
El problema es claro, parece.
Y en la casilla debajo de la fecha
damos nuestra dirección y número de teléfono;
a la izquierda nuestro sexo, abajo a la derecha
damos nuestra nacionalidad,
luego viene la firma. Bueno, ¿es más clara la vida
ahora y cómo manejarla?


jueves, 24 de enero de 2019

Ya sé que no es aquel (por Alfredo Buxán)


Ha vuelto el gorrión a la ventana.
Es un instante de belleza pura.
Ya sé que no es aquel. Ni yo tampoco.
Escucharé el gorjeo con que aviva,
acaso sin saberlo, las macetas
del balcón, la mirada que contempla
su loca algarabía y sus afanes.

Quisiera, como él, no tener miedo
y volar a otro alero por sorpresa.
Vivir de rama en rama, tan tranquilo,
sin que nada interrumpa mi alegría.

Ya sé que no es aquel, pero me mira,
casi inmóvil, como si se acordara.


miércoles, 23 de enero de 2019

Pero ahora sé resucitar (por Elvira Sastre)


He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.

Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
—la vida es
quien tiene la última palabra—.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
—prefiero mi consuelo
que el aplauso—.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.



martes, 22 de enero de 2019

Lo que sin forma avanza por el tiempo (por Eleonora González)


La evolución de las especies tiene

barba de viejo

finas pilosidades

de árbol fueguino, hongo de alga,

tiene quince picos por capítulo

hijos de la misma madre.

Es la cara de un hombre

que antes no fue Dios.

Lo que hay que traducir es el recuerdo

de ese origen bajo el agua buscando palabras como

océano, transmutación, pinzones,

lo que sin forma avanza por el tiempo

multiplicado,

encontrar el estilo de epitafia simbiótica,

el rasgo variable de la lengua ajena.

Esta cola, por ejemplo, es más larga

y sobrevive.

Sobre el mundo material

podemos decir al menos esto

venimos a la Tierra por leyes generales,

así empieza.

Termina la traducción diciendo:

todos éramos peces al principio

y todavía tenemos branquias.



lunes, 21 de enero de 2019

Tan estrábicos (por Rafael Baldaya)


¿cuántas veces el sur ha sido el norte
oriente fue occidente
andar hacia delante era retroceder
creíamos acertar y nos equivocábamos
lo idóneo era lo pésimo
lo limpio fue lo turbio?

tan extraviados
tan aturdidos
tan estrábicos porque anduvo nuestra mente
confusa en otro tiempo

y ahora ¿cómo sabemos si este norte es el norte
si subir es subir
si la noche es de noche
si está recto lo recto?

eh cómo lo sabemos si antes no lo intuimos
y ni siquiera estamos seguros de que ahora lo sepamos

¿cómo saber si ya se hizo la claridad

se disipó la niebla?

¿cómo saber que ahora no estamos ofuscados si antes
cuando lo estábamos
creíamos no estarlo?

¿es que acaso no puede una obnubilación

venir detrás de otra
o tras el lienzo opaco
una oscuridad blanca?

¿cómo saberlo
cómo
si podemos estar ¡si de hecho estamos!
si residimos 

si pasamos la vida 
en el error?


domingo, 20 de enero de 2019

Un corazón helado (por Louise E. Glück)


Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.



sábado, 19 de enero de 2019

En tierra lejana (por Edith Södergran)


Mi alma adora las tierras extrañas
como si no tuviera patria.
En tierra lejana están las grandes rocas
sobre las que mis pensamientos reposan.
Fue un forastero quien escribió las extrañas palabras
en el duro tablero que se hace llamar mi alma.
Días y noches pienso tumbada
en las cosas que jamás pasaron:
mi alma sedienta pudo beber una vez.



viernes, 18 de enero de 2019

Dueños de su quietud (por Andrés Trapiello)


Al final de la tarde
las últimas estelas se detienen
en la pared de cal,
accidentes, cenizas.
En los ojos entonces los paisajes
suenan como lacados
y hasta parecen lágrimas,
tan suavemente llegan.

Hablo de mí porque temo a la muerte
desnuda de las cosas
y que la muerte venga a esta azotea
a quedarse en la calma y el silencioso valle.

Como en su vaso el té moruno y verde
o el viejo libro que abierto está a su lado
han conseguido ser dueños de su quietud,
y en su quietud
igualarse a los astros que van en vastas órbitas,

como ese viejo libro y ese vaso de té,
recuerda este lugar y este momento.

Un día llegará en que te preguntes
¿de ti, de mí, qué fue de todo aquello?,
y de los ojos
ya no vendrán palabras.



jueves, 17 de enero de 2019

Su lado imposible (por Sergio Navarro)


Lanzaste al aire
la moneda vibrante de tu vida.
Hoy al mundo le enseñas
la cara que tocó del lanzamiento.
Y mientras la sostienes en la palma,
acaricia tu mano
la cruz oculta que tu corazón
quería.
Estrechas la moneda
y es su lado imposible
el que en tu piel se graba.



miércoles, 16 de enero de 2019

El gorrión solitario (por Giacomo Leopardi)


Desde la cima de la antigua torre,
solitario gorrión, hacia los campos
vas cantando hasta que muere el día
y la armonía corre por el valle.


La primavera alrededor
brilla en el aire y en el campo exulta,
como al mirarla el alma se enternece.
Escuchas los balidos, los mugidos.
Las otras aves juntas, compitiendo,
dan, alegres, mil vueltas por el cielo
libre, y celebran su estación mejor.

Tú, ajeno y pensativo, miras todo;
sin volar, sin amigos,
huyendo del juego y evitando el gozo;
cantas, y así atraviesas
la flor más bella de tu edad y el tiempo.

¡Oh cuánto se parecen
nuestras costumbres! Risas y gozo,
dulce familia de la edad temprana,
amor, hermano de los jóvenes,
suspiro amargo de pasados días,
no sé por qué no los busco; y es más, de ellos
me alejo cuanto puedo
casi solo y extraño
a mi lugar natal,
y así paso la primavera de mi vida.

Este día que ahora ya anochece
se suele celebrar en nuestra villa.
Se oye el son de una esquila en el sereno,
se oyen a lo lejos broncas escopetas,
atronadoras, de una aldea a la otra.


Toda la juventud
con los trajes de fiesta
deja las casas, corre por las calles;
y mira y es mirada, y su alma ríe.

Yo saliendo a los campos
en soledad por lugar tan lejano,
tanto deleite y juego
dejo para otro tiempo; y al tender
la vista al aire ardiente
me hiere el sol, que tras lejanos montes
se disipa al caer, como diciendo
que la feliz juventud declina.

Cuando a la noche llegues, solitario,
del vivir que te otorgan las estrellas,
en verdad tu existencia
no llorarás; pues cada deseo
es fruto de la naturaleza.

Pero si el detestado
umbral de la vejez
no consigo evitar,
cuando mis ojos sean mudos a otros pechos,
ya de ellos vacío el mundo, y el mañana
sea más tétrico y tedioso que el hoy,
¿qué será del deseo?,
¿qué será de estos años?, ¿qué será de mí mismo?
¡Ay, me arrepentiré y a menudo,
sin consuelo, miraré hacia atrás!



martes, 15 de enero de 2019

Mecánica social (por César Vallejo)



Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.

Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir: de ahí tus más nimios regocijos.

Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto como a las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras, yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.

Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano y del paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos y otros. Porque el objeto hurtado tiene también su peso indiferente, y el órgano intervenido, también su grasa triste.

¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la imposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y el hombre bueno, de ser malvado?

¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda la mecánica social cabe en estas palabras.



lunes, 14 de enero de 2019

La herida (por Anestis Evangelou)


Aquí
un poco más abajo del cuello
en el pecho
jugando casi
insospechada
indiferente
dejaste tu profunda huella
me marcaste para siempre.

Han pasado tantos años, claro, desde entonces
pero
brilla, sabes, levemente bajo la ropa todavía
de modo extraño
no puedo ocultarme, me ven
el marcado dicen y con el dedo
me señalan.

Por las noches sin embargo,
me quito despacio la ropa y a la luz
de la lámpara, desnudo,
acaricio con ternura la herida
la venero
y la cuido con orgullo secreto.



domingo, 13 de enero de 2019

Aquello (por Ángel González)


Aquello.
No eso.
Ni
—mucho menos— esto.

Aquello.

Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.

Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.


sábado, 12 de enero de 2019

Río de lo Oculto (por Saiz de Marco)


el río de por qué hay esto,
por qué en vez de esto no hay nada,
por qué esta realidad,
ésta y no otra,
de noche las estrellas, tantos mundos
para qué y para quién,
por qué soy yo y no tú,
este teatro de carne y no de cartón piedra
donde el vivir
(sensitivo cuento hiper-verosímil)
se escenifica,
este juego de azar sin reglas comprensibles
carente de objetivo,
en un sitio que no es centro sino arrabal de cuanto existe,
y sin saber qué viene cuando el juego concluya

el río de lo Oculto en su fluir nos lleva,
nos empuja,
nos mueve pero no permite que buceemos
ni ver lo que hay debajo
o cómo es de profundo,
ni mirar dónde nace o dónde desemboca

nada más que nadar en sus aguas opacas,
remar,
bracear en ellas,
en su corriente y en sus remolinos

mantenernos a flote,
sólo eso nos tolera 

el río de lo Oculto


viernes, 11 de enero de 2019

Cloto (por Silvia Guerra)


Afuera, en el cóncavo espejo que es Ahora
un fino-entretejido se suspende: alguien
habla de dos, otros de cifras que son inmensas cantidades.
La ascendencia se pierde en estratos
que no tienen demasiada importancia.
Se nombran los caminos los pazos los pequeños jilgueros,
Se camina sonriendo por la empinada cuesta
con las botas sucias del barro del camino.
Se llenan los carrillos los rojos los sonrientes
de un aire
que ahí arriba se dice que es purísimo.
Y se habla de la guerra. Del color de la guerra.
Y aparecen los muertos, en fila, con el plato vacío
me preguntan algo que no entiendo, no entiendo qué me dicen
no entiendo qué hago ahí, por qué me siguen.
Y no sé qué hacer, y ellos tampoco.



jueves, 10 de enero de 2019

La multitud de ti (por Eliseo Diego)


No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo azoro,
y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno ampara.
La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.
No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quién sabe,
y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.
Niña y muchacha y joven ya mujer, 

tú todas, colman mi corazón,
y en paz las amo.



miércoles, 9 de enero de 2019

La corriente (por Neorrabios@)


Solo existe la luna de la infancia,
el resto es un sol ya derretido,
un elefante barbudo y monocromo
que hace otra vez el mismo número
en un circo sin peligro de incendio.
¿Qué día nefasto perdí
la abrigadora idea
de que yo dirigía la corriente,
qué día
empecé a darme cuenta
de que era la corriente
la que me llevaba a mí?


martes, 8 de enero de 2019

Con la espera (por Oliverio Girondo)

Esperaba
esperaba
y todavía
y siempre
esperando,
esperando
con todas las arterias,
con el sacro,
el cansancio,
la esperanza,
la médula;
distendido,
exaltado,
apurando la espera,
por vocación,
por vicio,
sin desmayo,
ni tregua.

¿Para qué extenuarme en alumbrar recuerdos
que son pura ceniza?
Por muy lejos que mire:
la espera ya es conmigo,
y yo estoy con la espera...
escuchando sus ecos,
asomado al paisaje de sus falsas ventanas,
descendiendo sus huecas escaleras de herrumbre,
ante sus chimeneas,
sus muros desolados,
sus rítmicas goteras,
esperando,
esperando,
entregado a esa espera
interminable,
absurda,
voraz,
desesperada.

Sólo yo...
¡Sí!
Yo sólo
sé hasta dónde he esperado,
qué ráfagas de espera arrasaron mis nervios;
con qué ardor,
y qué fiebre
esperé
esperaba,
cada vez con más ansias
de esperar y de espera.

¡Ah! el hartazgo y el hambre de seguir esperando,
de no apartar un gesto de esa espera insaciable,
de vivirla en mis venas,
y respirar en ella la realidad,
el sueño,
el olvido,
el recuerdo;
sin importarme nada,
no saber qué esperaba:
¡siempre haberlo ignorado!;
cada vez más resuelto a prolongar la espera,
y a esperar,
y esperar,
y seguir esperando
con tal de no acercarme
a la aridez inerte,
a la desesperanza
de no esperar ya nada;
de no poder, siquiera,
continuar esperando.



lunes, 7 de enero de 2019

Uno a quien no conozco (por Pär Lagerkvist)


Un desconocido es mi amigo,
uno a quien no conozco
Un desconocido lejano, lejano
Por él mi corazón está lleno de nostalgia
porque no está cerca de mí
¿Quizá porque no existe?
¿Quién eres tú que llenas mi corazón de tu ausencia,
que llenas toda la tierra de tu ausencia?


domingo, 6 de enero de 2019

Alguien me necesita (por Marina Tsvetáieva)


Un niño caminaba por la calle,
tiritaba, se iba volviendo azul.
Una anciana caminaba por la calle,
compadeció al niño...

Por fin he hallado
al imprescindible para mí:
alguien me necesita,
sin mí se moriría.

Lo que es para el ojo el arco iris,
lo que es la tierra para el trigo,
es para alguien la necesidad
de otro, en sí mismo.

Más que la lluvia y el arco iris,
más que mi propia mano, preciso
que a alguien le haga falta
poner su mano en la mía.

Más grande que el Ladoga,
más fiel que la montaña,
que alguien necesite
darle a mi mano su herida.

Y porque con tu llaga
me haces don de tu palma,
mi mano, ahora mismo,
pondría en el fuego por ti.


sábado, 5 de enero de 2019

Invisible y oscura (por Ryszard Kapuscinski)


Las raíces tienen una dirección vertical

desaparecen en la tierra

se hunden penetran

su existencia es invisible y oscura

intentar apartar los granos de arena

las piedras las rocas,

atravesar la lava y los minerales

arrojadas a la superficie

inactivas

se secan

sus dedos nudosos

se elevan hacia el cielo

su oración enredada e intraducible

la experiencia de las raíces:

la vida viene de meterse en las profundidades


viernes, 4 de enero de 2019

Cristales de tu ausencia (por Gloria Fuertes)


Cristales de tu ausencia acribillan mi voz,
que se esparce en la noche
por el glacial desierto de mi alcoba.
—Yo quisiera ser ángel y soy loba—.
Yo quisiera ser luminosamente tuya
y soy oscuramente mía.


jueves, 3 de enero de 2019

Me llevaban con ellos (por Carlos Barral)


Porque conocía el nombre de los peces,
aun de los más raros,
y el de los caladeros, y las señas
de las lejanas rocas submarinas,
me dejaban revolver en las cestas,
tocarlos uno a uno, sopesarlos,
y comentaban conmigo abiertamente
las sutiles cuestiones del oficio.
Porque entendía de nudos y de velas
y del modo de armar los aparejos,
me llevaban con ellos muchas veces;
me regalaban el quehacer de un hombre.
Sentía con orgullo
enrojecérseme las manos al contacto del cáñamo,
impregnarme
un fuerte hedor a brea y a pescado.
Sabía casi todo de aquella vida simple,
de aquel azar diario y primitivo.

Sólo que aquella ciencia era lujosa.
No supieron contarme
o no pude entender cómo era aquello
en los días peores, las amargas
semanas de paciencia,
cuando el viento del norte
roe las entrañas y se harta la pupila
de escudriñar los cielos,
en los días confusos,
cuando el mar de borrosos contornos
es sólo como un cascote de vidrio
semienterrado en el fango,
un desagradable incidente o una trampa
para los que pasan corriendo
ciegos bajo la lluvia.



miércoles, 2 de enero de 2019

Brian el cazador en el bosque (por Margaret Atwood)


El hombre que vi en el bosque
solía venir a nuestra casa
cada mañana, nunca decía nada;
después supe por los vecinos
que una vez intentó cortarse el cuello.

Lo encontré al final del sendero
sentado sobre un árbol caído
limpiando su arma.

No había viento;
a nuestro alrededor las hojas crujían.

Me dijo:
mato porque debo hacerlo

pero cada vez que apunto, siento
que mi piel se torna pelaje
mi cabeza se carga con astas
y durante el estirado instante
en que la bala planea en su hilo de velocidad
mi alma corre inocente como cascos.

¿Es justo Dios con sus criaturas?

Muero más a menudo que muchos.

Miró hacia arriba y vi
la blanca cicatriz trazada por el cuchillo de caza
alrededor de su cuello.

Cuando desperté
me acordé: él se había ido
hacía veinte años y no se sabía nada más.



martes, 1 de enero de 2019

Rapsodia para el mulo (por José Lezama Lima)


Con qué seguro paso el mulo en el abismo.

Lento es el mulo. Su misión no siente.
Su destino frente a la piedra, piedra que sangra
creando la abierta risa en las granadas.
Su piel rajada, pequeñísimo triunfo ya en lo oscuro,
pequeñísimo fango de alas ciegas.
La ceguera, el vidrio y el agua de tus ojos
tienen la fuerza de un tendón oculto,
y así los inmutables ojos recorriendo
lo oscuro progresivo y fugitivo.
El espacio de agua comprendido
entre sus ojos y el abierto túnel,
fija su centro que le faja
como la carga de plomo necesaria
que viene a caer como el sonido
del mulo cayendo en el abismo.

Las salvadas alas en el mulo inexistentes,
más apuntala su cuerpo en el abismo
la faja que le impide la dispersión
de la carga de plomo que en la entraña
del mulo pesa cayendo en la tierra húmeda
de piedras pisadas con un nombre.
Seguro, fajado por Dios,
entra el poderoso mulo en el abismo.

Las sucesivas coronas del desfiladero
—van creciendo corona tras corona—
y allí en lo alto la carroña
de las ancianas aves que en el cuello
muestran corona tras corona.
Seguir con su paso en el abismo.
Él no puede, no crea ni persigue,
ni brincan sus ojos
ni sus ojos buscan el secuestrado asilo
al borde preñado de la tierra.
No crea, eso es tal vez decir:
¿No siente, no ama ni pregunta?
El amor traído a la traición de alas sonrosadas,
infantil en su oscura caracola.
Su amor a los cuatro signos
del desfiladero, a las sucesivas coronas
en que asciende vidrioso, cegato,
como un oscuro cuerpo hinchado
por el agua de los orígenes,
no la de la redención y los perfumes.
Paso es el paso del mulo en el abismo.

Su don ya no es estéril: su creación
la segura marcha en el abismo.
Amigo del desfiladero, la profunda
hinchazón del plomo dilata sus carrillos.
Sus ojos soportan cajas de agua
y el jugo de sus ojos
—sus sucias lágrimas—
son en la redención ofrenda altiva.
Entontado el ojo del mulo en el abismo
y sigue en lo oscuro con sus cuatro signos.
Peldaños de agua soportan sus ojos,
pero ya frente al mar
la ola retrocede como el cuerpo volteado
en el instante de la muerte súbita.
Hinchado está el mulo, valerosa hinchazón
que le lleva a caer hinchado en el abismo.
Sentado en el ojo del mulo,
vidrioso, cegato, el abismo
lentamente repasa su invisible.
En el sentado abismo,
paso a paso, sólo se oyen,
las preguntas que el mulo
va dejando caer sobre la piedra al fuego.

Son ya los cuatro signos
con que se asienta su fajado cuerpo
sobre el serpentín de calcinadas piedras.
Cuando se adentra más en el abismo
la piel le tiembla cual si fuesen clavos
las rápidas preguntas que rebotan.
En el abismo sólo el paso del mulo.
Sus cuatro ojos de húmeda yesca
sobre la piedra envuelven rápidas miradas.
Los cuatro pies, los cuatro signos
maniatados revierten en las piedras.

El remolino de chispas sólo impide
seguir la misma aventura en la costumbre.
Ya se acostumbra, colcha del mulo,
a estar clavado en lo oscuro sucesivo;
a caer sobre la tierra hinchado
de aguas nocturnas y pacientes lunas.
En los ojos del mulo, cajas de agua.
Aprieta Dios la faja del mulo
y lo hincha de plomo como premio
Cuando el gamo bailarín pellizca el fuego
en el desfiladero prosigue el mulo
avanzando como las aguas impulsadas
por los ojos de los maniatados.
Paso es el paso del mulo en el abismo.

El sudor manando sobre el casco
ablanda la piedra entresacada
del fuego no en las vasijas educado,
sino al centro del tragaluz, oscuro miente.
Su paso en la piedra nueva carne
formada de un despertar brillante
en la cerrada sierra que oscurece.
Ya despertado, mágica soga
cierra el desfiladero comenzado
por hundir sus rodillas vaporosas.
Ese seguro paso del mulo en el abismo
suele confundirse con los pintados guantes de lo estéril.
Suele confundirse con los comienzos
de la oscura cabeza negadora.
Por ti suele confundirse, descastado vidrioso.
Por ti, cadera con lazos charolados
que parece decirnos yo no soy y yo no soy,
pero que penetra también en las casonas
donde la araña hogareña ya no alumbra
y la portátil lámpara traslada
de un horror a otro horror.

Por ti suele confundirse, tú, vidrio descastado,
que paso es el paso del mulo en el abismo.
La faja de Dios sigue sirviendo.
Así cuando sólo no es chispas, la caída
sino una piedra que volteando
arroja el sentido como pelado fuego
que en la piedra deja sus mordidas intocables.
Así contraída la faja. Dios lo quiere,
la entraña no revierte sobre el cuerpo,
aprieta el gesto posterior a toda muerte.
Cuerpo pesado, tu plomada entraña,
inencontrada ha sido en el abismo,
ya que cayendo, terrible vertical
trenzada de luminosos puntos ciegos,
aspa volteando incesante oscuro,
has puesto en cruz los dos abismos.

Tu final no siempre es la vertical de dos abismos.
Los ojos del mulo parecen entregar
a la entraña del abismo, húmedo árbol.
Árbol que no se extiende en acanalados verdes
sino cerrado como la única voz de los comienzos.
Entontado, Dios lo quiere,
el mulo sigue transportando en sus ojos
árboles visibles y en sus músculos
los árboles que la música ha rehusado.
Árbol de sombra y árbol de figura
han llegado también a la última corona desfilada.
La soga hinchada transporta la marea
y en el cuello del mulo nadan voces
necesarias al pasar del vacío al haz del abismo.

Paso es el paso, cajas de aguas, fajado por Dios
el poderoso mulo duerme temblando.
Con sus ojos sentados y acuosos,
al fin el mulo árboles encaja en todo abismo.